La investigación revela que parte de su alimentación consistía en guisos de carne -de vaca u oveja- especiado con plantas del entorno
Los trabajos en el yacimiento se encuentran actualmente paralizados por la ausencia de financiación
SEGOVIA, 10 (EUROPA PRESS)
Una nueva investigación ha evidenciado el uso de resina como bálsamo y cicatrizante para heridas y la cocción a 110 grados para obtener pez y utilizarlo como pegamento en el yacimiento de La Peña del Moro (Segovia) hace más de 3.500 años.
El estudio ha sido publicado en la prestigiosa revista científica ‘Zephyrus’ de la Universidad de Salamanca (Usal) y es fruto de los resultados de varios años de investigaciones en el yacimiento segoviano.
La investigación la han llevado a cabo el director del Proyecto Eresma Arqueológico y director de las excavaciones en esta zona, Raúl Martín Vela, y la doctora en Prehistoria por la Universidad Autónoma de Barcelona, Nàdia Tarifa Mateo.
El yacimiento se localiza en el municipio de Navas de Oro y es un asentamiento “único cuyos restos son la clave para el conocimiento de las poblaciones que se asentaron en el valle del Eresma hace más de 3.500 años”, recuerda Martín Vela a Europa Press.
Además, es uno de los yacimientos “más veteranos” del Proyecto Eresma Arqueológico, y en el que se empezó actuar en el año 2011.
Los estudios realizados por estos investigadores se han centrado en el análisis de los restos de residuos orgánicos depositados en dos vasijas recuperadas en el poblado.
Los trabajos de laboratorio se realizaron en el la Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona. “Los resultados han sido sorprendentes en cuanto a que hemos podido aislar diferentes restos orgánicos que nos dicen, por un lado, el recetario y los gustos culinarios de los habitantes de este singular poblado y, por otro, el uso que se le pudo dar a los restos de pez detectados en un pequeño cuenco cerámico”, relata la doctora Tarifa Mateo.
En concreto, en el interior de una gran cazuela cerámica se ha hallado lo que podría ser “el antecedente de la caldereta pastoril, una especie de guiso de carne de rumiante -vaca u oveja- cuyo sabor fue potenciado a través del exudado de algunas plantas del entorno”.
Y de la cazuela a la mesa, al menos eso revelan los restos rastreados en un pequeño cuenco hallado en el interior de una vivienda, “con claras trazas de haber contenido un caldo graso quizás acompañado de porciones carnosas y aderezado con el jugo de alguna planta”, continúa Tarifa Mateo.
La sorpresa de este análisis la ha aportado un pequeño cuenco con restos de diterpenos, como el ácido dehidroabiético, el ácido dehidroabiético metilado y el ácido 7-oxo-dehidroabiético, que son biomarcadores de la resina de pino y cuya caracterización indican que las muestras detectadas en La Peña del Moro fueron calentadas a más de 110 grados centígrados
“Significa que la resina contenida en este cuenco se calentó a una temperatura controlada que buscaba su fundición para la obtención del oro negro pinariego, la pez. Estamos ante las más claras y contundentes evidencias de explotación del monte pinariego de toda la Península Ibérica. Es un dato que reivindica tanto el paisaje autóctono del mar de pinares segoviano, como la explotación de resina en los últimos 3.500 años. Podemos decir sin problema que en la Edad del Bronce ya se resinaban los pinares de Navas de Oro”, indica Raúl Martín Vela.
A partir de ejemplos y paralelos arqueológicos, el artículo publicado por estos investigadores desgrana los posibles usos que una comunidad de la Edad del Bronce pudo darle a la pez en su vida cotidina.
“Cuando pensamos en la pez muchas veces se nos olvida en la importancia que este producto tuvo en el pasado. Por poner un ejemplo y dando un salto en el tiempo, sin su empleo en el calafateo de embarcaciones nunca habría existido una navegación eficaz por el Mediterráneo, cuyo flujo generó el desarrollo de culturas como la fenicia o imperios como el romano”, explica Martín Vela que apunta a la utilización como bálsamo cicatrizante, en el caso de la resina, o pegamento, de la pez, los usos que daban a estos productos los pobladores de la Peña del Moro.
A pesar de que los trabajos en el yacimiento se encuentran actualmente paralizados por la ausencia de financiación, los investigadores no dejarán de desgranar más datos a lo largo del este año. De hecho, esta investigación ha sido sufragada con el impulso vecinal de Crea_Ndo, colectivo cultural de Navas de Oro, y a través de la empresa Kairos Digital Solutions SL, de la mano de su director, Carlos Moure.
“En 2011 comenzamos los primeros trabajos en el yacimiento y en 2017 el ayuntamiento de Navas de Oro impulsó las primeras excavaciones. Ya por entonces el equipo se comprometió a continuar los trabajos, incluso si en algún momento nos viéramos privados de recursos económicos, como ocurre actualmente”, asegura Martín Vela.
De ahí que, a pesar de la falta de apoyo financiero, el director del proyecto Eresma Arqueológico ha anunciado que, “en breve” se publicará otro artículo científico vinculado a este yacimiento que va a suponer “un antes y un después” en este periodo de la Prehistoria.
También preparan para el mes de agosto una serie de actividades didácticas que den visibilidad al yacimiento a nivel nacional y que serán sufragadas “íntegramente” por el Proyecto Eresma Arqueológico y la “inestimable aportación” de Clínica Dermatológica Santa Teresa.
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