MADRID, 24 (EUROPA PRESS)
Educo ha denunciado este martes la falta de financiación que recibe la educación de los niños, niñas y adolescentes en los contextos de emergencias humanitarias.
“En el mundo, cada vez hay más emergencias humanitarias, más complejas y de mayor duración. Hablamos de guerras o de desastres causados por la crisis climática, entre otros. En situaciones como estas, el derecho a la educación de la infancia no está garantizado”, ha afirmado la directora general de la ONG, Pilar Orenes, con motivo del Día Internacional de la Educación este el 24 de enero.
En este contexto, ha señalado que “si no hay un compromiso a nivel internacional ni se aumenta la inversión económica por parte de los países”, se está dejando atrás “a miles de niños y niñas en todo el mundo”.
En la actualidad, a nivel global se destina un 3% de los fondos humanitarios a educación en contextos de emergencia. Sin embargo, desde Educo se estima que el porcentaje debería alcanzar el 10%, tal como reclama la Campaña Mundial por la Educación, de la que la ONG forma parte y coordina la actuación en España.
“Si no vuelven a estudiar cuanto antes, el riesgo de abandono escolar es muy alto, y con él, el trabajo infantil o los matrimonios precoces. Es básico para su futuro, pero también para su presente. Ir al colegio es retomar las rutinas que ayudan a sobrellevar el día a día en una crisis, es reencontrarse con otros niños y niñas, relacionarse con ellos y ellas y hacerlo en un espacio protegido”, ha dicho la directora general de la ONG.
Para Educo, la “infrafinanciación” ha empeorado en los últimos cinco años, donde en 2022 se cubrió el 28,9% de las necesidades. La ONG ha detallado que, en los últimos 5 años, un 40% de niños, niñas y adolescentes que viven en contextos de emergencia no han podido seguir estudiando y ha reclamado que los compromisos presupuestarios a la educación en contextos de emergencia suban al 10%.
ESTRATEGIAS A LARGO PLAZO
Asimismo, la ONG ha solicitado que se reconozca la necesidad de priorizar la educación en emergencias y los fondos destinados, que se trabajen estrategias a largo plazo que ataquen las causas sistémicas de las crisis para que se reduzca su impacto y se propicie la paz, y que el enfoque de género tenga un lugar preponderante.
Así, la ONG ha recogido los testimonios de varios menores que viven en un contexto de emergencia. Es el caso de Olga, que tiene 13 años y vive en Kíev (Ucrania). Durante unos meses huyó con su madre a Moldavia, pero luego regresaron. “Cuando volví a Ucrania, no aguantaba ir al colegio sin saber cuándo saltarían las sirenas y tendríamos que huir al refugio. Poco a poco me he acostumbrado, pero me sigo poniendo en lo peor”, dice Olga.
En el caso de Elena, la primera vez que ella y su hijo tuvieron que cambiar de ciudad fue en 2014, durante la crisis de Crimea. Desde que empezó la guerra en 2022 han tenido que mudarse dos veces más. Una de sus preocupaciones es la dificultad que tiene su hijo de continuar con los estudios. “Él ha podido continuar con los estudios gracias a Internet, pero no siempre hay y menos ahora con los cortes en el sistema eléctrico, por lo que puede estar semanas haciendo solo cinco o diez horas de clase”, explica esta madre de Ivano-Frankivsk.
En este punto, Educo recuerda que Ucrania es una de las más apoyadas financieramente por la comunidad internacional y que en 2022 recibió más del 11% de los de todos los fondos a nivel global, por encima de la crisis de Afganistán (8,7%) y Yemen (7,5%).
En Malí, Ticoro huyó con sus padres de su aldea porque se convirtió en un lugar inseguro para vivir. En su comunidad, asistía a la escuela. Ahora vive en Segou, donde ha tenido la oportunidad de retomar sus estudios en su nuevo hogar. “Me gusta volver a estudiar, pero echo de menos estar en mi aldea y espero que podamos volver pronto a vivir allí”, explica apenado.
OBLIGADOS A ABANDONAR SU ALDEA
Adama, de 8 años, vivía con su familia en la región de Mopti, epicentro de la crisis política y de seguridad que vive el país. Tuvieron que trasladarse a la ciudad de Koro, buscando refugio. “Mis padres y yo nos vimos obligados a dejar nuestra aldea. Hombres armados venían regularmente a amenazarnos antes de llevarse nuestro ganado. Nuestras escuelas están cerradas y el pueblo está casi vacío porque nadie se siente seguro allí”, dice Adama. Ahora ya está escolarizado y ha podido retomar su educación junto con más de un centenar de niños y niñas.
Según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), la financiación para cubrir las necesidades del sector educativo en Malí ascendía a 59,4 millones de dólares para 1,4 millones de niños, niñas y adolescentes en 2022. “Con un desembolso de cinco millones de dólares, siguiendo con el mismo patrón del año anterior, este monto dejará fuera al menos a la mitad de las y los menores de edad identificados”, ha advertido Educo.
Momtazul tenía 10 años cuando llegó al campamento de personas refugiadas rohingya de Cox’s Bazar en Bangladesh. “Los militares entraron en nuestra aldea. Torturaron a los hombres jóvenes y adultos y los mataron. Una noche, a la hora de la cena, vinieron y nos atacaron. Mi familia y yo lo dejamos todo y solo corrimos”, relata el chico que, con 15 años, recibe formación en el campamento tanto a nivel educativo como de protección.
“Antes de llegar a Bangladesh los días no eran mejores. Los niños no podíamos salir a la calle para ir a la escuela y jugar, solo teníamos miedo. Ahora voy al centro de aprendizaje, juego con mis amigos y mi hermano pequeño, ayudo a mi madre en las tareas domésticas y aprendo”, explica.
Uno de sus compañeros, el joven Jamal, está aprendiendo a arreglar móviles para conseguir un buen trabajo en el futuro y ayudar a los suyos. “Tengo un plan para formar a la gente de la comunidad en el mantenimiento de teléfonos móviles en el futuro, para que no tengan que viajar a la ciudad y gastar más dinero para arreglarlos. Cuando termine la formación, quiero ser independiente y mantener a mi familia económicamente. Además, compartiré mis conocimientos y aprendizajes con las personas necesitadas de mi entorno”, afirma.
Ante las necesidades humanitarias dentro y fuera del país, OCHA estimó para 2022 una financiación de 91 millones de dólares para responder a 1,4 millones de niños, niñas y adolescentes. Al cierre del año, se había cubierto un 9% del llamamiento. “Reconociendo que la infancia con necesidades educativas debido a esta crisis ascendía a 4,5 millones, los ocho millones de dólares desembolsados son una gota en el océano”, ha concluido Educo.
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