
La vuelta de Trump a la Casa Blanca abre la incógnita al rol que podría desempeñar en el contencioso
MADRID, 16 (EUROPA PRESS)
Cinco décadas después, la cuestión del Sáhara Occidental sigue sin resolverse. Todos los esfuerzos diplomáticos han fracasado hasta ahora y el proceso se encuentra en un ‘impás’ que ya ha llevado al actual enviado de la ONU, Staffan de Mistura, a advertir de que podría tirar la toalla si no hay avances. En estas circunstancias, la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca ha generado una cierta expectación sobre el papel que pueda desempeñar.
No en vano, su reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara en diciembre de 2020, semanas antes de abandonar el cargo y como moneda de cambio por el establecimiento de relaciones entre Marruecos e Israel, supuso un punto de inflexión cuyos ecos siguen sintiéndose en la actualidad y que dio alas a la diplomacia alauí para seguir sumando apoyos a su causa.
Uno de esos apoyos llegó hace ahora tres años en forma de carta, la que envió el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, al rey Mohamed VI. En ella, sostenía que el plan de autonomía para el Sáhara Occidental, formulado por Rabat en 2007, era “la base más seria, creíble y realista” para solucionar el contencioso.
Aquel respaldo permitió dar por zanjada la grave crisis diplomática con el reino alauí a raíz precisamente de la acogida en España del líder del Polisario, Brahim Ghali, para tratarse de COVID-19 en abril de 2021 –y que en realidad tenía como telón de fondo la postura española respecto al Sáhara– pero generó el rechazo unánime tanto de la oposición como de los socios de coalición y parlamentarios.
El Gobierno negó –y sigue negando– un giro en la postura, aferrándose a que su apuesta es por “una solución mutuamente aceptable en el marco de Naciones Unidas y según las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas”, pero también reconoció que con ello buscaba dejar de ser “espectador” para ser “actor” y contribuir a “desencallar” el conflicto.
NEGOCIACIONES ESTANCADAS
Tres años después, el proceso sigue donde estaba, encallado, pero Marruecos ha ido sumando nuevos apoyos a su propuesta de una autonomía para el Sáhara bajo su soberanía, el último de ellos, y el más relevante, el de Francia, mientras el Frente Polisario ha visto alejarse aún más su deseo de autodeterminación, un derecho que le sigue reconociendo la ONU.
La solución inicial sobre la mesa, la celebración de un referéndum de autodeterminación en la antigua colonia española que permitiera su independencia, ha quedado prácticamente descartada, ante el rechazo frontal de Marruecos y la dificultad para determinar quién votaría en esa consulta, toda vez que una parte de los saharauis viven como refugiados en Argelia y que la parte controlada por Rabat ha sido colonizada con el paso de los años por marroquíes.
A su vez, el Frente Polisario ha dejado claro que no acepta una autonomía no muy clara bajo el control de Rabat para los saharauis, mientras que el statu quo tampoco parece ser ninguna solución para las partes, máxime cuando además el alto el fuego que suscribieron en 1991 fue dado por roto por la parte saharaui en noviembre de 2020, con la consiguiente reanudación de las hostilidades y el peligro latente de que pueda terminar habiendo un choque directo entre Marruecos y Argelia.
TRUMP, IMPREDECIBLE
“Si antes era complicado hacer predicciones ahora lo es más con la imprevisibilidad que supone Trump”, reconoce en declaraciones a Europa Press Laurence Thieux, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense (UCM), aunque por ahora parece que el presidente estadounidense no tiene este conflicto entre sus prioridades más apremiantes en política exterior.
Esta experta en la región lamenta el “inmovilismo”, la falta de capacidad tanto de la ONU como de sus enviados para poder impulsar iniciativas y el “vacío de propuestas de otras soluciones” y ve más que probable que De Mistura dimita próximamente, lo que abriría una vez más el largo y complicado proceso de buscarle sucesor, con Marruecos y el Polisario vetando a posibles candidatos.
En su último informe al Consejo de Seguridad, De Mistura volvió a plantear una vieja propuesta: la partición del Sáhara Occidental, con la parte norte para Marruecos y la parte sur, que “podría basarse en los límites de la porción controlada por Mauritania” tras la retirada española entre 1976 y hasta 1979, para el Polisario. El veterano diplomático italo-sueco reconoció que ni Marruecos ni el Polisario habían mostrado “voluntad de explorar” más esta vía, que ya se rechazó en el pasado.
LA PARTICIÓN, ¿LA ÚNICA SOLUCIÓN?
Pese a ello, en opinión de Hannah Rae Armstrong, escritora y experta en el norte de África, “es la solución correcta y quizá la única”. En un reciente artículo en ‘Foreign Affairs’ defiende que con ello ambas partes “consiguen lo que quieren”. “Marruecos podría convertir su soberanía de facto y no legal sobre casi dos tercios del territorio en una posesión legal y el Polisario podría conseguir el reconocimiento de un Estado independiente y facilitar el retorno de los refugiados”, sostiene.
Según Rae Armstrong, Argelia no vería con malos ojos la partición, por lo que debería convencer al Polisario, de quien es su principal valedor internacional, de que lo acepte. También algunos líderes del Polisario le han trasladado que estarían dispuestos a discutir esta opción pero su presidente, Brahim Ghali, “no les ha autorizado aún a hacerlo”.
Además, añade, “el Polisario podría ejercer su derecho legal a la autodeterminación sometiendo la propuesta de partición a un referéndum en los campos de refugiados” de Tinduf, dejando eso sí claro que el acuerdo sería vinculante y que se renunciaría con ello a reclamar en un futuro el resto del territorio.
“La parte más dura de la ecuación es persuadir a Marruecos para que negocie”, reconoce Rae Armstrong. Tal y como subraya Laurece Thieux, en las circunstancias actuales, “Marruecos se siente envalentonado y no está dispuesto a ceder nada”, máxime cuando tiene el control de facto del territorio.
EL ACUERDO NEGOCIADO SIGUE SIENDO POSIBLE
Con todo, en opinión de Hugh Lovatt, experto del European Council on Foreign Relations, “un acuerdo negociado aún es posible, pero requeriría presión efectiva por parte de Estados Unidos y Europa para animar a Marruecos y el Polisario al compromiso con el objetivo de arrastrarles a lo que los negociadores llaman zona de acuerdo”.
En un artículo publicado por CIDOB, Lovatt advierte de que “la actual ventana diplomática para un acuerdo podría cerrarse pronto”, ante la amenaza de De Mistura de dimitir y la continuidad en entredicho de la Misión de la ONU para el Referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO).
Por ello, defiende que dada la cercanía de la Administración Trump con Marruecos puede influir en sus cálculos y presionarles también para que den más detalles del plan de autonomía. El Polisario, a su vez, “debería mostrar más pragmatismo” puesto que, en opinión de este experto, “con Marruecos ganando fortaleza a nivel regional e internacional, la estrategia militar no triunfará”.
Por su parte, Sarah Yerkes y Natalie Triche, expertas de Atlantic Council, defienden en un artículo que aunque Estados Unidos ha dejado de ser “un jugador neutral” con Trump al decantarse por Marruecos, puede “apoyar a Europa en sus esfuerzos para desescalar la situación en el terreno y ayudar a facilitar una vuelta a las negociaciones”.
En su caso, ambas sostienen que “un arreglo que conceda a los saharauis la gobernanza sobre cuestiones locales entro de la estructura del Estado marroquí, como sugiere el plan de autonomía de Marruecos, podría beneficiar a la población saharaui si se lleva a cabo de forma humana y con la vista puesta en mejorar las vidas de los saharauis”.
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