MADRID, 12 (SERVIMEDIA)
La atmósfera recibe cada año alrededor de 2.000 millones de toneladas de polvo en suspensión, un proceso natural en mayor medida, aunque también es fruto de actividades humanas por una gestión deficiente del agua y de la tierra.
La ONU celebra este miércoles la primera edición del Día Internacional de la Lucha contra las Tormentas de Arena y Polvo tras una resolución aprobada por su Asamblea General el pasado 8 de junio, que fija esta conmemoración el 12 de julio de todos los años.
Naciones Unidas apunta, en un mensaje recogido por Servimedia, que al menos un 25% de las emisiones mundiales de polvo proceden de la actividad humana y, en algunas zonas, el polvo del desierto se ha duplicado en el siglo XX. Los efectos de este fenómeno son difíciles de controlar, ya que la intervención humana en una parte del mundo puede provocar tormentas de arena y polvo en otra región.
Las tormentas de arena y polvo ocurren principalmente en regiones áridas y desérticas, pero pueden recorrer largas distancias y afectar a regiones mucho más alejadas. Incluso los elementos más pequeños pueden tener efectos sustanciales en el funcionamiento de los ecosistemas y en el sistema terrestre en general.
Las partículas de polvo que hacen circular las tormentas de arena y polvo aportan nutrientes a los ecosistemas marinos, pero también pueden provocar la pérdida de corales y la aparición de huracanes. Pueden causar enfermedades respiratorias, trastornos cardíacos e irritación de los ojos y la piel, así como propagar otras enfermedades, como la meningitis. Además, pueden afectar a la aviación y al transporte terrestre.
Igualmente, las prácticas agrícolas y la productividad pueden verse afectadas por las tormentas de arena y polvo, que también tienen capacidad de contribuir a los procesos de desertificación. Las prácticas sostenibles de gestión del agua y la tierra pueden reducir el impacto de las tormentas de arena y polvo.
PREOCUPACIÓN MUNDIAL
Uno de los fenómenos más sobrecogedores de la naturaleza son los nubarrones de arena y polvo que lo arrasan todo a su paso, convirtiendo el día en noche y causando estragos desde el norte de China hasta el África subsahariana.
Las tormentas de arena y polvo representan un gran desafío para el desarrollo sostenible en sus dimensiones económica, social y medioambiental. En las últimas décadas, se han convertido en una preocupación mundial por sus graves repercusiones en el medio ambiente, la salud, la agricultura, los medios de subsistencia y el bienestar socioeconómico.
Las tormentas de arena y polvo son un elemento esencial de los ciclos bioquímicos naturales de la Tierra, pero también obedecen en parte a factores inducidos por el ser humano, como el cambio climático, la gestión insostenible de la tierra y el uso del agua.
Asimismo, contribuyen al cambio climático y a la contaminación atmosférica. Los efectos de las tormentas de arena y polvo afectan a todas las regiones del mundo, tanto a los países desarrollados como a los que están en vías de desarrollo.
En respuesta a varias resoluciones recientes de la Asamblea General sobre la lucha contra las tormentas de arena y polvo, las entidades participantes en la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación lanzaron oficialmente la Coalición de las Naciones Unidas para la Lucha contra las Tormentas de Arena y Polvo, que compromete al sistema de la ONU a adoptar un enfoque proactivo para combatir estos fenómenos y a mejorar la cooperación y la coordinación en este ámbito a escala mundial, regional y subregional.
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