MADRID, 26 (EUROPA PRESS)
La alimentación juega un papel muy importante en el manejo del síndrome de sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado, conocido como SIBO, tanto para evitar la desnutrición, pérdida de peso y deficiencia de nutrientes, como para conseguir un alivio sintomático y eliminar el crecimiento bacteriano excesivo, según han destacado las nutricionistas Patricia Martínez López y Gabriela Retana Bronte, profesoras colaboradoras de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
En este sentido, según ha señalado Retana, la dieta baja en FODMAP (oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables) es una de las pautas nutricionales que da mejores resultados, ya que las bacterias mueren por inanición. Entre los alimentos que contienen FODMAP se encuentran el ajo, la cebolla, el pimiento verde, la manzana, el melón, la sandía o los lácteos. Es muy importante hacer una valoración precisa para contabilizar bien los alimentos que contienen FODMAP (fructosa, lactosa, manitol, sorbitol, GOS y fructanos) en el cómputo total del diseño de la dieta elaborada.
“Para ello, se recomienda seguir un protocolo de cuatro meses con cinco fases: fase estricta 1, fase estricta 2, fase de reintroducción 1 y reintroducción 2 y, por último, una dieta personalizada equilibrada. Todo ello con una atención médica continuada y con la exclusión temporal de alimentos con FODMAP (no más de seis u ocho semanas)”, han explicado las expertas.
Las redes sociales son el espacio donde más se oye hablar últimamente del SIBO, un síndrome que podría afectar hasta a un 15 por ciento de la población sana y que corresponde a la presencia de bacterias en el intestino delgado proximal o a la colonización por bacterias anormales, como pueden ser bacterias productoras de hidrógeno, del metano o ambas. El intestino delgado por norma general no suele tener colonización bacteriana, salvo pequeñas colonias fermentadoras, en cambio, el intestino grueso sí que tiene mayor cantidad.
“El sobrecrecimiento de bacterias productoras de hidrógeno (SIBO) o el sobrecrecimiento metanógeno intestinal (IMO) puede producirse si esas bacterias colónicas han migrado o simplemente es debido a una permeabilidad intestinal afectada”, han señalado las expertas.
Los síntomas del SIBO/IMO pueden estar relacionados con los nutrientes mal absorbidos y cambios de permeabilidad o con las consecuencias nutricionales de una mala absorción. “En el primer caso, los más comunes son dolor abdominal, diarrea o deposiciones alternantes, heces pálidas, distensión abdominal, flatulencias y eructos. También esteatorrea (más grave) y algunos signos de intolerancia a la lactosa”, ha señalado Martínez.
Por otro lado, las consecuencias nutricionales de mala absorción pueden provocar una lesión epitelio intestinal, disminución de la ingesta de alimentos por la presencia de síntomas gastrointestinales, deficiencia de B12 y anemia, absorción deficiente de vitaminas A, D y E. El SIBO también provoca efectos sistémicos de la inflamación y activación inmunitaria, como dolor corporal y fatiga.
Según ha explicado Retana, la mayoría de los pacientes refieren mala tolerancia a casi todos los alimentos, dando como consecuencia efectos psicológicos (ansiedad, estrés, depresión) y de aislamiento social. Los síntomas crónicos mencionados previamente pueden causar malestar constante y la fatiga y la debilidad provenida de la mala absorción pueden limitar la capacidad de realizar actividades diarias.
El diagnóstico de SIBO se realiza a través de pruebas de laboratorio, pruebas radiológicas y de cuantificación del crecimiento bacteriano, y es recomendable hacer también una prueba de lactulosa, después de identificar síntomas compatibles en la consulta. Una vez obtenidos los resultados, es conveniente consultar a un médico de medicina general para la puesta en marcha de un tratamiento farmacológico, un tratamiento probiótico (evidencia limitada) y la realización de pruebas de valoración final.
Para Martínez y Retana, algunos de los factores de riesgo que aumentan la probabilidad de desarrollar SIBO son la disminución en la secreción del jugo gástrico, la motilidad intestinal disminuida, el aumento en la respuesta inmune, las alteraciones de la anatomía intestinal, la obstrucción, divertículos y complicaciones postoperatorias, la insuficiencia pancreática exocrina, la pancreatitis crónica o fibrosis quística y el aumento de la edad.
Además, el SIBO a menudo acompaña a otras afecciones gastrointestinales. “Numerosos estudios describen la aparición simultánea de SIBO y síndrome del intestino irritable (SII), siendo ambos trastornos estimuladores del sistema inmunológico, lo que hace que aumenten las citoquinas proinflamatorias en la mucosa intestinal, aumentando así su permeabilidad. Una mayor incidencia de SIBO también se asocia con enfermedades inflamatorias intestinales y con la enfermedad de Crohn en concreto”, ha remarcado Martínez. Las investigaciones sugieren que el SIBO puede acompañar también a la enfermedad celíaca.
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