MADRID, 17 (SERVIMEDIA)
Un estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha demostrado que el alcohol daña el cerebro incluso después de dejar de beber y que la bebida aumenta su capacidad adictiva cambiando la geometría cerebral, así como que las alteraciones que provoca permanecen durante las seis primeras semanas de abstinencia.
Según informó este lunes el centro de investigación, el alcohol es la sustancia psicoactiva más consumida en España, según la encuesta sobre alcohol y drogas en España (Edades 2019) realizada entre los 15 y 64 años. Afecta el funcionamiento del sistema nervioso y provoca cambios en el estado de ánimo, la percepción, los pensamientos, los sentimientos o el comportamiento.
Sin embargo, la percepción de riesgo por quienes lo consumen, en especial entre los jóvenes, es baja pese a las más de 200 enfermedades asociadas a su ingesta, que causa cada año unos tres millones de muertes en el mundo.
Sin embargo, un trabajo conjunto del Instituto de Neurociencias (CSIC-UMH), en Alicante, y del Instituto Central de Salud Mental de la Universidad de Heidelberg, en Alemania, marcó un hito en este campo al detectar, mediante una resonancia magnética, que los daños que produce el alcohol en el cerebro no se detienen al dejar de beber.
De hecho, el investigador del CSIC, Santiago Canals, responsable del grupo de Plasticidad de las Redes Neuronales del Instituto de Neurociencias, que lideró la investigación, explicó que “antes de nuestra investigación nadie podía creer que durante la abstinencia del alcohol el daño en el cerebro progresara. Aunque la toxicidad directa del alcohol cesa al dejar de beber, vimos que los cambios en el cerebro provocados por el alcohol siguen progresando”.
RESONANCIAS MAGNÉTICAS
La investigación, que se publicó en la revista ‘JAMA Psychiatry’, mostró que a las seis semanas de haber abandonado el consumo de alcohol aún seguían produciéndose cambios en la sustancia blanca del cerebro en una muestra de 91 pacientes voluntarios, con una edad media de 46 años hospitalizados en Alemania para su tratamiento de rehabilitación a causa de un trastorno por consumo de alcohol.
Para comparar las resonancias magnéticas cerebrales de estos pacientes se utilizó un grupo control sin problemas de bebida, compuesto por 36 varones con una edad media de 41 años.
“Un aspecto importante del trabajo es que este grupo de pacientes participaba en un programa de desintoxicación, y se les controlaba el consumo de sustancias adictivas, lo que garantizaba la ausencia de consumo de alcohol. Por tanto, se puede hacer un seguimiento fiel de la fase de abstinencia, un periodo crítico, porque las recaídas llevan a cronificar el consumo de alcohol”, indicó Canals.
A esto añadió que “aunque la toxicidad directa del alcohol cesa al dejar de beber, vimos que los cambios en el cerebro provocados por el alcohol siguen progresando”.
La hipótesis que barajaron los investigadores era que la progresión de los daños se mantiene porque se pone en marcha un proceso inflamatorio en el cerebro que avanza incluso en ausencia de alcohol. “Creemos que esto está relacionado también con la facilidad de recaída que se produce después de dejar de beber, durante el periodo crítico de la abstinencia”, avanzó Canals.
- Te recomendamos -