MADRID, 12 (EUROPA PRESS)
Entre el 10 y 30 por ciento de los mayores de 65 años presenta algún tipo de dificultad en su deglución, según ha informado la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), con motivo del Día Mundial de la Disfagias.
La disfagia es la dificultad para tragar, es decir, para que el bolo alimenticio pase desde la boca hasta el estómago, en cualquier parte de este recorrido, y puede suceder con alimentos sólidos y líquidos. Se distinguen dos tipos, según la causa: la disfagia neurológica, en la que se altera la función de los músculos implicados en la deglución, y la mecánica, por algún tipo de obstrucción o dificultad de tránsito a lo largo de ese recorrido del bolo.
Asimismo, se puede diferenciar, en función de la localización, en disfagia orofaríngea, cuando el problema está entre la boca y el inicio del esófago, o esofágica, cuando se localiza entre el esófago y el inicio del estómago. La prevalencia de la disfagia se sitúa aproximadamente en el 3 por ciento de la población general sin diferencias entre sexos.
La incidencia aumenta con la edad, ya que entre el 10 por ciento y 30 por ciento de los mayores de 65 años presenta algún tipo de dificultad en su deglución. En relación a la población anciana institucionalizada, afecta a un 68 por ciento, y en los hospitales, el 34,2 por ciento de los pacientes ingresados por neumonía padecen esta patología.
En este sentido, la miembro del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), María Riestra, ha explicado que existen muchas patologías que pueden causar disfagia, aunque las más frecuentes son las neurológicas y las oncológicas.
“La mitad de las personas que ha sufrido un ictus sufrirá disfagia. Algunos problemas neurológicos, como la demencia, la enfermedad de Parkinson o las enfermedades neurodegenerativas pueden desencadenar también problemas de disfagia. Los tumores de la región de la cabeza o el cuello suelen provocarla en algún momento, así como los tumores del esófago, no solo por el propio tumor sino también por algunos tratamientos como la radioterapia”, ha detallado Riestra.
La edad es otro factor que contribuye a padecer esta enfermedad porque cuando se envejece la producción de saliva disminuye, existe ausencia de dientes y la masa muscular se reduce, favoreciendo que las personas desarrollen problemas para tragar.
Existen cuestionarios validados y sencillos para detectar la disfagia, como el ‘EAT-10’, compuesto por 10 preguntas fáciles que ayuda a su despistaje. Tras este cribado se realizan otras exploraciones, según criterio médico, como estudios de radiología o diferentes pruebas funcionales, que facilitarán determinar la causa y la severidad de la disfagia.
Los síntomas se perciben cuando la persona siente dificultad para pasar los alimentos, que puede ir acompañada de una sensación de ahogo o tos al tragar, así como que la comida o la bebida “pasan por otro lado”. “Si el problema está en el esófago, normalmente aparece regurgitación o dolor retroesternal después de tragar. En el caso de que la deglución no sea segura porque el paciente tose al comer, se atraganta o deja comida mucho tiempo en la boca, existe un riesgo importante de broncoaspiración, es decir, que el alimento o bebida pase al tracto respiratorio en lugar de al tubo digestivo, lo que puede ocasionar infecciones respiratorias e ingresos hospitalarios”, ha enfatizado la endocrinóloga.
Asimismo, la preocupación de los pacientes y sus cuidadores ante un posible atragantamiento puede generar rechazo a la alimentación, conllevando pérdida de peso, debilidad, así como desnutrición y deshidratación. “Esta situación provoca una peor calidad de vida del paciente y un aumento de su morbimortalidad con el consecuente incremento del gasto sanitario”, ha recalcado esta especialista.
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