MADRID, 27 (EUROPA PRESS)
El maltrato durante la infancia es un factor de riesgo especialmente grave para los problemas de salud del individuo expuesto, ya que trae consecuencias para toda la vida, incluso durante el embarazo o la crianza de un hijo, según un estudio publicado por un equipo de investigadores dirigido por Claudia Buss, profesora del Instituto de Psicología Médica de Charité, en Berlín (Alemania).
Como consecuencia, las experiencias adversas durante la infancia de los padres pueden afectar al desarrollo y la salud de su propia descendencia, según este estudio, publicado en ‘The Lancet Public Health’. Entre las repercusiones se encuentran ramificaciones físicas, mentales, conductuales y sociales.
Los investigadores definen el maltrato como el abuso o la negligencia física, emocional o sexual por parte de un progenitor o tutor que provoca daño físico o emocional o amenaza de daño a un niño. Analizaron los datos de más de 4.300 madres estadounidenses y sus hijos de 21 cohortes de larga duración. Las madres relataron sus experiencias en la infancia y facilitaron información sobre los diagnósticos de salud de sus hijos biológicos hasta los 18 años, o bien esta información se recogió durante las visitas realizadas como parte del estudio. Este valioso caudal de datos que se extendía a lo largo de dos generaciones de una misma familia permitió a los investigadores identificar conexiones significativas.
MAYOR RIESGO DE ASMA, TDAH Y AUTISMO
Descubrieron que los hijos de madres que declararon haber sufrido experiencias adversas tenían mayor riesgo de padecer asma, trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y autismo. Estos niños también presentan una mayor incidencia de síntomas y comportamientos asociados a la depresión y los trastornos de ansiedad, lo que se conoce como trastornos de “interiorización”. Las hijas de madres de este grupo también tienen un mayor riesgo de obesidad que sus hijos. “Todas estas conexiones son independientes de si la madre tiene el mismo diagnóstico, lo que sugiere que el riesgo de ese problema de salud concreto no se transmite genéticamente”, explica Buss.
Los investigadores aún no han descifrado del todo los mecanismos exactos por los que el riesgo se transmite a la siguiente generación. Hay indicios de que las experiencias infantiles adversas podrían afectar a la biología materna durante el embarazo, como por ejemplo las hormonas del estrés.
Así, esto puede repercutir sobre el desarrollo fetal, de forma que la descendencia sea más vulnerable a padecer problemas de salud. Hay pruebas de que este tipo de cambios biológicos son más pronunciados en madres que han desarrollado problemas de salud mental, como depresión, como consecuencia de sus experiencias traumáticas. Si la salud mental de la madre se ve afectada por sus experiencias infantiles, esto también puede repercutir en la forma en que interactúa con su hijo una vez que nace, lo que probablemente sea un factor igual de importante en estos efectos multigeneracionales.
“Que sepamos, este es el primer estudio que examina múltiples problemas de salud a la vez en relación con traumas tempranos en madres de una muestra amplia, sociodemográfica y étnicamente diversa. En el pasado, esto se había hecho principalmente para enfermedades individuales”, explica la doctora Nora Moog, también del Instituto de Psicología Médica de Charité y primera autora de la publicación.
De acuerdo con este planteamiento, los investigadores demostraron que los hijos de madres expuestas a traumas tempranos tienen más probabilidades de desarrollar múltiples problemas de salud física y mental. El riesgo también es mayor cuanto más graves fueron las experiencias infantiles de la madre. “Al mismo tiempo, debo subrayar que nuestros hallazgos no significan que todos los hijos de madres con experiencias infantiles adversas acaben automáticamente con problemas de salud”, afirma Buss, contextualizando las conclusiones del grupo. “El riesgo es elevado, pero no conduce necesariamente a un problema de salud específico”, añade.
IDENTIFICACIÓN PRECOZ Y APOYO A LOS AFECTADOS
“Parto de la base de que un apoyo adecuado a las madres que sufren las consecuencias del maltrato infantil puede tener un efecto positivo en su salud y bienestar y en los de sus hijos. Eso significa que es muy importante identificar pronto a estas madres y a sus hijos”, señala la autora del estudio.
Una forma de hacerlo sería que los médicos abordaran las experiencias infantiles de los padres durante las revisiones prenatales o pediátricas y proporcionaran información sobre cómo ponerse en contacto con diversos programas de apoyo o servicios de asesoramiento. Este tipo de intervención temprana podría ayudar a dos generaciones: la de los padres, que sufrieron malos tratos y pueden estar padeciendo consecuencias para la salud; y la de los hijos, a los que se podría prevenir el desarrollo de problemas de salud.
El desarrollo de nuevas medidas terapéuticas específicas dependerá de que se comprendan mejor los mecanismos exactos por los que el elevado riesgo de problemas de salud se transmite a la siguiente generación, y el equipo de investigación está ya trabajando en ello.
Los investigadores también tienen previsto realizar estudios de seguimiento para investigar qué niños siguen siendo resistentes, es decir, no sufren consecuencias más allá de una generación. “¿Qué les hace diferentes a ellos, a sus madres y a su entorno social?”, se preguntan los investigadores. Aparte de eso, las experiencias infantiles del padre han recibido relativamente poca atención hasta ahora, pero hay indicios de que estas experiencias también pueden transmitirse a la siguiente generación, aunque en algunos casos por mecanismos distintos de los que intervienen en la transmisión madre-hijo. Los investigadores tienen previsto estudiar estas cuestiones con más detalle en futuros proyectos.
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