MADRID, 10 (SERVIMEDIA)
El aumento de las temperaturas debido al cambio climático aumenta el riesgo de exposición humana a las llamadas micotoxinas, toxinas naturales producidas por hongos que se encuentran en determinados alimentos, piensos y cultivos.
Según un informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) publicado este lunes, estas toxinas pueden ser perjudiciales para la salud. La prevención del aumento de la contaminación requiere una acción conjunta en los ámbitos europeo y nacional en investigación, políticas y prácticas para reducir eficazmente los riesgos.
Un clima más cálido y húmedo en todas las regiones europeas promueve una mayor prevalencia de micotoxinas procedentes de hongos, según el informe, que explora los problemas de salud asociados en torno a las micotoxinas, particularmente en relación con su impacto en los cultivos alimentarios, y cómo un enfoque europeo más coordinado puede ayudar a abordar la propagación y prevenir la contaminación.
Las micotoxinas, compuestos nocivos formados naturalmente por hongos, plantean importantes riesgos para la salud.
HORMONAS
Las toxinas de los hongos pueden alterar las hormonas, debilitar el sistema inmunológico, dañar el hígado y los riñones, aumentar el riesgo de aborto espontáneo, dañar a los niños por nacer y actuar como carcinógenos.
La evidencia sugiere que ciertos grupos pueden tener un mayor riesgo de exposición a micotoxinas. Los niños pequeños (de uno a tres años) y los lactantes (menores de 12 meses) son especialmente vulnerables por su mayor ingesta de alimentos en relación con el peso corporal, al igual que las mujeres embarazadas y los trabajadores del sector agrícola, alimentario y de piensos.
Según el HBM4EU, proyecto europeo de biomonitorización química humana, un 14% de la población adulta en Europa está expuesta a la micotoxina deoxinivalenol (DON) a niveles que se consideran perjudiciales para la salud humana. Esta micotoxina en particular, se encuentra con frecuencia de forma natural en el trigo, el maíz y la cebada en las regiones templadas.
Las personas están expuestas a estas toxinas al comer alimentos contaminados (especialmente granos y cereales, y productos que los contienen, como el pan o la pasta). Lavar y cocinar estos alimentos no necesariamente elimina las micotoxinas. Esto es especialmente un problema, ya que algunos de los hongos que producen micotoxinas no son visibles o detectables por el olfato o el gusto.
Otra vía de exposición es a través del agua potable contaminada por la escorrentía agrícola. La inhalación y la absorción a través de la piel son otras posibles vías de exposición para las personas que trabajan con los cultivos o los alimentos que se han visto afectados.
IMPACTOS CLIMÁTICOS
Por otro lado, el cambio climático está alterando el comportamiento y la distribución de los hongos, lo que puede aumentar el riesgo de exposición a estas toxinas. El aumento de las precipitaciones, las inundaciones y la erosión del suelo también pueden transferir estas toxinas del suelo a los ríos y las aguas subterráneas.
Los fenómenos meteorológicos extremos, como las lluvias torrenciales o las sequías prolongadas, incrementan el estrés al que están expuestas las plantas, haciendo que los cereales -especialmente el maíz- sean más vulnerables a las infecciones fúngicas y a la contaminación por micotoxinas.
Las preocupaciones se extienden más allá de la salud humana, puesto que el aumento de la contaminación de los cultivos puede conducir a menores rendimientos, con las consiguientes pérdidas económicas.
Por último, un riesgo creciente de infecciones fúngicas puede desencadenar un mayor uso de fungicidas por parte de los agricultores. Esto puede, a largo plazo, conducir a un mayor riesgo de desarrollo de resistencia a los antifúngicos, elevando el riesgo de infecciones fúngicas difíciles de tratar en los seres humanos.
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