VALÈNCIA, 9 (EUROPA PRESS)
El IVAM se transforma en la casa de las empleadas del hogar de la mano de la ilustradora, Ana Penyas, Premio Nacional de Cómic 2018, y la investigadora social Alba Herrero, para reflexionar sobre la evolución social de los cuidados remunerados y cómo, en una historia circular, no ha dejado de ser un trabajo “feminizado, invisibilizado y precarizado”.
La directora del IVAM, Nuria Enguita, juntos a las artistas, han presentado en rueda de prensa la última exposición del año ‘En una casa. Ana Penyas y Alba Herrero. Genealogía del trabajo del hogar y de los cuidados’, que podrá verse en la Galería 3 hasta el próximo 23 de abril.
Enguita encargó Penyas y Herrero este “proyecto necesario” para reivindicar que el trabajo de los cuidados y del hogar “no es un problema secundario del ámbito privado” sino debe ser “dignificado y reconocido afectivo, laboral y socialmente y se debe democratizar” y porque “corresponde también a la función de un Museo ser espacio de reflexión” ya que “la imagen refleja y construye ideologías y a naturalizar estructuras sociales”.
Así, al igual que ‘Las Madonnas’ y ‘Las Piedades’ “construyeron la imagen de la mujer consagrada a los cuidados, ahora es necesario construir otra imagen que acompañe esa deseable transformación social de la realidad de los cuidados”.
Ana Penyas y Alba Herrero aceptaron “el reto” de esta propuesta “híbrida” y durante más de un año y medio prepararon esta muestra –es la primera vez que trabajan juntas y se adentran en la disciplina contraria– a partir de 23 entrevistas a 35 mujeres nacidas entre 1930 y 1997 y de distintas procedencias, pero también se ha recogido la visión de sus empleadores para poder recorrer los cambios temporales, espaciales y sociales vinculados a este trabajo.
La exposición recoge así tres procesos de trabajo entrelazados de esta investigación: la obra gráfica de Ana Penyas, el relato coral que ofrece el estudio y el fanzine de creación colectiva ‘Derechos y dignidad. Trabajadoras del hogar y de los cuidados realizados por u grupo de 14 trabajadoras del sector.
Al respecto, la investigadora Alba Herrero ha destacado que han trabajado poniendo la mirada en “lo cotidiano” para “poder entender la memoria colectiva que no es la historia en mayúscula, la memoria hegemónica, sino la subalterna, la historia que aparece en segundo plano” la de mujeres como Pepa, Catalina, Paqui, Marcela o Lichi quedan lugar a una serie de “contradicciones que nos permiten entender una realidad tan poliédrica” como esta.
‘En la penúltima casa el ‘señorito’ me insultó’; ‘Hago cosas que no se corresponden con lo acordado’; ‘Llegue a València con los pechos reventados de leche porque dejé a mi bebé de cinco meses’; ‘Me sentía sola’, ‘Viví cinco años sin ser legal’; ‘Tiré pa’lante y sobreviví’, ‘Hago que se respete mi trabajo’ son algunos de los recuerdos que dan forma a este recorrido histórico de la cuidadora desde el franquismo hasta nuestro días.
Así, la “criada de toda la vida” de antes de la Guerra Civil, en la que se entremezclaba la concepción de la criada erótica que seduce a los hombres, con la víctima por el cambio que comenzaba a experimentar el modelo de mujer se limitó en los años 40 “a la criada víctima, pobre y sumisa” que provenía de los pueblos.
Sin embargo, en los años 60 vuelve a darse “un choque de trenes” con un nuevo cambio en el papel de la mujer por su incorporación al mundo laboral y las novelas y películas –como las de Gracita Morales– retratan el estereotipo de la pueblerina que llega a la ciudad despistada y se hace la moderna, hasta llegar a la ‘Aida’ contemporánea y al regreso de la figura de la interna, procedente sobre todo de países de América Latina, para responder a un nuevo cambio de modelo de familia que ya no pueden a los abuelos porque ni siquiera hay espacio en las casas actuales.
HISTORIA CIRCULAR
El resultado, agrega Ana Penyas, es que han demostrado que la historia de los trabajo de los cuidados no es lineal sino circular y ahora se reproducen vulneraciones de derechos que no se veían desde los años 40 o 50 como resultado de una Ley de Extranjería que permite estos abusos porque “si se pagan unos sueldos dignos muchas familias no se podrían permitir este servicio”. Por ello, reclaman “una relectura abierta sobre los modelos de familia y de trabajo, las trayectorias de la movilización colectiva para la reivindicación de derechos y condiciones de trabajo dignas”.
Al respecto, la ilustradora ha explicado que al no ser un libro ha tenido más libertad para jugar con “formatos y colores” y poder atender a las emociones de “silencio, vergüenza y rabia” que escuchaba y que ha plasmado con diferentes tipologías para reflejar mejor cada bloque de tiempo.
La muestra está apoyada por un soporte documental –libros, revistas, anuncios– que ilustra los imaginarios que la publicidad y las construcciones sociales se han ido haciendo de estas empleadas a lo largo del tiempo.
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