Finlandia incluye a la ultraderecha en la nueva coalición, en Suecia hay apoyo externo y Alemania y Francia mantienen el cordón sanitario
MADRID, 18 (EUROPA PRESS)
Cuando en el año 2000 en Austria se formó un Gobierno de coalición que incluía un partido ultraderechista, la UE, integrada entonces por quince estados, impuso sanciones al país. Ahora, más de dos décadas después, los partidos de extrema derecha han ganado peso en todo el bloque y forman parte incluso del Ejecutivo de uno de los países fundadores, Italia.
El Partido de la Libertad (FPO) de Joerg Haider fue el que abrió el camino. El 26,9% de los votos en las elecciones de 1999 le situó como segunda fuerza y llevó al Partido Popular (OVP) a formar coalición con esta formación, cuyo primer líder fue un antiguo miembro de las SS. La UE reaccionó suspendiendo los contactos bilaterales con el Gobierno austríaco, aunque la represalia solo estuvo unos meses en vigor.
En 2017 el OVP volvió a reeditar la coalición con el FPO, ahora comandado por Heinz-Christian Strache, quien terminó abandonando el gobierno y el partido en 2019. Esta vez, ni en Bruselas ni en el resto de capitales comunitarias suscitó tanto revuelo la presenta de la ultraderecha en el Ejecutivo austríaco.
La existencia de partidos de extrema derecha en la política europea posterior a la Segunda Guerra Mundial no es novedosa, pero este tipo de formaciones estaban relegadas a los márgenes. A partir del año 2000, y sobre todo a raíz de la crisis de refugiados de 2015, su presencia en la escena política europea se ha hecho mucho más evidente.
CORDÓN SANITARIO EN FRANCIA Y ALEMANIA
En Francia, el Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen fue durante mucho tiempo el espejo en el que mirarse para muchos partidos de extrema-derecha. En el año 2002, Le Pen consiguió pasar a la segunda vuelta en las presidenciales pero la unidad tanto de la derecha como la izquierda en torno al conservador Jacques Chirac impidió su victoria.
Su hija Marine Le Pen tomó las riendas del partido en 2011 y siguió los pasos de su padre, mejorando incluso sus datos pero con el mismo resultado, ya que en Francia sigue imperando el cordón sanitario a su partido, rebautizado como Agrupación Nacional en 2018 en un intento por dejar atrás su pasado.
Le Pen ha conseguido llegar a segunda vuelta tanto en las presidenciales de 2017 como en las de 2022, perdiendo en ambos casos frente a Emmanuel Macron tras obtener un 33,9% y un 41,46% respectivamente. En las parlamentarias, Agrupación Nacional duplicó los votos, alcanzando el 17,3%. Su mayor hito fue la primera plaza cosechada en las europeas de 2014, pero a nivel regional no consiguió ningún gobierno en las elecciones de 2021.
En Alemania, otro de los países clave en la Unión Europea, también ha imperado hasta la fecha el cordón sanitario a la ultraderecha. Aquí, Alternativa para Alemania (AfD) ha conseguido en los últimos años representación en todos los parlamentos regionales, cosechando la segunda plaza en algunas regiones, en general en la antigua RDA, pero no ha entrado en ningún gobierno.
El partido ultraderechista entró por primera vez en el Bundestag con el 12,6% de los votos en las elecciones de 2017, erigiéndose en la primera fuerza de oposición debido a que entonces los conservadores de la CDU de Ángela Merkel y los socialdemócratas del SPD sellaron una gran coalición.
La formación se creó en 2012 como un movimiento antieuropeo, pero ha ido evolucionando en su discurso, adoptando posiciones claramente contrarias a la inmigración que se vieron alentadas con la llegada de más de un millón de refugiados en 2015 al país.
Una reciente encuesta ha situado a AfD como la segunda fuerza, con el 18% y por delante del SPD del canciller, Olaf Scholz. Tras ello, el líder de la CDU, Friedrich Merz, aseguró que mientras siga al frente del partido conservador no pactará con AfD, al que tildó de “xenófobo y antisemita”.
MELONI, UNA PRIMICIA EN ITALIA
Entretanto, Italia cuenta desde el pasado mes de octubre con su primera jefa de Gobierno de un partido ultraderechista, Giorgia Meloni, líder de Hermanos de Italia (FDI). Esta formación, cofundada por Meloni en 2014, tiene sus orígenes en el Movimiento Social Italiano (MSI), heredero del fascismo, al que sucedió luego Alianza Nacional (AN).
En realidad, Meloni no ha hecho sino reeditar el bloque que configuró en su día Silvio Berlusconi y que le llevó al Gobierno en 1994. El líder de Forza Italia unió fuerzas con Alianza Nacional y la Liga Norte, un partido ultraderechista y que en su origen defendía los intereses de la parte septentrional del país.
Los tres partidos repitieron fórmula en 2001 y 2008, siempre con Berlusconi a la cabeza. Tras la dimisión del líder de Forza Italia en 2011, el equilibrio de fuerzas se reconfiguró.
La Liga Norte, ya con Matteo Salvini al frente, pasó a ser solo Liga, convirtiéndose en la tercera fuerza más votada en las elecciones de 2018 y a adelantar al resto de miembros del bloque. El partido pactó entonces con el Movimiento 5 Estrellas (M5S) una coalición de Gobierno con el jurista Giuseppe Conte a la cabeza.
Tanto la Liga como Forza Italia respaldaron en 2021 el nuevo Gobierno del tecnócrata Mario Draghi, mientras que Hermanos de Italia optó por quedarse al margen, una decisión que valió al partido auparse con el primer puesto en las elecciones del pasado septiembre y convirtió a Meloni en la primera mujer en liderar un Gobierno en Italia.
LOS CASOS DE HUNGRÍA Y POLONIA
La ultraderecha ya gobernaba desde hace tiempo en dos países del este: Hungría y Polonia. En ambos casos, las derivas emprendidas por sus respectivos gobiernos han llevado incluso a Bruselas a adoptar medidas de represalia.
En Hungría, el Fidesz de Viktor Orban gobierna desde 2010 y ha conseguido erigirse como el gran protector de la cultura europea, el cristianismo y la familia tradicional. Con el paso de los años, Orban ha ido modelando el sistema a su antojo, con la aprobación de una nueva Constitución, hasta el punto de que el Parlamento Europeo ha calificado a Hungría de “autocracia electoral”.
En el caso de Polonia, Ley y Justicia (PiS) también ha experimentado una trayectoria similar evolucionando desde el centro hacia la extrema derecha. Tras una primera etapa en el poder entre 2005 y 2007 en coalición con dos partidos aún más radicales, el PiS volvió al Gobierno en 2015 y desde entonces algunas de sus medidas, como las relativas a la independencia de los jueces, les han puesto en colisión frontal con Bruselas.
En Letonia, la coalición del primer ministro, Krisjanis Karins, cuenta entre sus cinco miembros con el partido Alianza Nacional, de corte ultraderechista y que ha estado en todos los gobiernos desde 2011.
El último caso de éxito de un partido de extrema derecha ha sido en Finlandia. Aquí, el Partido de los Finlandeses fue la segunda fuerza más votada el pasado 2 de abril y ha entrado a formar parte de la coalición que encabeza la conservadora Coalición Nacional de Petteri Orpo y en la que también están el Partido Cristiano Demócrata de Finlandia (PCDF) y el Partido Popular de Finlandia (PPF).
Por su parte Demócratas de Suecia, que ha venido experimentando un respaldo en ascenso hasta convertirse en el segundo más votado el pasado septiembre, se ha convertido en clave para la gobernabilidad en el país con su apoyo externo al Gobierno en minoría de derecha que lidera Ulf Kristersson.
También hay partidos ultraderechistas presentes en los parlamentos de otros países europeos. En Portugal, que como España se había mantenido ajeno a esta tendencia, Chega, un partido creado en 2019, se convirtió en tercera fuerza en las elecciones de 2022, mientras que en Grecia, Solución Griega ha conseguido representación parlamentaria en las recientes elecciones, cogiendo así el testigo al extinto Amanecer Dorado que en las europeas de 2014 fue la tercera fuerza.
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