MADRID, 22 (EUROPA PRESS)
A lo largo de la vida se pueden experimentar diferentes experiencias adversas que pueden tener un gran impacto emocional, pero no todas ellas llegan a ser traumáticas, aunque, si estas han ocurrido durante la infancia o adolescencia, “el impacto puede ser mayor”, igual que si han sido causadas por personas del entorno cercano, según señala el psicólogo clínico y coordinador del encuentro sobre ‘Actualización Científica en el abordaje del trauma y otros trastornos asociados’, Walter Lupo.
En este aspecto, el experto explica que, ante una situación adversa, “puede haber una respuesta de estrés agudo durante el primer mes de ocurridos los acontecimientos, como recuerdos angustiosos recurrentes, evitación de los estímulos asociados a los incidentes, estado de alerta e irritabilidad, y alteraciones en el estado del ánimo”, pero sin llegar a tener un ‘trauma’ definido.
“La progresiva asimilación de la experiencia en el tiempo como un recuerdo sin perturbación o el hecho de que se transformen en traumas que afecten durante meses y años la vida de las personas dependerá de diferentes factores como la gravedad y duración de estas experiencias, la vulnerabilidad previa, la edad, el género y factores de tipo cultural”, explica.
Según señala el psicólogo, trauma significa herida y se refiere a “experiencias con alto impacto emocional en las personas, que producen una ruptura y desequilibrio en su estabilidad anímica, física y social, superando sus capacidades para asimilarlas”.
Así, los traumas pueden ser de diferentes tipos, como catástrofes naturales (terremotos, inundaciones, del medio ambiente) o provocadas por el hombre, como las guerras, el terrorismo, los desplazamientos masivos de personas o la violencia física. Otras experiencias son las que suceden en las relaciones entre las personas, como los diferentes tipos de abuso, físico, emocional y sexual, o la negligencia emocional, que pueden ocurrir en diferentes épocas de la vida, detalla el experto.
“Las enfermedades graves o pandemias también pueden incluirse como experiencias traumatizantes, así como los accidentes graves. Lo que tienen en común es que amenazan la seguridad vital y emocional, provocando un sentimiento de vulnerabilidad. Como podemos apreciar, todos los seres humanos pueden estar expuestos a enfrentarse a este tipo de experiencias en algún momento de su vida”, asegura.
No obstante, es necesario diferenciar entre Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) y el Trastorno de Estrés Postraumático Complejo ya que el primero se trata de un diagnóstico que describe los efectos patológicos duraderos de las experiencias traumáticas en el funcionamiento psicológico en diferentes aspectos y, el segundo, afecta a personas que han padecido maltrato o negligencia reiterada, especialmente durante la infancia y la adolescencia.
Las personas que presentan TEPT tienen síntomas intrusivos de reexperimentación de los sucesos, de evitación de los estímulos asociados, un estado de alerta y reactividad, alteraciones cognitivas y del estado del ánimo y una disminución en las capacidades de relación social y laboral. La prevalencia del TEPT abarca al 1-2 por ciento de la población y del 15 al 30 por ciento de los que tienen al menos una experiencia traumática.
En el caso del Trastorno de Estrés Postraumático Complejo, al ocurrir en edades más precoces, este influye en el desarrollo de la personalidad y, además de los síntomas de TEPT, presentan dificultades en la regulación de los afectos, sentimientos de vergüenza, culpa o fracaso, disociación, creencias de poco valor y serios problemas en las relaciones interpersonales que afectan de forma severa en la integración del Yo y la vida social.
En este contexto, el experto resalta que “el trauma psicológico es un factor de riesgo en los trastornos de ansiedad, depresivos, de personalidad, Bipolar, obsesivos-compulsivos, los relacionados con el trauma y el estrés como el TEPT y TEPT complejo y los trastornos del espectro de la esquizofrenia”.
“Los tratamientos empíricamente avalados por el NICE (National Institute for Clinical Excellence de USA y la OMS para el tratamiento del TEPT, son la terapia cognitivo conductual, EMDR, el tratamiento de exposición y el entrenamiento en inoculación del estrés en diferentes tipos de intervención, con publicaciones que confirman un nivel de eficacia en la disminución o desaparición de los síntomas del estrés postraumático”, añade.
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