Famoso por su temeridad en el albero, el diestro murió en el antiguo hospital de toreros de Madrid donde hoy se ubica la residencia Goya
MADRID, 31 (EUROPA PRESS)
Una placa recuerda desde este miércoles a Ignacio Sánchez Mejías, el torero al que dedicaron sus versos los poetas de la Generación del 27, en el emplazamiento donde falleció en agosto de 1934, en la esquina entre las calles Goya y del Doctor Esquerdo de Madrid.
Allí se ubicaba el sanatorio de los doctores Crespo y González, conocido popularmente como el hospital de los toreros, a pocos metros de la antigua plaza de toros sobre la que hoy se levanta el WiZink Center.
El maestro, intelectual y artista en pleno contexto de las vanguardias y de la Edad de Oro del toreo –como ha recordado durante el acto de inauguración de la placa el director de la revista taurina ‘Minotauro’, Antonio Pradel–, fue trasladado a este hospital sobre cuyo pasado se erige la residencia para mayores Goya de la Comunidad de Madrid después de sufrir una cornada en la plaza de Manzanares (Ciudad Real) el 11 de agosto de 1934.
En el sanatorio madrileño sucumbió a la gangrena dos días después (13 de agosto) de que el morlaco ‘Granaíno’, de la ganadería de los hermanos Demetrio y Ricardo Ayala, lo hiriera en el muslo derecho.
Casi nueve décadas después de su muerte, Madrid recuerda a este matador, que además de ser coétaneo de otras figuras del toreo como Belmonte, fue también amigo de escritores como Federico García Lorca –quien le dedicó el célebre ‘Llanto’–, Gerardo Diego, Dámaso Alonso o Luis Cernuda.
El propio Sánchez Mejías promovió el encuentro en el Ateneo de Sevilla para conmemorar el tercer centenario del fallecimiento del poeta cordobés Luis de Góngora del que nacería la Generación del 27, entre la que había numerosos aficionados a la fiesta.
EL ‘LLANTO’ DE LORCA
Tanto es así que tras su trágica muerte, que ahora recuerda esta placa en pleno corazón del barrio de Salamanca, poetas como Miguel Hernández, Rafael Alberti o García Lorca le dedicaron su arte, hasta el punto de que el lorquiano ‘Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías’ está considerado –junto con las ‘Coplas’ de Jorge Manrique o la ‘Elegía a Ramón Sijé’ de Miguel Hernández– como “uno de los grandes exponentes de la elegía” en castellano, como ha destacado el viceconsejero de Familia, Juventud y Política Social de la Comunidad de Madrid en funciones, Luis Martínez-Sicluna.
La nueva placa se ha inaugurado vespertinamente este miércoles –poco después de las arquetípicas cinco de la tarde de la simbología taurina– en un acto que ha contado con la presencia del citado viceconsejero, así como del director general de Patrimonio Cultural del Ayuntamiento de Madrid, Luis Lafuente.
Durante su intervención, ante un nutrido corrillo junto a la placa, colocada del lado de la calle Goya de la finca que un día acogió el hospital de toreros, Martínez-Sicluna ha subrayado el “honor” que supone para la Agencia Madrileña de Atención Social (AMAS) heredar tanta historia en uno de sus centros, la cual ha quedado recogida para la posteridad en este elemento visual.
Por su parte, Lafuente ha recordado el compromiso del Consistorio de la capital por la protección de la fiesta, ejemplificada en acciones como la recuperación de la Venta de Batán o la próxima organización del Congreso Internacional de Tauromaquia.
También han participado de este acto el periodista y escritor Rubén Amón, quien ha leído un fragmento del ‘Llanto’ de Lorca, o el mencionado Antonio Pradel, para quien la placa “no recuerda sólo a un torero”, sino “al paradigma de torero que fue”, sobre lo que ha enfatizado su carácter intelectual y su influencia en la obra del poeta granadino o ‘granaíno’, como el toro que acabaría causándole la muerte.
Sevillano de nacimiento y cuñado del también célebre torero Joselito ‘El Gallo’ –de cuyo fallecimiento a manos de otro astado fue testigo en el coso de Talavera de la Reina (Toledo) donde toreaba junto a él en 1920–, Ignacio Sánchez Mejías destacó por su afición a las letras y al fútbol, llegando a escribir varias obras de teatro y a ser presidente del Real Betis Balompié.
TEMERARIO EN EL RUEDO
Como matador de toros, destacó por su temeridad sobre el albero, lo que lo diferenciaba de los alardes técnicos o estilísticos de otros grandes toreros del momento como Joselito o Belmonte, ambos testigos de su alternativa como diestro en Barcelona en 1919, que confirmó en la capital de España un año más tarde.
A mediados de la década de 1920, siendo ya una estrella de la fiesta, dejó el toreo para dedicarse a actividades como la interpretación cinematográfica, el polo o el automovilismo –amén de la dramaturgia–. En 1934 decidió reaparecer como torero en Manzanares, donde sustituyó a Domingo Ortega la trágica tarde en que ‘Granaíno’ lo hirió de muerte.
- Te recomendamos -