El presidente hace frente a su mayor desafío frente a Kiliçdaroglu y ante el varapalo de la inflación y los terremotos
MADRID, 14 (EUROPA PRESS)
La población de Turquía ha comenzado a votar este domingo para unas elecciones presidenciales y parlamentarias que se presentan como cruciales para el futuro político del país, una votación en la que el actual presidente, Recep Tayyip Erdogan, aspira a un nuevo mandato frente a Kemal Kiliçdaroglu, respaldado por una coalición de partidos opositores.
La fecha de la votación es altamente significativa ya que las elecciones coinciden con el centenario de la fundación de Turquía como república secular bajo Kemal Ataturk, mientras que el 14 de mayo de 1950 se celebraron unos comicios en los que sufrió un duro varapalo el Partido Republicano del Pueblo (CHP), actualmente liderado por Kiliçdaroglu.
Erdogan, el político turco que más tiempo ha estado al frente de la política del país –cerca de 20 años entre su desempeño como primer ministro y luego como presidente–, hace frente al que aparentemente podría ser su mayor desafío en las urnas, con algunos sondeos dando la ventaja a Kiliçdaroglu a pocos días de la votación.
El presidente turco, de 69 años, ha impulsado durante su mandato un modelo conservador en lo social y una política de expansión de la influencia de Turquía en la esfera internacional, especialmente en la región, lo que ha derivado en un alejamiento de algunos aliados occidentales en el seno de la OTAN.
En este sentido, Turquía ha protagonizado diversos encontronazos diplomáticos con países europeos –en ocasiones en torno a sus posturas en torno al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), considerado por Ankara como un grupo terrorista– e incluso con Estados Unidos por su apoyo a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), lideradas por la milicia kurdo-siria Unidades de Protección Popular (YPG).
Además, el mandatario ha hecho valer el poderío militar turco con incursiones y operaciones aéreas contra el PKK y las YPG en Irak y Siria, pero también ha dado apoyo al gobierno de unidad nacional en Libia durante el conflicto en el país y ha tenido diversos encontronazos con Grecia –rival histórico en la región– y países como Egipto, Arabia Saudí e Irsael.
Sin embargo, también ha presentado al país como un importante centro de mediación, incluido su papel a la hora de acoger contactos en 2022 entre Rusia y Ucrania para intentar lograr un acuerdo de paz y el pacto para autorizar la exportación de grano desde puertos ucranianos en medio del conflicto, logrado con mediación de Naciones Unidas.
Erdogan ha protagonizado además un impulso que aleja al país del modelo secular instaurado por Ataturk y ha optado por una centralización del poder en torno a la Presidencia, algo que también ha incrementado la alienación de sus opositores, contra los que se ha reforzado la campaña de represión.
Así, los críticos con el presidente le acusan de silenciar a periodistas, activistas y opositores que se han mostrado críticos con sus políticas, especialmente a raíz del intento de golpe de Estado de 2016, que derivó en una campaña de arrestos que se ha saldado con miles de detenidos y condenados.
En el foco de dicha campaña estuvo el clérigo islamista Fetulá Gulen, antiguo aliado de Erdogan –hasta que la Policía y la Fiscalía, supuestos simpatizantes del clérigo, según el Gobierno turco, abrieron una investigación sobre corrupción en 2013 contra varios altos cargos del Ejecutivo– y al que las autoridades acusan de estar detrás de la intentona y de establecer una especie de ‘Estado paralelo’ en el seno de las instituciones.
A pesar de que el presidente parecía seguro de dirigirse a una nueva victoria cuando optó por adelantar las elecciones, el ahondamiento de la crisis económica –incluida una inflación de más del 50 por ciento achacada en parte a su negativa a elevar los tipos de interés– y los devastadores terremotos registrados en febrero en el sur del país –que dejaron más de 50.000 muertos en territorio turco– han afectado a sus aspiraciones.
EL DESAFÍO DE KILIÇDAROGLU
De hecho, la figura de Kiliçdaroglu ha ido ganando fuerza en los úiltimos meses gracias al respaldo de una coalición integrada por seis partidos opositores y el espaldarazo dado recientemente a su candidatura por el prokurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP).
El HDP, objetivo de una dura campaña de detenciones por parte de las fuerzas de seguridad por sus supuestos lazos con el PKK –incluidas detenciones de altos cargos y representantes públicos por cargos de “terrorismo–, afirmó en un primer momento que no presentaría un candidato a la Presidencia, allanando el camino a Kiliçdaroglu, al que al final ha apoyado abiertamente.
Kiliçdaroglu, de 74 años y miembro de la minoría aleví, ha sido además una de las caras más reconocibles de la oposición turca durante los últimos años, especialmente después de protagonizar en 2017 una marcha de casi un mes por la justicia en el país que supuso una de las mayores muestras de fuerza contra Erdogan desde que llegó al poder.
Diversos analistas han apuntado durante las últimas semanas que una llegada de Kiliçdaroglu, descrito por algunos de sus seguidores como ‘el Gandhi turco’, podría abrir las puertas a un reinicio de las relaciones con sus tradicionales socios occidentales, especialmente dado que el programa opositor incluye evitar decisiones internacionales marcadas por consideraciones ideológicas o políticas a nivel interno.
Junto a Erdogan y Kiliçdaroglu se presenta el candidato del ultraderechista Movimiento del Movimiento Nacionalista (MHP) –aliado de Erdogan–, Sinan Ogan, mientras que Muharren Ince, del centrista Partido de la Patria, retiró el jueves su candidatura, algo que podría beneficiar al líder del CHP, partido al que pertenecía Ince –quien ya se presentó a los comicios de 2018– hasta el mes de marzo.
EL SISTEMA DE VOTACIÓN
Turquía pasó en julio de 2018 de un sistema parlamentario a uno presidencial como parte de una reforma impulsada por el propio Erdogan, lo que implica que el presidente es elegido de forma directa por sufragio universal, mientras que la figura del primer ministro fue eliminada.
Así, un candidato necesita recabar más de la mitad de los votos para ganar en primera vuelta, mientras que se celebraría una segunda vuelta en dos semanas entre los dos más votados en caso de que ninguno de ellos acumule una cantidad suficiente de votos el 14 de mayo.
Por otra parte, los turcos deberán elegir a los 600 miembros de la Gran Asamblea Nacional, el nombre oficial del Parlamento, a través de un sistema de representación proporcional. Para lograr escaños, un partido tiene que superar el umbral del siete por ciento de los papeletas o estar en una alianza que pase este umbral, lo que ha provocado que estas coaliciones adquieran un peso creciente para evitar que partidos más pequeños queden sin representación.
En este caso, cuatro partidos minoritarios han entrado a formar parte de la Alianza Nacional –encabezada por el CHP de Kiliçdaroglu y el nacionalista IYI Party (Buen Partido)– para incrementar sus posibilidades, mientras que otros seis partidos concurren bajo la alianza liderada por el HDP, que incluye también a Izquierda Verde.
Las reformas impulsadas por Erdogan implican además que el presidente es quien elige al Gobierno, por lo que si su coalición, la Alianza Nacional, no logra mantener una mayoría en el Parlamento, podría hacer frente a problemas a la hora de aplicar sus políticas en caso de que logre un nuevo mandato.
Este nuevo mandato de Erdogan llegaría además en medio de las denuncias de inconstitucionalidad por parte de la oposición, ya que sería el tercero –algo prohibido por la Constitución–, si bien la Comisión Electoral falló que el contador fue puesto a cero en 2018 tras la aplicación de la reforma del sistema tras un referéndum.
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