“Les ayudamos a vencer al enemigo común de una madre, que es la culpabilidad”, expresa una de las educadoras
MADRID, 25 (EUROPA PRESS)
Seis madres se sientan en círculo rodeadas de cojines, juguetes y sonajeros mientras atienden las explicaciones de la educadora infantil Gloria Bernal sobre la diferencia entra la leche materna y la artificial. Exponen su experiencia, preguntan inquietudes e inician debates. Se sienten cómodas y están tranquilas, aunque con un ojo puesto en sus bebés, que gatean por la sala en busca de algún entretenimiento o permanecen dormidos en sus carritos. Aunque hace unos meses no se conocían entre ellas, la confianza y la complicidad es latente.
Este entorno de seguridad es posible gracias a que todas ellas forman parte de la red de espacios de crianza para padres y madres en situación de vulnerabilidad económica y social con hijos menores de tres años, un programa lanzado por la Fundación ‘La Caixa’ en el que participan 221 familias en la Comunidad de Madrid.
El espacio del barrio de Ciudad Lineal es uno de los cinco que operan en la Comunidad de Madrid. A él acuden alrededor de unas 50 familias un par de veces a la semana para recibir apoyo social y una ayuda económica de 750 euros repartidos en tres entregas.
El programa está diseñado para que las familias asistan durante dos cursos, uno de lactantes y otro de caminantes, según los llaman, en función de la edad del niño. Y recientemente han ampliado el tiempo de asistencia para seguir en contacto puntualmente con aquellas madres cuyos hijos ya sean mayores de tres años, pero deseen seguir realizando las actividades.
Durante la hora que dura la charla dirigida por la educadora infantil en la que el tema principal es los tipos de lactancia, una madre se ha tenido que levantar para amamantar a su bebé; otra, para atender al suyo recién despertado y una tercera, para cambiarle el pañal. Así que la conversación va discurriendo con interrupciones que las propias madres aprovechan para plantear sus dudas sobre otros temas relacionados con la maternidad.
Una de las madres que acude religiosamente todas las semanas es Roxanne Choque, argentina de 36 años, junto a su bebé de casi dos, Bruno Ismael. A su marido lo amenazaron de muerte en su país de origen en 2022, así que no tuvieron más remedio que salir de allí y optaron por trasladarse a Madrid junto a su otro hijo, de nueve años.
A la semana de llegar, se enteró de que estaba embarazada. La marcha forzada obligó a Roxanne a abandonar sus estudios de Enfermería y, tras llegar a España en situación irregular, la familia quedó abocada a la vulnerabilidad económica. “Empecé a trabajar en una casa cuidando a un niño, pero lo tuve que dejar porque, cuando nació Bruno Ismael, no conseguí inscribirlo en ninguna escuela infantil pública y me tenía que hacer cargo de él”, relata a Europa Press. Su marido sí que encontró finalmente un trabajo en el sector de la construcción en Toledo, lo que le obliga a salir de casa antes de que amanezca y a volver sobre las nueve de la noche.
COMPARTIR LA EXPERIENCIA DE LA MATERNIDAD COMO TERAPIA
Encontrar el espacio de crianza para familias vulnerables fue una bocanada de oxígeno para ella y su familia. “Durante el embarazo lo pasé muy mal en casa, porque estaba sola y vomitaba todo, hasta el agua”, recuerda. Una sensación que empezó a revertirse cuando se apuntó al programa y conoció a otras madres con las que compartir la experiencia de la maternidad. “Para mí es como una terapia en la que compartes tus sentimientos con otras”, expresa Roxanne.
La educadora infantil que imparte la sesión incide en la importancia de hacer una crianza en tribu, es decir, que se genere un vínculo de confianza entre las madres que asisten. “Escuchar de mí y de las otras compañeras que están haciendo las cosas bien como madres les da paz mental. Aquí les ayudamos a vencer al enemigo común de una madre, que es la culpabilidad”, expresa Bernal, que lleva casi dos décadas trabajando en el Grupo Amigó con proyectos similares.
Bernal explica que el requisito principal para poder acceder es estar en una situación de vulnerabilidad económica, aunque también hay muchas que acuden “con carencias afectivas, tanto del niño como de la propia madre”. “En el caso de las madres monoparentales, por ejemplo, la vulnerabilidad suele ser más alta. En torno al 30% de las que acuden se encargan ellas solas de los hijos”, relata la educadora infantil.
AYUDA PARA REGULARIZAR SU SITUACIÓN
Más allá de la asistencia emocional, en el proyecto también participa Judith Barrantes, trabajadora social que les ayuda a regularizar su situación, en aquellos casos en los que sea necesario, así como con cualquier tema de burocracia. “Tenemos mamás que han sido grandes profesionales en sus países y que llegan aquí y les toca limpiar casas por no poder homologar sus estudios”, lamenta Barrantes, en declaraciones a Europa Press.
Tras una hora de conversación con la educadora y de haber tratado varios temas relacionados con la maternidad, las madres salen de la sala para reunirse de nuevo y tomar un café. Es el momento de seguir con una charla más distendida frente a unas tazas y unas galletas de por medio. Ahí es donde terminan de reforzar los lazos creados. “Quizá un poco el punto es ese, sentirse comprendida y ver que lo que una siente también lo comparte con las otras”, celebra Roxanne.
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