ÁVILA, 3 (EUROPA PRESS)
El profesor de la Universidad Católica de Ávila (UCAV) Francisco Javier Martín ha analizado las estrategias necesarias para mantener un estado adecuado de hidratación, entre las que destacan la ingesta importante de líquidos, así como de alimentos que presenten un alto contenido hídrico.
“El agua es, sin duda, la fuente principal de líquidos en cuanto a la hidratación, una bebida a la que se pueden sumar infusiones, zumos naturales sin azúcar, leche o bebidas vegetales”, ha explicado el profesor.
Sin embargo, “si aun así existen dificultades para poder cubrir los requerimientos hídricos, se puede contar con alimentos y platos que presentan un contenido de agua importante como pueden ser sopas, purés o frutas”.
Las frutas que presentan un mayor contenido de agua son sandía, fresas, melón, naranja, pomelo, albaricoque o nectarina y con estas, además de su consumo directo, “se pueden elaborar helados caseros que faciliten la ingesta de líquidos y ayuden a refrescar, especialmente en los días de calor”.
“Otra opción sería el consumo de gelatinas, con especial atención en las personas de edad avanzada con dificultades para tragar líquidos”, ha señalado el profesor de la UCAV.
Por el contrario, “se debe evitar o reducir el consumo de refrescos y el de bebidas alcohólicas, café y té, ya que estas sustancias pueden favorecer la deshidratación de la persona”.
La cantidad de líquidos necesarios a lo largo del día pretende compensar las pérdidas que se suelen producir de forma habitual en el cuerpo humano, ya que la mayor pérdida se produce al expulsar la orina, la cual puede llegar a suponer un volumen de 1,4 litros, pero también a través de las heces, el sudor y la respiración.
Por ello, de forma general, se debe consumir diariamente entre 1,5 y 2 litros por día para contrarrestar estas pérdidas, ha explicado Francisco Javier Martín, quien ha precisado que al tratarse de una generalidad, puede haber “multitud de factores” que afecten a las necesidades de líquidos, “entre los que el tamaño corporal es uno de los más influyentes”.
Otro de los factores a considerar es la edad de cada persona, ya que los hombres presentan unos requerimientos ligeramente superiores a los de las mujeres, 2,5 y 2 litros al día, respectivamente, y en función de la edad también se observan diferencias en las recomendaciones
“Si no se cumplen estas recomendaciones es probable que la persona sufra deshidratación”, según el profesor, que “en función del grado en el que se produzca, puede producir cansancio, mareos, bajadas de tensión arterial, taquicardia, contracturas musculares o calambres, llegando en los casos más extremos a generar convulsiones, pérdida del conocimiento, coma o incluso el fallecimiento de la persona”.
El consumo elevado de agua tampoco está “exento” de complicaciones, especialmente cuando hay una producción importante de sudor que aumenta la pérdida de electrolitos corporales, los cuales deben ser repuestos.
“Los efectos de un consumo elevado de agua pueden generar confusión mental, calambres musculares, náuseas, hinchazón de piernas, modificaciones del ritmo cardiaco o incluso parálisis”, ha explicado Martín.
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