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Burhan y Hemedti han presentado sus demandas para evitar la posibilidad de una guerra civil en Sudán

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MADRID, 30 (EUROPA PRESS)

El jefe del Ejército de Sudán y presidente del Consejo Soberano de Transición, Abdelfatá al Burhan, y su ‘número dos’ en el organismo y líder de las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), Mohamed Hamdan Dagalo, alias ‘Hemedti’, han expuesto sus condiciones para evitar una guerra civil a la que podría llegar el país africano si no se detienen los combates entre ambas facciones.

Burhan declaró el viernes a la cadena Al Hurra que no es posible negociar con ‘Hemedti’ por liderar “una rebelión que debe terminar” y que las RSF deben integrarse en el Ejército de Sudán.

Además, denunció que las RSF usan a los civiles como escudos humanos y que no tienen ningún control del territorio sudanés más allá de barrios residenciales en Jartum y otros territorios en Darfur, y que el Ejército resolvería la situación “en poco tiempo”, pero priorizando la preservación de infraestructuras y la protección de civiles, según recoge el portal Sudanakhbar.

Por su parte, las RSF han asegurado controlar el 90 por ciento del estado de Jartum.

“No queremos destruir Sudán”, ha declaro ‘Hemedti’ en una entrevista con la BBC, mostrando su disposición a negociar y culpando de la violencia a Burhan, al que ha acusado de introducir en el Gobierno a funcionarios leales al expresidente Omar Hasán Al Bashir, sobre el que pesa una orden de arresto del Tribunal Penal Internacional (TPI) por crímenes de guerra.

El líder de las RSF ha asegurado que su intención es formar un gobierno civil “lo antes posible” para proteger al país de “los restos del Gobierno que hubo durante los últimos 30 años”.

INICIO Y DESARROLLO DEL CONFLICTO

Los enfrentamientos estallaron el sábado 15 de abril tras semanas de tensiones entre el Ejército y las RSF en el marco de las conversaciones con organizaciones civiles de cara a la formación de un nuevo gobierno de transición.

Durante los enfrentamientos, que se han concentrado principalmente en la ciudad de Jartum, capital de Sudán, han sido confirmados 528 muertes y 4.599 heridos, cifra que podría ser mucho mayor, además de provocar el desplazamiento interno de más de 75.000 personas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió el pasado 25 de abril de un “peligro muy alto de riesgo biológico” después de que una de las partes en conflicto se hicieran con las instalaciones de un laboratorio que contendría diversos patógenos en la capital del país africano.

Debido al estallido de violencia, los países con personal diplomático y otros nacionales en el país comenzaron a evacuar a lo largo de la semana.

A pesar de las presiones de la comunidad internacional y del anuncio de varias treguas, ambas partes han continuado con sus planes tras acusarse mutuamente de no cumplir con el alto el fuego, cuyo principal objetivo era permitir las evacuaciones y ayudar a la población civil a acceder a recursos de primera necesidad.

Numerosas ONG’s han advertido de la violencia ejercida contra civiles, así como del saqueo de propiedades civiles, de hospitales y de instalaciones humanitarias.

El ex primer ministro sudanés, Abdalá Hamdok, ha advertido este sábado que si el actual conflicto deriva en una guerra abierta ésta “sería una pesadilla para el mundo”, y podría ser peor que los conflictos de Siria, Yemen o Libia por el tamaño del territorio y su diversidad, en el que conviven varios grupos étnicos y religiosos.

De hecho, ya han muerto decenas de personas durante los enfrentamientos entre tribus árabes y masalit en la capital del estado sudanés de Darfur Occidental, una zona ya castigada por crímenes de lesa humanidad y de guerra perpetrados tanto por el Ejército como por las RSF contra determinados grupos étnicos acusados de rebeldes, según denunció Amnistía Internacional en un informe.

La ONU también advirtió que el conflicto puede poner en peligro la situación en el Sahel, una región donde la inseguridad y la inestabilidad política han conducido a estos países a una situación humanitaria “catastrófica” que podría empeorar aún más.

ANTECEDENTES

Las raíces del conflicto se remontan al “desastroso reinado” de 30 años de Al Bashir, en el que fragmentó las diferentes ramas del Ejército de Sudán, organizador de varios golpes de estado, con el objetivo de no ser derrocado, según la organización Crisis Group.

Así, las RSF pasaron a ser una milicia paramilitar para combatir la insurgencia en Darfur; ‘Hemedti’ llegó a liderarlas gracias a una base política local y vínculos en el extranjero creadas por sus actividades mercenarias y en la minería de oro.

Millones de personas se levantaron en 2019 por la mala situación económica y propiciaron la caída de Al Bashir, por lo que el Ejército y las RSF colaboraron para no perder el poder.

Esta colaboración fue inestable desde sus inicios, y se terminó de resquebrajar tras el intento de golpe de estado de Burhan contra el Gobierno civil del entonces primer ministro Hamdok en 2021, que asumió el cargo tras un acuerdo entre militares y civiles después del derrocamiento de Al Bashir.

El fracaso del golpe llevó al líder de las RSF a alinearse con las demandas civiles frente a un Burhan más vinculado a los islamistas de la era Al Bashir.

En diciembre de 2022, el Ejército de Sudán y la coalición civil Fuerzas para la Libertad y el Cambio (FFC), apoyada por las RSF, firmaron un ‘acuerdo marco’ para relanzar el proceso de transición con el objetivo de celebrar elecciones en el plazo de dos años.

Además, el acuerdo mantenía la independencia de las RSF al depender de un jefe del estado civil en vez del Ejército, aunque debían estar integradas dentro del mismo.

Las tensiones entre ambas partes se incrementaron entre febrero y marzo tras una campaña de reclutamiento de ambas fuerzas, especialmente en Darfur, bastión de ‘Hemedti’. Finalmente apaciguaron la situación tras crear un comité de seguridad conjunto.

Sin embargo, no consiguieron llegar a la fecha límite para acordar definitivamente la integración de las RSF, que pedían un periodo de diez años frente a los dos que requería el Ejército.

Entonces volvieron a reclutar y a movilizar tropas en áreas estratégicas y, el 13 de abril, el Ejército acusó a las RSF de movimientos no autorizados, por lo que dieron un ultimátum para su retirada. Los combates comenzaron dos días después.


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