MADRID, 15 (EUROPA PRESS)
La sensibilidad a la variación en el sabor y el olor de los alimentos es un efecto secundario de los tratamientos oncológicos, algo que puede provocar que “el paciente disminuya su ingesta calórica de forma gradual o que directamente deje de comer”, según ha asegurado el responsable de la Unidad de Nutrición Clínica y Dietética de MD Anderson Madrid Cancer Center, Pedro Robledo.
Para estudiar esta problemática relacionada con la alimentación en pacientes oncológicos, la Fundación MD Anderson Cancer Center España puso en marcha hace seis años el Proyecto de investigación El Sabor Perdido. Ahora, la fundación ha celebrado la primera ‘Jornada científica El Sabor Perdido. Del laboratorio a la mesa’.
En este evento, dirigido por los doctores Pilar López Criado y Pedro Robledo, investigadores principales, se ha hecho un recorrido por el proyecto empezando por su base científica hasta la parte más social del mismo. En concreto, El Sabor Perdido se centra en mejorar la calidad de vida de los pacientes oncológicos que pierden o tienen alterado el sabor y el gusto como consecuencia de los tratamientos de quimioterapia, radioterapia, cirugía e inmunoterapia.
Las toxicidades derivadas del tratamiento oncológico ha sido una de las mesas principales de la jornada. En ella, se han expuesto los aspectos clínicos funcionales y la complejidad de los tratamientos oncológicos en la esfera nutricional. Según ha explicado López Criado, la dificultad para comer que experimentan los pacientes por trastornos funcionales del gusto o sequedad debido a la quimioterapia fue el origen del proyecto.
“Sin embargo, ahora los tratamientos oncológicos son más complejos, por lo que queremos poner de manifiesto qué toxicidades afectan a la parte nutricional y descubrir cuáles son las más frecuentes”, ha matizado López Criado, jefa de la Sección de Pulmón, Cabeza y Cuello, y Melanoma de MD Anderson Cancer Center Madrid.
ESTUDIO CIENTÍFICO DE LAS ALTERACIONES EN GUSTO Y OLFATO
En la primera parte de la jornada se ha estudiado el impacto del tratamiento sobre el sabor y los cambios en el estado nutricional y se ha intentado dar una solución básica sobre la alimentación diaria.
Para ello, diferentes chefs de renombre han ideado recetas con cambios en las elaboraciones y componentes culinarios destinados a mejorar las alteraciones sensoriales que experimentaban los pacientes, ya que los cambios en el gusto y el olfato es un efecto secundario frecuente de la quimioterapia que afecta aproximadamente a más de la mitad de los mismos.
En este sentido, los profesionales de la cocina proponen cambios específicos de productos y de temperaturas que ofrezcan un plato apetecible y estimulante para abordar esa alteración, mejorando así la experiencia de comer para los pacientes, quienes se enfrentan a la dificultad de que todo tengan un sabor similar a cartón o metal.
“El Sabor Perdido está conformado por estas dos partes de colaboración de ciencia y gastronomía. Por un lado, abordamos el estudio científico de conocer qué es lo que ocurre, cómo lo desarrollamos y cómo hemos llegado hasta estas conclusiones y, por otro, elaboramos menús en base a conceptos científicos. Y es que, a medida que evolucionaba el proyecto, nos permitió ajustar modificaciones en las preparaciones culinarias desde un plato a un pincho y, nos permitió avanzar simultáneamente para identificar las causas de estas alteraciones en busca de soluciones”, ha subrayado Robledo.
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