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Campa, fango o desastre: la AVL rastrea la historia de las palabras que “irrumpen en nuestras vidas” desde la riada

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El ente normativo del valenciano incluirá ‘dana’ en la próxima actuación del ‘Diccionari Normatiu’

VALÈNCIA, 30 (EUROPA PRESS)

La barrancada que el 29 de octubre de 2024 devastó gran parte de la provincia de Valencia y costó la vida a más de 220 personas ha introducido en las conversaciones cotidianas términos referidos a la tragedia. Dana, campa, fango o desastre son algunas de estas palabras que, según la Acadèmia Valencia de la Llengua (AVL), han “irrumpido en nuestras vidas” y que ahora el ente normativo del valenciano estudia e incorpora a su corpus lingüístico.

De hecho, la próxima actualización del ‘Diccionari Normatiu Valencià’ contemplará ‘dana’, resultado de la lexicalización de la sigla DANA, que ya estaba en el Portal Terminológico Valenciano, y que significa ‘depresión aislada en niveles altos’.

La AVL señala que antes se usaba ‘gota freda’ (gota fría), pero defiende que “la terminología se renueva constantemente para intentar ser más precisos”. “A los usuarios de la lengua nos da igual que se diga de una manera u otra. Lo único que querríamos es que nos avisaran con la suficiente antelación cuando se prevea que pueda producir un fenómeno meteorológico tan destructivo”, reflexiona en uno de sus artículos de ‘La paraula del dia’.

Como curiosidad, expone que la palabra fue acuñada por la Agencia Estatal de Meteorología en “un velado homenaje al meteorólogo Francisco Garcia Dana, que ejerció como jefe del Centro de Predicción del Instituto Nacional de Meteorología, precedente del actual Aemet”.

Indisolublemente ligada a la ‘dana’ aparece ‘campa’, un vocablo que la AVL califica de “emergente”. De hecho, desde el 29 de octubre su uso se ha disparado. Los buscadors de internet así lo certifican, ya que si se consulta ‘dana + campa’ 12.900.000 resultados.

En estos resultados se entremezclan el castellano y el valenciano con hay una constante compartida: “‘campa’ aparece asociada a ‘dana’. “Casi se podría decir que se han constituido en pareja de hecho”, apunta la AVL. “¿Son castellanas o valencianas? Las palabras no son propiedad de nadie. Solo de los usuarios que las gastan”, apostilla.

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El ente normativo explica que el origen de ‘campa’ es “dudoso”. No es una palabra nueva, puesto que ya existía tanto en valenciano como en castellano, pero también es cierto que en el sentido concreto con que se ha estado usando en los últimos meses no consta en los diccionarios.

En valenciano aparece registrada la locución ‘terra campa’. La primera compilación lexicográfica donde apareció es el ‘Vocabulario valenciano-castellano’ de Josep Maria Cabrera (1868) que daba como equivalente castellano ‘erial’. En español, ‘tierra campa’ aparece previamente en el ‘Nuevo diccionario de la lengua castellana’, de Vicente Salvá (1846), lo que podría llevar a pensar que se trata de una locución castellana calcada después en valenciano. Pero hay algunos datos que contradicen esta primera hipótesis, advierten los especilistas.

En primer lugar, que el autor del diccionario, Vicente Salvá, era de origen valenciano. Reconocen que no es un dato determinante, y menos teniendo en cuenta que el lexicógrafo vivió en Alcalá de Henares, Mallorca, y posteriormente, a causa de su compromiso con la causa liberal, tuvo que exiliar, primero en Londres y después en París. No obstante, estos datos biográficos son útiles para comprender la filosofía, impregnada del carácter pragmático del inglés, con que elaboró su diccionario. Según reza en la portada, “comprende la última edición íntegra, muy rectificada y mejorada del publicado miedo la Academia Española, y unas veinte y seis mil voces, acepciones, frases y locuciones”.

Una de estas innovaciones era precisamente ‘tierra campa’. Quizás la había oído así en castellano, o quizás le resultaba conocida porque la había escuchado en valenciano. Lo que sí se puede constatar es que ‘tierra campa’ no aparece ni una sola vez en el Corpus Diacrónico del Español, con 250 millones de registros, con documentos que van desde los inicios del idioma hasta el año 1974.

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Pero realizando una prospección por otras vías, se encuentra documentada la expresión en 1821 en la Gaceta de Madrid, antecesor del actual BOE, donde, en relación a la venta de una propiedad, se dice que “cuenta con cuarenta y nueve jornales de tierra campa”. Es relevante aclarar que esa propiedad era la masia de l’Espinar, villa de Llíria donde había muerto, tiempo atrás, Germana de Foix, virreina de València, y que en aquel momento estaba adscrita al monasterio de San Miguel de los Reyes, sede actual de la AVL. Cosas del destino.

En cuanto a la locución valenciana ‘terra campa’ sí aparece documentada en textos antiguos. La primera vez, en 1360; concretamente, en un documento de embargo y venta de un albergue del municipio de Alboraia. Y de este uso reiterado de ‘terra campa’ en valenciano a lo largo de los siglos es fácilmente comprensible que se pasara a decir ‘campa’ con valor nominal. Igual que se ha llegado a móvil o a portátil a partir de las locuciones nominales teléfono móvil y ordenador portátil.

El significado de la palabra ha tenido un carácter genérico. En esencia, es un terreno plano, sin cultivar, al que es posible dar múltiples usos. Por eso, uno de los sentidos campa, a partir de las necesidades actuales, ha sido almacenar automóviles durante algún tiempo para llevarlos o para venderlos.

“NECESIDADES QUE SURGEN EN CADA MOMENTO”

Para la AVL, “no hay ninguna razón para pensar que campa es un castellanismo, ya que los indicios apuntan más bien en la dirección contraria”. “Es más probable que su uso en castellano sea un valencianismo, aunque tampoco importa demasiado. La lengua, la nuestra y todas, funcionan así. Tomando palabras de aquí y de allá para expresar las necesidades que surgen en cada momento”, asevera la AVL.

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Además de este artículo publicado hoy por la Acadèmia, y que recoge Europa Press, desde la jornada de la dana la institución ha elegido como palabra del día otras dos relacionadas con las inundaciones. Así, el 5 de noviembre reflexionó sobre la etiología de ‘desastre’, que ya aparece documentada en el siglo XIV, asociada en toda clase de infortunios: guerras, homicidios, incendios u otros acontecimientos calamitosos.

Pero, en el territorio valenciano, los desastres están especialmente asociados a las lluvias torrenciales. Entre los más recientes, la riada del 57, la pantanada del 82 y, ahora, el desbordamiento del río Magro. “Al meu país la pluja no sap ploure: o plou poc o plou massa”, cantaba Raimon.

Al valenciano ‘Desastre’ llegó de la forma homónima del occitano, que a su vez la había tomado del italiano ‘disastro’, formada por la combinación del prefijo peyorativo dis- y el sustantivo astro. En latín, la forma ‘disastrum’, formada a partir del griego ‘ástron’, se usaba para designar una ‘observación astronómica. La disgregación de un cuerpo celeste se interpretaba como un augurio de desgracias y catástrofes. De hecho, como huella de aquella tradición cultural todavía decimos de alguien que ha nacido con buena o mala estrella, queriendo indicar ‘que tiene buena (o mala) suerte’.

Y el 21 de de noviembre reflexionó sobre ‘fang’ (fango), “casi una señal de identidad para los valencianos” y procedente del germánico fani. Su primera referencia documentada se remonta a 1280 –con la grafía ‘fanch’, propia de la época– en un apunte del Llibre de la Cort del Justícia de València. Y usada para aludir a comportamientos deshonestos, aparce en un sermón de san Vicente Ferrer de 1410, donde insta a los feligreses a “del fanch de la luxúria”.


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