MADRID, 29 (SERVIMEDIA)
El director del Instituto Cervantes y poeta, Luis García Montero, se considera alguien capaz de “disfrutar y admirar muchas tradiciones” poéticas y literarias, si bien en el momento en que escogió una lo hizo a partir de todos los legados que ha recibido. Desde esa máxima, se atreve a afirmar que en su poesía “hay una herencia de Antonio Machado leída con los ojos de Federico García Lorca”.
Lo dijo en una entrevista a Servimedia en la que se define como “lector”, ya que “me apasioné en la biblioteca de casa de mis padres” gracias a la lectura de poemas y de los grandes clásicos, lo que hizo germinar en él la afición por la escritura, una vocación que “se fue perfilando hacia la poesía”.
Fue la necesidad de “ganarme la vida” la que le llevó a “estudiar, hacerme filólogo y profesor de literatura”. “Ese compromiso con la literatura me ha llevado al ensayo y después a la dirección del Instituto Cervantes. Pero todo empieza en el momento en el que yo me sentí lector”, confiesa.
Luis García Montero cree fundamental mirar al pasado para construir el presente, y pone como ejemplo de ello la Caja de las Letras del Instituto Cervantes, donde descansa el legado de grandes escritores como Federico García Lorca (1898-1936), Rafael Alberti (1902-1999), Antonio Machado (1875-1939) o María Zambrano (1904-1991). “Están todos y la mejor manera de comprometerse con el futuro es recibir la herencia del pasado. Y la mejor manera de vivir en convivencia es comprender que la cultura es la riqueza de la sociedad”, observa.
NACIMIENTO DE UNA PASIÓN
Rememora que su pasión por la poesía nació en el momento en que descubrió a Lorca en la biblioteca de la casa de sus padres, en un volumen encuadernado en piel editado por Aguilar que recogía las obras completas del poeta granadino. Esa serendipia le permitió conocer que “en mi ciudad habían pasado muchas cosas tristes en 1936”.
Tiempo más tarde, continúa, tuvo la suerte de que un padre escolapio de Granada llevara un día a clase un disco de Joan Manuel Serrat en el que el cantautor catalán musicó los poemas de Antonio Machado; y posteriormente, cuando estaba haciendo su tesis doctoral, el retorno de Alberti de su exilio provocó que éste “decidiera bajarse del altar donde yo lo tenía para convertirse en un amigo, en un compañero poético”.
“Todas esas cosas han hecho que el pasado esté vivo en el presente y que yo biográficamente haya podido comprender lo que ocurre aunque no conozcas a la gente”, arguye García Montero, quien añade que “Lorca ha estado tan vivo en mi vida como Serrat o como Alberti”.
El director del Cervantes se niega a quedarse con un poeta o con una tradición poética o literaria, ya que una de las lecciones que aprendió de Rafael Alberti es que “se puede disfrutar y admirar muchas tradiciones; después uno escoge una, pero la escoge porque la construye a partir de todas las herencias que ha recibido”.
Esto le permite atestiguar que en su poesía “hay una herencia de Antonio Machado leída con los ojos de Federico García Lorca”, subrayando su inclinación por “la poesía cívica, que llega a la gente, que busca naturalidad, pero me gusta, de pronto, utilizar esa metáfora que descubrí en el Lorca de ‘Poeta en Nueva York’”.
García Montero confiesa que le hubiera gustado escribir “muchísimos” poemas escritos por otros poetas. En ese sentido, declara que “hay que ser muy tonto para admirarse a uno mismo, la pedantería acaba con la creatividad de las personas”, una máxima que le lleva a admitir que “me leo con ojos de corrector”; sin embargo, cuando aborda una lectura de los clásicos “los leo con ojos de admiración”.
Por ello, admite que le hubiera gustado ser el autor del ‘Soliloquio del farero’, del Luis Cernuda (1902-1963), de los poemas de amor de Pedro Salinas (1891-1951) o de ‘Recuerdo de lo vivo lejano’, de Rafael Alberti.
VALOR DE LA POESÍA
García Montero explica que “la poesía tiene que ver con la condición humana y con el humanismo”, por lo que cree conveniente recordar que las humanidades, la técnica y la ciencia “deben ir de la mano. “Si las humanidades se olvidan, se comete la misma tontería que quien niega la ciencia y la técnica”, desliza.
Reflexiona sobre el hecho de que “la ciencia y la técnica pueden servir para dignificar al ser humano y las condiciones de vida del ser humano o pueden servir para crear drones de destrucción masiva y bombas de destrucción masiva”.
Por esa razón, cree “muy importante” que “el peso de la conciencia política tenga un diálogo entre la ciencia, la técnica y las humanidades”, un aforismo desde el que subraya que ha aprendido de la poesía que “la verdad no es un punto de partida, sino de llegada”.
Esto le permite argüir que “la verdad no puede confundirse con la espontaneidad”, ya que “quien dice lo primero que se le ocurre puede ser muy espontáneo, pero se va a limitar a reproducir lo que flota en el ambiente y el ambiente puede estar lleno de bulos; quien dice lo segundo que se le ocurre consigue encontrar la manera de caer simpático a quien oye, puede parecer un publicista, un vendedor”.
A su juicio, “las cosas hay que pensarlas, por lo menos, tres veces, no para decir lo primero que se te ocurre, no para decir lo que te hace simpático, sino para hablar en nombre de tu propia conciencia”. Por ello, “un poeta representa, cuando se pasa dos horas buscando un adjetivo, a cualquier persona que quiere pensar lo que dice antes de decir lo que piensa”. “Eso es fundamental en el mundo en el que vivimos”, concluye.
García Montero ilustra la importancia de la poesía yendo a la vida cotidiana, tomando de esta el momento en el que alguien tiene a un ser querido enfermo y confía en la ciencia que puede curarlo. Una vez ese allegado ha muerto, prosigue, “encontrarle sentido a la vida tiene que ver con una experiencia humana, de reflexión, de lo que significan las cosas, de lo que ha escrito de pronto Jorge Manrique o de lo que ha escrito Rosalía de Castro a la hora de afrontar un vacío”.
“Creo que la poesía tiene muchas cosas que aportar como manera de comprender pensando las cosas muchas veces y pensando las palabras con mucho cuidado sobre aquello que le da sentido a nuestras vidas, y creo que hacen mal los seres humanos cuando dedican su ciencia y su tecnología a buscar bombas de destrucción masiva en vez de intentar convivir respetándose los unos a los otros”, sentencia.
PAPEL DE LA CRÍTICA
García Montero afirma que está acostumbrado a encajar bien la crítica, con la que convive desde sus inicios como poeta cuando, identificado con la poesía de la experiencia, los críticos esteticistas denunciaban que “acabábamos con la poesía, que éramos infames, que lo estábamos destruyendo todo, y me acostumbré a ser poeta encajando las críticas ajenas”.
Reseña que las críticas sirven para “tomar conciencia de uno mismo”, y “cuando uno no se admira puede analizar la crítica para decir ‘esto lo puedo mejorar’ o ‘aquí me he equivocado’”.
A pesar de ello, lamenta que actualmente “muchas veces la crítica tiene que ver con los bulos más que con la información y con una comunicación sesgada que lo que quiere es desprestigiar y no analizar objetivamente una labor”.
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