MADRID, 14 (SERVIMEDIA)
La temperatura de la parte superior de los océanos batió el año pasado un nuevo récord de calor desde al menos 1955, año en que comienza la serie histórica.
Así lo indica un estudio realizado por 34 investigadores pertenecientes a 19 institutos de países como China, Estados Unidos, Francia, Italia y Nueva Zelanda. El trabajo está publicado en la revista ‘Advances in Atmospheric Sciences’.
La investigación resume dos conjuntos de datos internacionales que analizan las observaciones del contenido de calor oceánico y su impacto desde 1955. Uno es del Instituto de Física Atmosférica de la Academia de Ciencias de China (IAP, por su siglas en inglés), y el otro, de los Centros Nacionales de Información Ambiental de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, en inglés).
Los científicos constatan una ‘fiebre’ que aumenta anualmente. Durante la última década, cada año ha sido más caluroso que el anterior en los primeros 2.000 metros de profundidad de los océanos.
Según las mediciones de temperatura analizadas por el IAP, el océano mundial se calentó 15 zettajulios más que en 2022. Para la NOAA, ese calentamiento fue de nueve zettajulios.
Anualmente, todo el mundo consume alrededor de medio zettajulio de energía para alimentar las economías. Quince zettajulios suponen energía suficiente para calentar 2.300 millones de piscinas olímpicas (50 metros de largo, 25 de ancho y 2 de profundidad).
El océano es una parte importante del sistema climático de la Tierra, pues cubre el 70% del planeta y absorbe alrededor del 90% del calor del calentamiento global.
Además, ayuda a controlar la atmósfera: un océano más cálido conduce a una atmósfera más cálida y húmeda con un clima más salvaje. También controla la rapidez con la que cambia el clima de la Tierra.
Pese a la disparidad de los datos de 2023, las cifras del IAP y la NOAA muestran un calentamiento a largo plazo en los primeros 2.000 metros del océano.
EL NIÑO
El récord del año pasado se debe tanto al calentamiento a largo plazo como a las fluctuaciones a corto plazo de la temperatura del agua en el Pacífico debido al fenómeno climático de El Niño.
Los patrones de precipitaciones y evaporación también están cambiando, lo que altera la salinidad del océano. Las zonas saladas son cada vez más saladas y las zonas frescas, más frescas, con consecuencias para la vida marina y las corrientes oceánicas.
Las aguas menos densas, cálidas y dulces cercanas a la superficie tienden a permanecer cerca de la superficie y no pueden transportar calor ni dióxido de carbono a capas más profundas. Los científicos llaman a esta agua ‘estratificada’.
Los datos recientemente publicados muestran que la estratificación continúa aumentando, lo que reduce el oxígeno en el océano y su capacidad para absorber dióxido de carbono, con graves consecuencias para la vida animal y vegetal del océano.
El calentamiento del océano también potencia el clima extremo. El calor y la humedad adicionales que ingresan a la atmósfera hacen que las tormentas sean más severas con lluvias más intensas, vientos más fuertes e inundaciones más importantes.
Por ello, los autores del estudio abogan por dejar de quemar combustibles fósiles lo antes posible y no añadir más dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera gracias a la descarbonización de la economía con una apuesta por las energías renovables.
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