MADRID, 31 (EUROPA PRESS)
La doctora Marta Abadía, hepatóloga y especialista en aparato digestivo del Centro Médico-Quirúrgico de Enfermedades Digestivas (CMED), ha advertido de que el hígado graso puede empeorar tras los excesos del verano.
El hígado graso o esteatosis hepática metabólica (EHmet) es la enfermedad del hígado más frecuente entre los adultos, afectando a más del 20 por ciento de la población adulta, según datos de la Fundación Española de Aparato Digestivo.
“De hecho, es una patología que no presenta síntomas, siendo diagnosticada en muchos casos en un análisis de rutina cuando se mide el índice de transaminasas o en una ecografía abdominal solicitada por otro motivo”, explica la experta.
El verano y las vacaciones hacen que abandonemos las rutinas alimenticias y de ejercicio que tenemos a lo largo del año. “Tendemos a consumir alimentos más calóricos, con más azúcares (helados, refrescos). Además, la cantidad de alcohol que tomamos también se incrementa, con cantidades que pueden alcanzar lo que se entiende por consumo perjudicial, que corresponde a más de 20 gramos en mujeres y más de 30 gramos de alcohol al día en hombres (entendiendo que una copa de vino o un botellín de cerveza equivalen a 10 gramos de alcohol). Si a esto le añadimos que también solemos llevar una vida más sedentaria, es frecuente que los depósitos grasos en el hígado se incrementen”, añade la doctora.
El hígado graso se caracteriza por la presencia de grasa en el interior de las células de grasa, llamadas hepatocitos. “Suele estar asociada al Síndrome Metabólico, que agrupa una serie de trastornos que incluyen aumento de la presión arterial, niveles altos de azúcar en sangre, exceso de grasa corporal alrededor de la cintura y niveles anormales de colesterol o triglicéridos”, afirma la especialista de CMED.
Sin embargo, si se aumenta mucho de peso, no se cuida la alimentación y se mantiene la vida sedentaria, puede favorecer el desarrollo del hígado graso.
Para saber si se padece hígado graso, por lo general es suficiente con una cita con un especialista para que identifique factores de riesgo que puedan favorecer su desarrollo, si en una analítica de sangre están alteradas las transaminasas (enzimas del hígado) y realice una ecografía abdominal para confirmar que hay depósito a nivel hepático.
Mientras, para controlar la EHmet es importante ver si, además de grasa en el hígado, hay inflamación y fibrosis. Cuando hay inflamación, se padece lo que se llama esteatohepatitis y no existen marcadores ni pruebas de imagen para su detección.
Por su parte, en el caso de la fibrosis se puede diagnosticar por pruebas no invasivas, como es el fibroscan, mediante un análisis de sangre llamado ELH (Enhanced Liver Fibrosis) y otro denominada OWLiver En algunos casos, es necesario recurrir a pruebas más invasivas, como es la biopsia hepática.
“En torno al 25 por ciento de los pacientes con hígado graso tiene esteatohepatitis, por lo que se debe cuidar la alimentación durante todo el año”, afirma la doctora Marta Abadía.
A día de hoy, no existe ningún tratamiento farmacológico que haya demostrado su efectividad para tratar esta patología del hígado. El único tratamiento con evidencias científicas consistentes es la pérdida de peso y controlar los factores asociados al síndrome metabólico, es decir, tener bajo control la hipertensión, controlar los niveles de azúcar en sangre y bajar los niveles de colesterol y triglicéridos. La dieta y el ejercicio, siempre supervisados por especialistas, son el tratamiento más efectivo en la actualidad.
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