MADRID, 30 (EUROPA PRESS)
Una expedición de Payasos Sin Fronteras ha visitado los proyectos que la ONG Educo desarrolla en el campo de refugiados de Cox’s Bazar, en Bangladesh, el más grande del mundo. En este enclave, casi un millón de personas de la etnia rohingya viven en condiciones extremadamente precarias, de los cuales el 55% son niños y niñas.
Los rohingya, un grupo étnico apátrida que ha habitado Myanmar durante siglos, sufrieron un éxodo masivo en 2017 tras un estallido de violencia en el estado de Rakhine. Desde entonces, sobreviven en campamentos sobrepoblados “y prácticamente olvidados por la comunidad internacional”, según Educo.
En este contexto, la ONG trabaja para garantizar el derecho a la educación y la protección de la infancia rohingya y de las comunidades de acogida. La organización lidera una respuesta humanitaria que llega a 95.000 personas, especialmente niños, niñas y adolescentes, a través de programas de educación, protección infantil y fortalecimiento comunitario.
Desde 2018, Educo ha implementado centros de aprendizaje comunitarios, iniciativas de protección infantil y programas de adaptación al cambio climático, garantizando que la infancia más vulnerable acceda a educación, apoyo psicosocial y habilidades para la vida.
En esta visita, Payasos Sin Fronteras ha realizado varios espectáculos para 12.500 personas del campo. “Sabemos que la risa y las emociones positivas son herramientas poderosas de resiliencia. Ayudan a sobrellevar situaciones difíciles como las que se viven en Cox’s Bazar”, ha afirmado el coordinador del equipo expedicionario de Payasos Sin Fronteras, Donald Lehn.
Por su parte, la directora de Educo, Pilar Orenes, ha destacado la importancia de esta colaboración. “La visita de Payasos Sin Fronteras es un soplo de aire fresco para la infancia rohingya. En Educo trabajamos cada día para que la educación sea un refugio y una oportunidad para estos niños y niñas, y momentos de alegría como estos refuerzan su bienestar emocional y su derecho a una infancia digna”, ha afirmado.
Entre los menores que han disfrutado de los espectáculos, Sohana Akther, una adolescente de 14 años del campamento 8E, ha asegurado que el Circo de la Esperanza le ha hecho “olvidar” sus “preocupaciones” y le ha enseñado que puede ser “fuerte y creativa”. “No sabía que podía reírme tanto mientras aprendía algo nuevo. Especialmente la música, que es tan buena y emotiva”, ha relatado.
Mientras, Md. Idiris, un chico de 16 años del campamento 8E, ha señalado que le han encantado las actividades del circo porque eran muy divertidas. “Era la primera vez que veía algo tan divertido y didáctico de un extranjero. Me sentí increíble al formar parte de una actividad tan positiva y alegre”, ha enfatizado.
Por su parte, Md. Tofayel, un profesor rohingya de 28 años, ha ensalzado lo positivo de esta iniciativa. “No sólo aporta felicidad a los niños, sino que también les enseña importantes habilidades para la vida, como ponerse a salvo del fuego, de una forma que resuena en sus corazones y mentes”, ha destacado.
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