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Expertos en pobreza solicitan no alentar a “distanciarse de la familia y la comunidad” como solución a este problema

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MADRID, 14 (SERVIMEDIA)

El mensaje que anima a las personas en extrema pobreza a “esforzarse de forma individual para escapar” de esta situación“ puede ser “contraproducente y peligroso”, según el proyecto de co-investigación ‘Romper con la Herencia de la Extrema Pobreza’, cuyos resultados se presentaron este jueves en Madrid.

Bajo el lema ‘Cruces de saberes’, en la investigación participaron personas con experiencia de pobreza del Movimiento Cuarto Mundo, activistas sociales y profesionales que trabajan en la Administración o en el Tercer Sector. Todas juntas realizaron los análisis, propusieron criterios de estudios y plantearon soluciones.

En España, la pobreza se hereda de generación en generación. Esto es un hecho, y frente a ello, a menudo se lanza el mensaje de que las personas en tal situación deben “esforzarse para escapar de ahí”, de “romper con los lazos que les atan a su familia, a su barrio y a la pobreza en general”.

Así lo explica a Servimedia Daniel García, del equipo motor de este proyecto, que advierte de la peligrosidad de tales mensajes.

SALIR JUNTOS

De hecho, la investigación plantea que “aunque una persona deje atrás la pobreza desde un punto de vista económico, si su círculo más próximo no prospera, siempre estará afectada por sus problemas”. En cierto modo, “la pobreza le seguirá atrapando”.

A ello se suma el daño que el “mensaje continuo sobre la necesidad de romper con tu familia y con tus orígenes como mejor solución” puede implicar para “la propia imagen y el autoconcepto de las personas”, reflexionó García.

Por ello, este trabajo apuesta por “estrategias que ayuden a toda la familia –entendida más allá de los padres y los hijos– a salir del círculo de la pobreza”. Lo mismo puede aplicarse a las propias redes de autocuidado que se establecen en las comunidades, destacó García.

A diferencia de lo que la sociedad cree muchas veces, las personas que sufren la pobreza establecen redes de protección mutua, “ya sean entre la familia extensa o en el barrio”, donde todos los miembros se apoyan, “conscientes de las dificultades comunes”.

Sin embargo, estas redes enfrentan dos peligros. El primero tiene que ver con “el propio agotamiento”, fruto de que quienes se ayudan suelen carecer de recursos y de la ‘fatiga’ que puede generar que “una persona siempre pida y otra siempre tenga que ayudar”. De ahí la necesidad de apoyar a estas redes desde las instituciones y las entidades sociales, apuntó García, sin caer “en la tentación de reemplazarlas”.

Y es que, igual que existe el prejuicio de que las personas pobres deben salir de su familia, también circulan ideas erróneas sobre que las redes de autocuidado que se establecen en los barrios pueden atrapar a la gente en la pobreza. “A veces las rompemos desde fuera”, denunció, cuando “son una buena solución, y a veces la única, para muchas personas”.

En opinión de García, todo esto sucede porque los programas de promoción social que ponen en marcha las administraciones y entidades del Tercer Sector no tienen en cuenta a las propias personas que viven esta experiencia.

“El primer paso para remediarlo sería conseguir que estas personas participen en el diseño de los proyectos y de las soluciones”, propuso. De este modo, emergerían ideas relacionadas con la importancia de la familia y del círculo de afectos, sin los cuales “muchas personas no pueden avanzar”. Así se recoge en este proyecto de investigación, que defiende la necesidad de fomentar “respuestas colectivas a la pobreza, que no impliquen el aislamiento del individuo”.

NO HUIR

Otro efecto no deseado de los comportamientos aprendidos y del mal autoconcepto heredado tiene que ver con “las estrategias inadecuadas” que algunas personas en situación de pobreza despliegan ante los obstáculos que encuentran. “Una de ellas es la ‘fuga’, que García describió como “una huida hacia otros espacios y relaciones cuando se presentan problemas”. “Lo habitual suele ser que los mismos problemas vuelvan a aparecer en los nuevos lugares”, zanjó.

Puso como ejemplo el caso de los niños que cambian de centro educativo por dificultades de convivencia, que por lo general se repiten en los nuevos colegios.

A su juicio, ”la solución pasa por sentarse con la familia y también con los profesores y los responsables del centro para, todos juntos, estudiar cómo mejorar la situación de ese niño”. ”La familia tendrá que cambiar cosas, pero el colegio y los docentes también”, recalcó. Si en lugar de esto se opta por mover al menor de colegio en colegio, los padres arrastrarán una sensación de fracaso continuo, y el niño habrá aprendido a huir y no a afrontar sus problemas”.

EL ESPEJISMO DEL ESFUERZO

Según García, todo esto tiene también que ver con “el “esfuerzo individual” que se exige a las personas pobres, a las que se insta a participar en programas, seguir determinadas normas, realizar tales o cuales cursos…, que “para ellas no tienen demasiado sentido”.

De nuevo, se trata de iniciativas diseñadas sin contar con su opinión, que responden a las propias dinámicas de las instituciones, cuando no a los intereses de quienes las financian.

Así ocurre a veces cuando una empresa de nuevas tecnologías apoya un programa de capacitación digital, pues la entidad que lo lleva a cabo habrá de ceñirse a él, aunque “a lo mejor sus usuarios tengan otras prioridades”. En el fondo, se trata de “un espejismo de esfuerzo tremendo para ajustarse a la imagen de ‘buen pobre’”, que suele llevar a la frustración, advirtió García.

Asimismo, resaltó la necesidad de “considerar el punto desde el que parte cada persona a la hora de exigir esfuerzos”, a fin de proponer objetivos “realistas y alcanzables” y conseguir así soluciones eficaces a la pobreza.

Mientras tanto, las personas en esta situación seguirán viendo “privilegios” donde los activistas hablan de “derechos”. “Si nunca has tenido ni una casa ni comida asegurada”, la alimentación y la vivienda “te van a parecer privilegios de algunos”, explican en el informe.


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