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BARCELONA, 24 (EUROPA PRESS)
Cerca del 9% del suelo en Catalunya ha cambiado de fisonomía entre 2009 y 2022, según los trabajos de la última actualización del Mapa de Cobertes del Sòl (2022) de l’Institut Cartogràfic i Geològic de Catalunya (ICGC), ha informado este lunes la Conselleria de Territorio, Vivienda y Transición Económica en un comunicado.
El 64,7% del territorio está cubierto por áreas forestales y naturales, muy similar a los datos de hace 13 años (64,9%), seguido de un 28,8% de áreas agrícolas, que han aumentado en un 0,2% respecto a 2009; mientras que las áreas urbanizadas han pasado del 5,8% al 6,1% y las masas de agua han retrocedido del 0,7% del suelo al 0,5.
Este mapa, que mide 41 categorías temáticas con una resolución espacial de 1 metro, es una herramienta cartográfica de alta resolución que permite conocer en detalle las cubiertas del suelo catalán y permite analizar los cambios en el territorio.
Respecto a la extensión en hectáreas, el retroceso más grande se da en los bosques densos de aciculifolios (pinos, abetos y cedros), en los cultivos en transformación, en otros cultivos leñosos y en las zonas de transformación de núcleos urbanos, mientras que las categorías que más aumentan son los cultivos herbáceos; los prados y herbazales, y los bosques claros de aciculifolios.
APLICACIONES Y BENEFICIOS
El Mapa de Cobertes del Sòl permite el seguimiento de los cambios que se producen en territorio catalán, de los indicadores de biodiversidad o del impacto derivado de la actividad humana, mediante usos y aplicaciones distintos.
Este se usa para estudiar la fragmentación y cambios en ecosistemas urbanos, así como su impacto sobre el medio natural, para su reorganización; documenta la expansión, los cambios y el abandono forestal para poder planificar políticas forestales y prevenir riesgo, y clasifica indicadores de biodiversidad que sirven para tomar medidas que la favorezcan.
También analiza el valor ecosistémico de las masas forestales; ayuda a entender los efectos del cambio climático sobre el territorio para facilitar la gestión de desastres; permite monitorear espacios protegidos, y ayuda a delimitar las afectaciones por fenómenos extremos, como incendios, tormentas e inundaciones.
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