MADRID, 30 (EUROPA PRESS)
El Museo Meadows de la Universidad Metodista del Sur (SMU, Dallas) ha anunciado este martes la adquisición de dos obras de mujeres artistas del siglo XVII: un bodegón de Josefa de Ayala (c. 1630-1684) y una cruz de celda pintada de María Josefa Sánchez (activa entre 1639 y 1652).
Ambas obras han sido adquiridas con fondos de la Fundación Meadows y estarán expuestas en las galerías del Meadows en otoño. En conjunto, las adquisiciones reflejan un vibrante clima artístico en la península Ibérica que otorgaba a las mujeres cierta libertad de expresión.
“Nos complace incorporar estas importantes obras a nuestra colección. El exquisito ejemplo de la obra de Ayala muestra la técnica magistral de la artista y su destreza para infundir a las composiciones de bodegones tanto belleza estética como un profundo significado simbólico, mientras que la conmovedora cruz de celda de Sánchez no solo demuestra su habilidad artística, sino que también destaca su papel en la conformación de la expresión religiosa y la espiritualidad de la época”, ha afirmado la directora del Museo Meadows, Amanda W. Dotseth.
Estas dos pinturas –las más antiguas de la colección de las que se tiene constancia– se incorporan al creciente número de obras de mujeres artistas de la colección, entre las que se encuentran Luisa Roldán (1652-1706), Francisca Efigenia Meléndez y Durazzo (1770-1825), María Blanchard (1881-1932), Helen Escobedo (1934-2010) y Cristina García Rodero (nacida en 1949).
El cuadro de Ayala presenta una serie de frutas, verduras y flores dispuestas sobre una repisa oscura, un recurso habitual entre los pintores de bodegones activos en Iberia, como Juan Sánchez Cotán y Juan van der Hamen. Algunas de las frutas y verduras que incluye Ayala tienen claras connotaciones bíblicas y cristológicas: el melón, las cebollas y los pepinos que sustentaron a los israelitas en el desierto; la manzana que hace su fatídica aparición en el Libro del Génesis; y las uvas maduras con las que se elabora el vino de la Eucaristía.
Por su parte, la obra de Sánchez exhibe un estilo afín al de Luis de Morales (1510/11-1586), cuyo arte se difundió ampliamente a través de grabados. En la composición, domina un Cristo crucificado, que mira hacia arriba y lleva una corona de espinas. Sus extremidades alargadas y sus rasgos expresivos evocan el estilo manierista. La sangre brota de las heridas infligidas por los clavos y de la frente de Cristo, y tiñe el inmaculado paño de pureza. A ambos lados de Cristo, los brazos de la cruz llevan representaciones de San Francisco de Asís marcado con los estigmas(izquierda) y San Antonio de Padua acunando al niño Jesús y sosteniendo la palma martirial (derecha).
BIOGRAFÍAS
Josefa de Ayala (c. 1630-1684) –también conocida como Josefa de Óbidos, por el nombre de la ciudad en la que pasó gran parte de su vida– nació en Sevilla antes de que su familia se trasladara a Portugal, el país natal de su padre. Como muchas mujeres artistas de la época, Ayala nació en el seno de una familia de artistas y fue formada por su padre, el pintor Baltazar Gomes Figueira.
Tenía estrechos vínculos personales y estilísticos con algunos de los artistas sevillanos más influyentes, que muy probablemente marcaron su desarrollo artístico, como Francisco de Herrera el Viejo (que también fue padrino de Ayala), Francisco de Zurbarán y Bartolomé Esteban Murillo, todos ellos representados en la colección del Meadows.
Durante su vida produjo unos 150 cuadros, lo que la convierte en una de las artistas más prolíficas de la época. Aunque se sabe poco de su vida, los archivos que se conservan muestran que complementó sus ingresos como artista con inversiones inmobiliarias, lo que sugiere que disfrutó de una mayor independencia financiera y éxito en una época en la que pocas mujeres alcanzaban tal estatus.
En el caso de María Josefa Sánchez, activa entre 1639 y 1652, probablemente en Castilla, se especializó en la elaboración de cruces de celda, objetos populares para el culto privado en España y Latinoamérica. Aunque algunos han argumentado que Sánchez pudo ser monja o novicia, el uso de la palabra doña en sus cruces firmadas sugiere que posiblemente fuera una noble; a pesar de la falta de documentación sobre su vida, la existencia de obras firmadas indica cierto nivel de reconocimiento y prestigio.
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