MADRID, 29 (SERVIMEDIA)
Aumentar la duración, la intensidad y la frecuencia de la actividad física moderada o vigorosa puede reducir el riesgo de insuficiencia cardíaca.
Así se desprende de un análisis de seis años con datos del Biobanco del Reino Unido sobre más de 94.000 personas adultas sin antecedentes de insuficiencia cardíaca en el momento de la toma de información.
El estudio, publicado este lunes en la revista ‘Circulation’ de la Asociación Estadounidense del Corazón, es uno de los primeros en utilizar niveles de actividad medidos objetivamente para calcula el riesgo de insuficiencia cardíaca independientemente de factores sociodemográficos, clínicos o de estilo de vida.
Los resultados son consistentes con investigaciones previas que encontraron que realizar de 150 a 300 minutos de ejercicio moderado o de 75 a 150 minutos de ejercicio vigoroso cada semana puede reducir la incidencia de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares.
La insuficiencia cardíaca es una afección crónica y progresiva que se desarrolla cuando el corazón no es capaz de bombear suficiente sangre para satisfacer las necesidades de sangre y oxígeno del cuerpo, y puede provocar fatiga y dificultad para respirar.
“Existen muchas maneras potenciales en que la actividad física regular puede reducir el riesgo de desarrollar insuficiencia cardíaca”, indica Frederick K. Ho, coautor principal del estudio y profesor de salud pública en la Universidad de Glasgow (Reino Unido).
Ho añade al respecto: “Por ejemplo, la actividad física ayuda a prevenir el aumento de peso y las condiciones cardiometabólicas relacionadas, como la presión arterial alta y la diabetes tipo 2, todos los cuales son factores de riesgo de insuficiencia cardíaca. El ejercicio físico regular también puede fortalecer el músculo cardíaco, lo que, a su vez, puede prevenir el desarrollo de insuficiencia cardíaca”.
CASI 95.000 ADULTOS
Los investigadores analizaron los registros de salud de 94.739 adultos de entre 37 y 73 años en el Biobanco del Reino Unido. Los participantes se inscribieron entre 2006 y 2010 en Escocia, Inglaterra y Gales.
Los datos para este estudio se recopilaron entre 2013 y 2015. Durante ese periodo de tiempo, se invitó aleatoriamente a los 94.739 participantes a inscribirse en el estudio a través de la dirección de correo electrónico que habían proporcionado al Biobanco del Reino Unido.
Los participantes tenían una edad promedio de 56 años en el momento de la inscripción, el 57% eran mujeres y el 96,6%, adultos blancos.
En el momento en que se invitó, inscribió y analizó a cada participante, no se les había diagnosticado insuficiencia cardíaca ni habían tenido un ataque cardíaco. Todos usaron un acelerómetro de muñeca durante siete jornadas consecutivas y las 24 horas del día para medir la intensidad y la duración de la actividad física. Después de la inscripción, los datos se recopilaron a través de registros hospitalarios y de defunción vinculados.
Durante una mediana de seguimiento de 6,1 años después de realizar la medición de la actividad física, el análisis encontró que los adultos que registraron entre 150 y 300 minutos de actividad física moderada en una semana tenían un 63 % menos de riesgo de insuficiencia cardíaca.
Quienes realizaron entre 75 y 150 minutos de actividad física vigorosa en una semana tenían un 66% menos de riesgo de insuficiencia cardíaca en comparación con los participantes que realizaron una actividad física mínima, moderada o vigorosa.
“Estos hallazgos indican que cada movimiento físico cuenta. Una caminata tranquila de 10 minutos es mejor que sentarse y no hacer actividad física. Y, si es posible, trate de caminar un poco más rápido, lo que aumenta la intensidad y los beneficios potenciales del ejercicio”, recalca Ho.
Las personas cuyos factores de riesgo de insuficiencia cardiaca incluyen tener un índice de masa corporal que cumple con los criterios de sobrepeso u obesidad, presión arterial alta y glucosa o colesterol elevados podrían beneficiarse particularmente de aumentar su actividad física, según Ho y sus colegas.
“En general, la actividad física moderada es más fácil de incorporar a las rutinas diarias y generalmente es más segura. La actividad física vigorosa a veces es la más eficiente en el tiempo y puede ser más adecuada para personas ocupadas. Sin embargo, se recomienda precaución a todos al comenzar un nuevo régimen de actividad física para prevenir lesiones o eventos adversos agudos (como un ataque al corazón en una persona anteriormente sedentaria que inicia un programa de ejercicio vigoroso)”, apostilla Ho.
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