MADRID, 08 (SERVIMEDIA)
Costa Badía es una mujer con discapacidad, graduada en Bellas Artes, una artista que destila ingenio y reivindicación. Ha creado la Tullida Gallery, “un espacio, un refugio donde no tener que dar explicaciones y cobijar encuentros, exposiciones talleres, conferencias… ajustadas a mi situación”. Porque, como ella misma señala, “¿cómo voy a exponer en una galería de arte con escaleras si no puedo acceder?”.
Badía nació con un cromosoma recortado que marcó su vida porque ve poco, oye también poco y su movilidad es reducida. Pero nada de esto le hizo tirar la toalla, sino intentar todo lo que se proponía y conseguirlo. Por esto, su proyecto la Tullida Gallery “está en hibernación, porque no paro de trabajar”.
“Soy artista y gestora cultural y esta doble faceta me está ayudando a conocer a mucha gente con la que me encantaría colaborar tanto si tienen discapacidad como si no, pero desde luego sensibilizadas con este tema. Actualmente trabajo con diferentes personas organizando talleres y exposiciones y se está creando una comunidad muy bonita donde no hay lugar para el juicio. Vamos muy despacio porque el ritmo de una persona con discapacidad, a menudo, no es el mismo que el del resto de la sociedad. En un futuro me gustaría que la Tullida Gallery se convirtiese en espacio de referencia en Madrid y ojalá que en toda España”.
Hasta el 21 de mayo expone ‘Tacón, pie, bastón’ una obra inédita creada especialmente para las escaleras que ocupan la entrada del Museo CA2M de Móstoles (Madrid) porque Badía mantiene una ‘cruzada’ contra esta estructura arquitectónica que “son imposibles para algunos cuerpos”.
‘Tacón, pie, bastón’ invita, “desde la puerta de entrada, a descansar y fantasear con zapatos que no nos sirven, probar las prótesis que deseamos y que nos apoyan, reflexionar sobre si nuestros trayectos son accesibles, sobre las experiencias de tránsito, sobre cómo hemos llegado hasta aquí”.
Y Costa ha llegado hasta aquí porque desde pequeña siempre le gustó crear, el arte. “En mi familia siempre ha habido interés por esta cuestión. Mi abuelo dibujaba, mi bisabuela también, mi tía pinta, mi otro abuelo, mi tío y mi padre siempre han tenido afición por la fotografía. Así que algo se me debió contagiar. Fue poco a poco, supongo que es muy importante que lo que vives en la infancia. No tuve un despertar, simplemente surgió y acabé en la facultad de Bellas Artes”.
Su paso por la universidad no fue un camino de rosas para ella, lo recuerda como algo “bastante doloroso”. “Aunque aprendí mucho, y conocí a gente que ha sido muy importante en mi vida profesional”, subraya.
Cursó sus estudios en la Universidad Complutense de Madrid y explica que, aunque tiene una oficina para atender a las diferentes problemáticas que puedan tener los estudiantes con discapacidad, “el ambiente que había era un poco hostil”.
“Tenía que estar constantemente demostrando que mi discapacidad era real, que yo no pedía un trato de favor, sino poder estudiar en las mismas condiciones que mis compañeros, y para eso había que hacer algunas adaptaciones que algunos compañeros y profesores se tomaban como si les estuviera desafiando”, lamenta.
Al recordar su pasado universitario, esta artista con discapacidad, que ha escrito un libro titulado ‘Los museos no son para sentarse. Crónica de un verano’, denuncia las características de la sociedad en la que vivimos. “Todo lo que no sea estar sano, delgado, ser joven… está mal visto, es un error y hay que esconderlo. Yo quiero vivir en una sociedad donde se me acepte tal como soy, en este caso con mi discapacidad. Soy así, no voy a cambiar, no puedo cambiar”.
INCLUSIÓN
Por esto, sus trabajos, sus charlas en talleres, buscan la inclusión de las personas con discapacidad. “Quiero que se me haga un hueco tal cual soy, no que se espere a que deje de tener sordera o ceguera, o ‘mágicamente’ deje de cojear y aguante una caminata de cinco horas por el campo un domingo. Queda mucho para que la gente entienda que hay cuerpos diferentes. Creo que debemos seguir visibilizándonos y explicando nuestras necesidades, para que la sociedad entienda que no somos niños y que valemos para vivir en sociedad igual que cualquier otra persona”.
“Sé que hace falta mucha paciencia y seguir insistiendo en que comportamientos como el paternalismo o similares no ayudan a que lleguemos a una verdadera igualdad. Hasta que la sociedad, las empresas y el mundo laboral comprenda que podemos ser igual de profesionales que cualquier otra persona sin discapacidad y que apueste por nosotros” no habrá igualdad, sentencia Costa Badía.
Ha sido jurado en los Premios Nacionales de Discapacidad Reina Letizia 2022, una experiencia que le hizo “mucha ilusión”. “Me sentí muy honrada de que el Real Patronato sobre Discapacidad me seleccionara como representante de la cultura con discapacidad. Me permitió conocer proyectos innovadores de categorías que no conozco tanto como proyectos de ciudades accesibles, o hitos en el deporte adaptado. Hay gente haciendo cosas muy necesarias que es importante que se les reconozca, y se entienda que estas cosas son para todo el mundo, no solo para las personas con discapacidad”.
Badía concluye que el binomio arte y discapacidad es complicado y más ganarte la vida en este sector si eres una persona con discapacidad pero, como es habitual en ella, desdramatiza la situación. “Vivir del arte siempre es complejo. Ya entramos en la facultad sabiéndolo y convivimos con ese fantasma que es la precariedad durante toda la carrera. La mayoría de las personas que conozco del mundo del arte lo complementan con otro trabajo que, a veces, está ligado a la cultura, y otras veces no”.
Ella nunca se rinde ni ve barrera imposible de traspasar. Al fin y al cabo, todo esto es una dificultad más en su vida y ella de superación ella sabe mucho más que los demás. Por eso, pide en su libro “más empatía con las personas con discapacidad”. “Es fácil, sólo es cuestión de proponértelo”, remacha.
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