MADRID, 24 (SERVIMEDIA)
Gema de Beas se quedó ciega a los 29 años y con la discapacidad abandonó su profesión de secretaria de dirección. En esa nueva situación se agolparon los contratiempos y a las barreras cotidianas se sumaron las grietas que aparecieron en sus creencias, pero encontró las razones de su ceguera y ahora tiene una activa vida de fe.
“Siempre he sido muy religiosa. Pero ha habido un antes y un después. Cuando perdí la vista tuve una crisis de fe, me separé de Dios, lo eché de mi vida. Luego tuve un reencuentro y ahora he descubierto muchos ‘paraqués’ y quizás también el ‘para qué’ de mi discapacidad. A veces me da rabia y querría hacer más cosas de las que hago, tener más autonomía, pero lo ofrezco”, relató a Servimedia esta feligresa que ha colaborado recientemente con la campaña de la Conferencia Episcopal Española con motivo del Día de las personas con Discapacidad.
“Entendí el para qué: no valorar tanto la imagen y la apariencia de la imagen, ser más empática, no dejarme llevar por el mundo superficial que antes me llenaba más, y entender que hay un mundo que ofrecer y valorar todo lo que tengo. Tengo piernas, tengo manos…”, continuó esta mujer entre los detalles navideños de su casa.
“Con la llegada de la Navidad adornamos la casa, como hacíamos de toda la vida, con árbol, el Belén, las luches”, reconoció. “Lo hacemos porque a nosotros nos gusta y porque queremos que nuestra hija María tenga una vida totalmente normal y para ello tiene que haber normalidad en casa”, continuó Gema, mujer de Ricardo Velesar, un agente vendedor del cupón de la ONCE que ya está jubilado, y que también tiene discapacidad visual, pues está diagnosticado desde niño con retinosis pigmentaria.
Por ello, “María tiene que preocuparse por que el árbol no se quede encendido si no estamos en casa o nos vamos a dormir”. “Pero no noto diferencia de cómo adornamos la casa de cuando veía a cuando no. A nosotros nos gusta”, subrayó la orgullosa madre de esta joven de 17 años.
Tras aquel bajón en la fe, ahora Gema encontró explicaciones para afrontar su situación y participa activamente en la vida de su parroquia de Nuestra Señora de Araucana, en Madrid: además de las misas de guardar, tiene agendadas reuniones los fines de semana del grupo de matrimonios y con el grupo de Emaús, los miércoles. Y luego, continuó, está su colaboración con un proyecto que hace rutas para hablar con personas sin hogar. “Se les pregunta qué necesitan y se les da un píc-nic. No me gusta el concepto de hacer algo, te enseña la gente más de lo que tú puedas dar. Los que te aportan son ellos”, reflexionó.
NO SABEN TRATAR
Sin embargo, se muestra crítica ante la falta de sensibilización de la sociedad ante las personas con discapacidad. Algo que también percibe en el seno de la Iglesia. “Como persona que ha visto hasta los 29 años he experimentado que la gente al principio no sabe muy bien cómo tratarte, como dirigirse a ti. No saben. Quizás sea un problema de corte o timidez… Intentan evitar expresiones sobre la discapacidad”, relató.
Ante esa incertidumbre, Gema tiene una herramienta infalible: “Juega mucho el sentido del humor, reírse de uno mismo. Si empiezas a reírte de tu propia ceguera la gente se lo toma de forma natural ¡gracias a Dios! Nos pasa a nivel de Iglesia y fuera, como en el colegio cuando María era pequeña”.
Ese sentido del humor lo ha experimentado hasta límites insospechados. Contó a Servimedia que en una peregrinación a Fátima con más familias, Gema entró con su hija en una tienda de recuerdos. “La niña tenía dos o tres años. Yo había estado antes, cuando aún veía, y recordaba que había centenares de imágenes de la Virgen. La niña me dijo que le comprase un detalle y asentí sin preguntarle qué era. El resto de crías la envidiaban porque ¡la había comprado una Barbie pensando que era una imagen mariana! ¡Con lo que a mi me horrorizaban esas muñecas!”, comentó a carcajadas por el “furor” que causó aquella muñeca y sus “pintas” poco puritanas.
“María me ha metido muchos goles por mi ceguera”, bromeó. Pero también, añadió, en la familia se toman con humor otras ‘bromas’ de su situación. “Hago cocina creativa. Una vez eché caldo de un brick para hacerme un café”, reconoció.
Pero además de las barreras propias de la discapacidad y el desconocimiento social, añadió, existe una tendencia a “limitar más” de lo que las personas con discapacidad son capaces de realizar. “De cara a contar contigo ahí, te tienen menos en cuenta ¡Trátame con naturalidad, puedo hacer más cosas de las que realmente hago!”, pide esta feligresa a sus compañeros de creencias.
También les jugó alguna mala pasada un antiguo perro guía de su marido, que intentó “ayudar” con la decoración navideña, esa que colocan cada año en torno a la fiesta de la Inmaculada. “Para Navidad deseo lo que pedimos todos, paz y amor, que cesen las guerras y seamos capaces de perdonar. También pido salud a quienes les falta y a quienes les han pasado desgracias como en Valencia que tengan su consuelo”, concluyó.
- Te recomendamos -