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‘Miquel Navarro convierte El Castell de Riba-Roja en un lugar “cálido y desconcertante” mediante su obra ‘Territori humà’.’

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VALÈNCIA, 24 (EUROPA PRESS)

El Espai d’Art Contemporani ‘El Castell’ (E CA) de Riba-roja de Túria acoge desde el miércoles la exposición ‘Territori humà’ de Miquel Navarro, que transforma la sala en un espacio “acogedor y extraño”, a modo de amplia retrospectiva de las grandes ciudades de zinc, terracota y aluminio, junto a dibujos y serigrafías de guerreros luchando y un paisaje escultórico inédito de la albufera

“‘Territori humà’ viene a ser el modo en el que el hombre parcela su espacio para vivir”, ha subrayado en un comunicado Navarro. Un territorio humano integrado por sus grandes ciudades de zinc y terracota, y aluminio, junto a una serie de dibujos y serigrafías de gran formato de guerreros luchando.

Destaca, asimismo, el montaje inédito de un paisaje escultórico representando la Albufera de València, como si fuera una marisma con diferentes tierras de colores y pequeñas arquitecturas. Todo ello, coincidiendo con la reciente plantación de una nueva de sus totémicas esculturas en una de las entradas al municipio de Riba-roja, que será próximamente inaugurada.

Esa parcelación del espacio, al que se refiere Miquel Navarro con este ‘Territori humà’, tiene a su vez que ver, como señala el propio artista de Mislata, con la manera en que igualmente lo parcela el animal, “porque el humano es también animal y el animal un poco humano”, resalta quien fuera Premio Nacional de Artes Plásticas en 1986, para apostillar: “Tengo un perrito al que solo le falta hablar”.

El comisario de la muestra, Fernando Castro, ha señalado: “Miquel Navarro construye su idea de ciudad, pero interesándose sobre todo por el tono de su deseo, lo que no impide que el discurso visual tenga algo de metafísico, esto es, que se manifieste su interés por un toque de intemporalidad o, mejor, de ausencia de tiempo”.

‘Territori humà’ reúne, mediante la serie de sus características ciudades, guerreros serigrafiados e igualmente singulares obras en torno a los cactus, el complejo hábitat de las obsesiones por lo amable y lo extraño que termina componiendo esa mirada sobre el paisaje urbano de un artista que cuenta con más de medio millar de obras en el IVAM, donadas en 2005.

Miquel Navarro ha definido su obra -tal y como recoge Castro en su escrito curatorial- “como un paisaje escultórico generado por medio de instalaciones y montajes en el que se desintegra topográficamente el universo referencial”. El comisario de la exposición alude al crítico de arte Kevin Power, quien dijera que “las dos metáforas más importantes de la obra de Miquel Navarro son las del poder (la Torre alzándose en vertical) y la del deseo (los elementos repetidos por el suelo), ambas en un juego de tensiones complejas”.

SUELO

El propio artista lo declara: “El suelo es elemento principal, porque la obra surge del suelo conforme va andando por él la persona. Es así como se define la relación humana, la relación que mantiene mi obra con los seres humanos. Pero la escultura tiene que salir del suelo, lo mismo que crecen las plantas de él o al igual que surge el hombre y sus casas de él”, en un extracto de la entrevista que le realizó Liam Kelly, citada por Castro en su escrito.

“En la obra de este creador hay determinados aspectos, como los insectos, la proximidad en algunos momentos a la ciencia-ficción o lo gótico, que le acercan a la concepción surrealista del espacio, especialmente a los horizontes de [Yves] Tanguy”.

Miquel Navarro recuerda, en este sentido, la profunda impresión que, siendo pequeño, le causó la película de ciencia-ficción ‘El experimento del doctor Quatermass’ (Val Guest, 1955), “porque llegaba un hombre del espacio que había cogido uno de esos virus espaciales, el brazo se le convertía en un elemento vegetal y acababa siendo un monstruo”.

Los ecos de la ciencia-ficción y de los paisajes metafísicos convierten el E CA de Riba-roja de Túria en un territorio humano, a veces demasiado humano, parafraseando al filósofo Friedrich Nietzsche, poblado de múltiples dibujos y esculturas sensoriales dando forma a las evocaciones del artista, que invita al espectador a realizar su propia lectura.

“Las ciudades son como partituras musicales, pero no suenan, aunque hay algunas que sí. Son partituras, en todo caso, que al ponerlas en distintos sitios se transforman en piezas diferentes, porque no suenan igual si van a un museo u otro. Algunas de las que van al E CA ya han sido expuestas en otros espacios, pero de la manera en que las expongo aquí, no. Las claves están dadas, pero el ritmo es diferente en cada ocasión”, concluye.


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