MADRID, 24 (SERVIMEDIA)
Algunas de las especies de dinosaurios que habitaron en el entorno de la actual localidad riojana de Laguna de Cameros sabían nadar o, al menos, eran capaces de superar grandes masas de agua utilizando diversas estrategias de nado, según detalla uno de los artículos que conforman la tesis doctoral de Pablo Navarro Lorbés, publicado en la revista ‘Cretaceous Research’.
Navarro, nuevo doctor por la Universidad de La Rioja con la calificación de sobresaliente ‘cum laude’, identifica y describe los registros fósiles de Laguna de Cameros que constatan las dotes nadadoras de algunas especies de dinosaurios, presumiblemente espinosaurios.
Según informó este martes la Universidad de La Rioja en un comunicado, se trataba de dinosaurios no avianos (no voladores) y tridáctilos (de tres dedos) que vivieron en la zona durante el Cretácico Inferior (hace entre 145 a 100 millones de años).
Explica que este tipo de icnitas, que demuestran la habilidad acuática de los dinosaurios, “se encuentran entre las más inusuales de la paleontología global, con unas pocas decenas de yacimientos con huellas similares”.
Las evidencias de este comportamiento existían ya hace tiempo en el yacimiento Virgen del Campo de Enciso, también de La Rioja, y uno de los primeros de España en identificar estas huellas.
Las icnitas de Laguna de Cameros se ubican en uno de los escarpes del río Leza, que es una zona abrupta que durante el Cretácico Inferior fue un meandro cubierto de agua, según apuntan los análisis de las capas del terreno.
Los paleontólogos contabilizaron esas 27 huellas, dejadas por los dinosaurios en el en el fondo del agua cuando iban nadando. “No son huellas compatibles con un desplazamiento terrestre normal porque la longitud de las icnitas es variable, desde 8,5 hasta 29,2 centímetros, y el tamaño depende de la postura y los movimientos de los dinosaurios al tocar el fondo”, explicó Navarro Lorbés.
También la morfología de las huellas pone de manifiesto que el dinosaurio estaba dentro del agua porque “las icnitas muestran marcas de arrastre elongadas, que no serían posibles si en el momento que se produjeron no hubiera habido una fuerza de resistencia a la gravedad”, es decir, si el animal no estuviera sumergido total o parcialmente.
Igualmente, la investigación señala que las 27 huellas de Laguna tienen formas heterogéneas, puesto que “factores como el nivel del agua, la fuerza de flotabilidad, las irregularidades del fondo, las corrientes de agua, los desplazamientos del centro de flotabilidad, la gravedad y fuerza de reacción de los dinosaurios influyeron en la impresión de la huella en el terreno”.
Los investigadores agruparon estos restos fósiles en categorías en función de cómo se impulsaba el dinosaurio en el agua o cómo apoyaba el pie sobre el fondo.
La investigación logró descartar que las icnitas fueran marcas de otros animales acuáticos que pudieran vivir en la zona, como cocodrilos, pero más compleja es la identificación plena de la especie de dinosaurio que las dejó. “Las icnitas no ofrecen datos suficientes como para identificar una concreta”, indica Navarro-Lorbes.
En cualquier caso, esa zona de La Rioja era el hábitat de diferentes especies de carnívoros y herbívoros. “Los carnivóros más habituales de la cuenca eran los Espinosáuridos, que son un grupo de dinosaurios que están relacionados con el agua”, concluyó el doctor de la Universidad de La Rioja.
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