MADRID, 11 (EUROPA PRESS)
Comer como respuesta a la ansiedad o la tristeza está relacionado con daños cardíacos, según una investigación publicada en la revista ‘European Journal of Preventive Cardiology’, que descubre que comer emocionalmente se asocia a problemas cardiovasculares, y que el estrés contribuye a esta relación.
“Los comedores emocionales consumen alimentos para satisfacer su cerebro en lugar de su estómago”, afirma el autor del estudio, el profesor Nicolas Girerd, coordinador del Centro de Investigación Clínica (CIC-P) y cardiólogo del Hospital Universitario de Nancy (Francia). “La alimentación consciente puede ayudar a romper este hábito. Significa tomarse un tiempo para comer, solo o acompañado, estar en el momento y ser consciente de lo que se está haciendo, y no distraerse con el teléfono o la televisión”, comenta.
“El estrés podría ser una de las razones para comer en respuesta a sentimientos en lugar de hambre”, ha dicho la autora principal, la doctora Sandra Wagner, epidemióloga nutricional del CIC-P. “Sabemos que los comedores emocionales son menos conscientes del hambre y la saciedad, pero el ‘mindful eating’ llama la atención sobre estas sensaciones físicas”, añade.
La actividad física –ya sea un paseo o un ejercicio más intenso– es otra forma de evitar comer emocionalmente porque alivia el estrés y proporciona una actividad sustitutiva. Tan solo 10 minutos al día de meditación o ejercicios de respiración también pueden ayudar a recentrarse y reducir el estrés. “En resumen, utiliza las tres M para abandonar el hábito de comer emocionalmente: muévete, medita y come con atención”, expresa Wagner.
Este fue el primer estudio que evaluó la asociación entre los comportamientos alimentarios en individuos sanos y el daño cardiovascular 13 años después. El estudio incluyó a 1.109 participantes de la cohorte ‘Stanislas’, en la que se inscribieron padres y adolescentes de la región de Lorena, en el noreste de Francia, entre 1993 y 1995. La alimentación emocional, que es la tendencia a comer en exceso en respuesta a emociones negativas como la tristeza o la ansiedad, se evaluó mediante el Cuestionario Holandés de Conducta Alimentaria.
Entre las medidas de daño cardiovascular se incluyeron la velocidad de onda de pulso carótido-femoral y la disfunción diastólica, que indican rigidez en las arterias y el corazón, respectivamente. Según estudios anteriores, el aumento de la velocidad de las ondas de pulso, es decir, la rigidez de las arterias, se asocia a un mayor riesgo de cardiopatía e ictus. La disfunción diastólica, que significa que el corazón se relaja insuficientemente tras la contracción, se correlaciona con una mayor probabilidad de desarrollar insuficiencia cardiaca.
Las asociaciones entre la alimentación emocional y el daño cardiovascular se analizaron tras ajustar por edad, sexo, nivel educativo, diabetes, hipertensión, la diferencia de edad media entre la medición del comportamiento alimentario y el daño cardiovascular, el índice de masa corporal, los niveles de lípidos en sangre, la actividad física, otras medidas del comportamiento alimentario y la aparición de enfermedades cardiovasculares durante el seguimiento.
Entre los 916 adultos, la mediana de edad en el momento de la medición de la conducta alimentaria era de 44,7 años y casi la mitad (49,7%) eran mujeres. La mediana de tiempo transcurrido entre la medición del comportamiento alimentario y el daño cardiovascular fue de 13,4 años. La alimentación emocional se asoció a una mayor velocidad de la onda del pulso (arterias más rígidas) y a un aumento del 38 por ciento del riesgo de disfunción diastólica (corazón más rígido).
Los autores realizaron un análisis de mediación para explorar posibles explicaciones de las asociaciones. Descubrieron que el nivel de estrés explicaba el 32 por ciento de la asociación entre la alimentación emocional y la disfunción diastólica. “El sistema de recompensa puede estar particularmente implicado en la alimentación emocional, ya que comer puede reducir la ansiedad y comer alimentos reconfortantes puede atenuar la respuesta al estrés agudo”, afirma el artículo.
La ingesta de energía no medió en ninguna de las asociaciones. Según el profesor Girerd, “cabría esperar que los comedores emocionales consumieran alimentos ricos en calorías, lo que a su vez provocaría problemas cardiovasculares, pero no fue así”. “Una explicación es que medimos la ingesta media de calorías y los comedores emocionales pueden darse atracones cuando están estresados y comer menos en otros momentos. Este patrón yo-yo puede tener efectos negativos sobre el corazón y los vasos sanguíneos en comparación con una ingesta estable de alimentos”, ha comentado.
Los autores concluyen que los esfuerzos por prevenir las enfermedades cardiovasculares deben abordar los comportamientos alimentarios además del contenido nutricional. Según Wagner, “las técnicas para abordar la alimentación emocional ya se utilizan para ayudar a las personas obesas”. Así, este estudio sugiere que dichas estrategias deberían extenderse a todos los comedores emocionales, independientemente de su peso, para detener los daños cardiovasculares más adelante en la vida.
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