MADRID, 20 (EUROPA PRESS)
La primera ministra de Reino Unido, Liz Truss, está en la cuerda floja pese a que lleva poco más de un mes en el poder. La actual regulación teóricamente le blinda en el cargo pero, con la tormenta política en pleno apogeo, sus compañeros pueden recurrir a distintas fórmulas para presionar e incluso forzar su desahucio de Downing Street.
El primer ministro que menos tiempo ha estado en el cargo fue George Canning, en 1827: gobernó sólo 118 días, aunque en su caso porque falleció por problemas de salud. A estas alturas, nadie se atreve a dar por hecho que Truss no romperá este récord, en la medida en que necesita aguantar hasta el 3 de enero de 2023 y la presión sobre ella crece por momentos.
Sus controvertidas seis semanas en el poder, en las que suma ya dos salidas de ministros clave y un fallido plan fiscal, han llevado a parte de sus compañeros a pedirle abiertamente que dimita. Truss prometió el lunes que lideraría el Partido Conservador hasta las próximas elecciones y el miércoles, en la Cámara de los Comunes, insistió: “Soy una luchadora, no alguien que abandona”.
La regulación ‘tory’ facilita la presentación de una moción de censura interna contra la primera ministra –la fórmula ya se utilizó contra Theresa May y Boris Johnson, los dos últimos mandatarios– pero estipula un blindaje de un año desde que asumió el poder. Es decir, no sería posible la moción hasta septiembre de 2023.
Sin embargo, esto no exime a los diputados de enviar cartas al Comité 1922, responsable de activar el proceso, para dejar clara su oposición al actual liderazgo. Cabría entonces la posibilidad de que el presidente de este grupo, Graham Brady, se viese obligado a asumir que es necesario cambiar las normas y autorizar una moción con efecto inmediato.
Este posible cambio ya fue objeto de debate después de que Johnson superase la votación que se presentó contra él en junio y que teóricamente impedía una segunda iniciativa hasta pasado un año. El anterior ‘premier’, sin embargo, terminó dimitiendo víctima de la presión interna.
De hecho, Truss tendría poco margen de maniobra si, como ocurrió con su predecesor, se hace evidente que carece de apoyo de los pesos pesados del partido. En el caso de Johnson, el detonante final de la salida fue una cascada de renuncias en el seno del Gobierno.
EN BUSCA DE SUSTITUTOS
Si Truss dimitiese, los ‘tories’ se verían obligados a buscar cuanto antes un sucesor. Hasta el momento, parece que precisamente la falta de un nombre de consenso es uno de los principales lastres para que los conservadores lleven al límite la presión sobre la jefa del Ejecutivo.
Fuentes citadas por ‘The Times’ apuntaron recientemente la posibilidad de un acuerdo para que una dupla de candidatos se repartiese el poder, señalando en concreto un plan en la sombra para encumbrar a Rishi Sunak y Penny Mordaunt. Oficialmente, nadie reconoce estas maniobras, aunque Sky News sí señala que los ‘tories’ pueden pactar un reparto sin necesidad de recurrir a la militancia.
La vía más arriesgada para los intereses del Partido Conservador es la que le reclama día sí, día también el Partido Laborista: convocar elecciones anticipadas. Los sondeos anticipan que, si se pronunciasen los diputados británicos, el laborismo regresaría al poder y los conservadores caerían a mínimos históricos.
Ni Truss ni el resto de sus compañeros abogan por sacar las urnas, al menos no de forma inminente, sabedores de que tienen las de perder y de que, con el actual calendario electoral encima de la mesa, aún tienen margen para intentar recomponerse antes de principios de 2025.
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