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VALÈNCIA, 22 (EUROPA PRESS)
El ilustrador Michael Barros, residente en Sedaví (Valencia), una de las localidades de la zona cero de la dana, ha creado unos azulejos con los que, al igual que los colocados tras la riada de 1957 en la capital del Túria, recordar unas inundaciones que el 29 de octubre de 2024 asolaron parte de la provincia. De una idea inicial de 98 placas, que empezó distribuyendo andando y luego en bici, ha superado ya las 1.000 en una iniciativa en la que trabaja bajo pedido, con un precio de cinco euros para cubrir gastos, y regalando otras a comercios, colegios o lugares con significado en esta tragedia.
“Vivo en la zona afectada pero tengo la suerte de que las pérdidas han sido mínimas; como todos, hemos perdido vehículos, pero vivo en un cuarto piso, cerca de las vías del tren donde se hizo el famoso tapón de coches”, relata este joven ecuatoriano que llegó a España en 2001 y pronto se mudó a l’Horta Sud, donde pasó la noche en la que “se destrozaba todo el pueblo”.
El 30 de octubre confiaban en que llegarían las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado o “quien fuese” para “por lo menos decirnos qué teníamos que hacer o cómo teníamos que proceder”. “Fue la peor sensación que tuvimos, porque íbamos un poco zombis, perdidos, sin saber qué caminos coger porque no existían” y no había nadie que “nos coordinase o, por lo menos, nos dijese volveros a casa”, relata.
Tras un mes limpiando barro, Michael explica que ya “tenía un poco la idea” porque conocía la historia de València y de Tous, con la pantanada, y sabía que había placas conmemorativas. “Un tío mío que siempre nos impulsaba a leer siempre nos decía que tienes que conocer la historia del suelo que pisas para poder entender a su gente y desde que llegué aquí he sido muy fanático de la historia y de la cultura”, ha descrito, y así supo que tenía que hacer un azulejo “pensando en mis allegados, mis amigos y en negocios que son de toda la vida”.
Una vez llegó el momento de que debía entrar la maquinaria pesada a los pueblos, se pudo tomar un tiempo y volver a su trabajo habitual, ponerse delante del ordenador y plantearse un proyecto. “Aparte de diseñar, hago personalización, serigrafía y tenía en casa 98 azulejos y dije: perfecto”, ha indicado, y así comenzó.
Los primeros los cargó en su mochila y los repartió en “algunos negocios que veía que ya estaban empezando a reformar o a tener movimiento”, explica. Hubo gente que se los quería comprar y esos los vendió a tres euros para cubrir gastos. Con el cambio de año y subida de precios, tuvo que recalcular y ahora los vende a cinco.
Michael lleva desde julio como autónomo y trabaja desde casa aunque justo antes de la dana estaba buscando un local para intentar avanzar. “Menos mal que no lo pillé”, afirma, y señala que puede mantener este proyecto que seguirá haciendo “mientras la gente me siga pidiendo”.
Michael empezó a llegar a más poblaciones afectadas con una bici prestada, porque la dana también se llevó la suya. Empezó a tirar mano del “boca a boca” y fue alcanzando a más gente interesada y a localidades como Paiporta, Albal, Catarroja o Massanassa.
“Independientemente de que sea de Sedaví, para mí toda esta es mi zona porque, al fin y al cabo, pues hacemos vida entre todos los pueblos”, ha dicho, y ha expresado su objetivo de que haya un azulejo “por cada pueblo afectado”.
CAMBIO EN LOS RECUERDOS
Todo el dinero que recauda lo reinvierte en nuevos azulejos que entrega bajo pedido en el kiosko El Redolí, de Benetússer, y recibe encargos en Instagram en su cuenta @maikecu. El ilustrador asegura que el sentimiento de los afectados al ver las placas ha ido cambiando: “Al principio había mucho enfado, las cosas como son, te lo recibían, querían recordarlo pero era un recuerdo con enfado; luego había gente que un poco celebraban porque contaban, mira, dentro de todo lo malo, doy gracias de estar vivo porque pasé cuatro horas en una reja abrazado sin moverme”.
“Ahora es más como, venga, va, vamos a seguir adelante”, apunta el ilustrador, que quiere que ayuden a recordar al igual que hicieron en el 57 “y aún se habla de ello, ¿no?”. “Que se recuerde lo bueno y lo malo y la colaboración de la gente, como toda una generación demostró que no es de cristal; como también todo un país, toda una provincia y recordar también que la naturaleza no se puede parar, pero las decisiones políticas pueden ayudar a que todo sea más llevadero o que no haya tantas pérdidas”, resume.
Quienes más le piden los azulejos son negocios; en edificios e incluso particulares piden más de uno “porque se lo quieren regalar a la del estanco de debajo de su casa o a la del bar donde se echaba el cortado, o ponerse uno en su casa y otro en el portal”.
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