Aboga por la fusión, siempre que se haga con lealtad y respeto: “Si no se hace con conocimiento, lo único que te puedes buscar es una multa”
TOLEDO, 20 (EUROPA PRESS)
El toledano Israel Fernández (Corral de Almaguer, 1989) está de estreno y vestido para la ocasión. Este viernes, 20 de septiembre, sale a la luz ‘Por amor al cante’, su último disco, en el que ha dado rienda suelta a los cantes más antiguos que tenía interiorizados desde pequeño, y que interpreta con dominio.
En este viaje a la época dorada del cante jondo, Fernández dice sentirse como un “arqueólogo del flamenco”, pues ha rescatado a un tocaor con “lealtad”, Antonio ‘El Relojero’, quien, según defiende, está “en peligro de extinción”.
Su garganta y sus cuerdas han encajado en una perfecta simbiosis. Aunque no comparten épocas, están ligados por la forma en la que sienten el flamenco, hasta el punto de entenderse “con una mirada”, tal y como ha relatado a Europa Press.
P.- Su último trabajo es toda una declaración de intenciones. Por amor al cante, ¿qué está dispuesto a hacer Israel Fernández?
R.- Yo en el cante y en la música estoy dispuesto a hacer feliz, a sacar una sonrisa al público, a mi familia, a mis amigos. Eso es lo más importante. Hacer feliz a alguien es el mayor regalo que puedo hacer. Es tan gratificante como el cante, que es mi vida. De ahí el título.
P.- Con este disco cambia el tercio de lo que ha venido haciendo en anteriores trabajos, regresando a la raíz, a cantes muy antiguos.
R.- Realmente no es volver, porque nunca me fui. Cuando uno se sabe el camino, va y viene cuando quiere. Yo soy un cantador que intento aportar lo que siento en el momento. Grabo sin ninguna pretensión.
El disco incluye seis temas con seis palos. Me gustaría que se escucharan sobre todo las letras, el mensaje. La música es como una conversación contigo mismo.
P.- ¿Cómo surge este disco con Antonio, ‘El Relojero’?
R.- Aunque dependemos de nuestros hechos y de nuestras acciones, hay algo que se nos va de las manos, que es la vida misma, que es al final quien te lleva. Con Antonio pasó esto. Lo conocí en un concurso, al que yo no quería ir, cuando estaba trabajando con Sara Baras, en el Teatro Apolo. Fui porque me gusta la afición y allí le conocí. Ha sido una bendición encontrarlo, porque he aprendido muchas cosas de él. Aparte, es muy parecido a mí, me entiendo con él perfectamente. Yo le decía el palo por el que iba a cantar, y ya está. Él sabe lo que tiene que tocar, yo sé lo que tengo que cantar. Nos une la manera de sentir. Ahí surge la magia.
P.- ¿Por qué ha decidido apostar por este trabajo en este momento?
R.- Como se dice en el libro de Eclesiastés, de la Biblia: “Todo tiene su tiempo y hay tiempo para todo”. De ahí este disco. Desde que lo conocí, quise hacer algo con él. Pero Antonio no ha podido antes porque tenía que cuidar de su madre, que ya falleció.
P.- ‘El Relojero’ es un guitarrista que no se ha dedicado profesionalmente a ello. Al margen de esa manera de sentir que comparte con él, ¿qué le diferencia del resto para escogerle como compañero de viaje?.
R.- Es un guitarrista que, aunque no se dedique a ello, está en peligro de extinción. Esa forma de sentir y ese toque se está perdiendo por falta de afición a esos discos de pizarra, incluso de cilindro, que son del 1.890 al 1950. Suena a Miguel Borrull, a Sabicas.
P.- Este disco se ha grabado en peñas flamencas ¿Cómo ha sido esa experiencia y la disposición de los temas?
R.- Las peñas están formadas por socios con mucha afición, que contratan incluso a los artistas, y lo escuchan por amor al cante. No es igual cantar en un teatro, que en una peña, por donde han pasado los mejores artistas. Además, ‘El Relojero’ tiene todo el concepto de esa época, donde la gente siente esa pasión por flamenco.
Hicimos como siete o ocho peñas, pero no hemos preparado nada. Aunque seamos de distinta época, la forma de sentir es la misma. Musicalmente, nos entendemos con la mirada. Después nos hemos quedado con lo que más nos ha gustado de lo que hemos grabado en directo.
P.- Con este trabajo en el que recupera un flamenco más puro, ¿teme no llegar a ese público no tan entendido?
R.- No. Lo que queremos es llegar a ese público que nunca ha escuchado esos cantes, para que no se pierdan y disfruten de ellos. Para no ser un egoísta flamenco. Un disco así, en este tiempo, es un atrevimiento, porque son temas que se grabaron en 1940, en 1950 y que yo he escuchado desde chiquitito. Sin ‘El Relojero’ hubiera sido muy difícil hacerlo, porque no hay muchos guitarristas de esos, con tanta lealtad.
P.-¿Qué tienen esos cantes para que le cautivaran? No era lo que le correspondía escuchar por generación.
R.- Cuando uno tiene una pasión por algo, le lleva a indagar. Yo soy como un arqueólogo flamenco, intento siempre buscar de dónde viene, a dónde va. De ahí viene la lealtad y el respeto a los que lo han hecho bien.
P.- Recuperar esos cantes, para interpretar a sus autores, ¿no implica una doble responsabilidad?
R.- Totalmente, la única manera de combatir esa responsabilidad es el respeto, el amor y la devoción. Si tienes esas tres cosas, puedes enfrentar esa responsabilidad.
P.- A pocas horas del estreno del disco, que está en capilla, ¿cuál es la sensación?
R.- Tengo una sensación muy bonita, porque se ha hecho con tanta verdad. Hemos aprendido y disfrutado mucho juntos. Han salido dos videoclips, de unos fandangos y una seguiriya, que está teniendo muy buena respuesta.
P.-¿Cómo va a ser la puesta en escena de ‘Por amor al cante’?
R.- Tenemos algunas cosas para el año que viene, y ahora tenemos una cosa muy bonita, que es la Bienal de Sevilla, donde actuamos el día 22 de septiembre. Tenemos el teatro hasta arriba.
P.- ¿Hay que saber de flamenco para entender bien todos sus matices? Los oyentes paganos en la materia, ¿pueden disfrutarlo del mismo modo?
R.- Yo canto siempre con el mismo sentimiento. Lo importante es transmitir. Yo prefiero sentir antes que entender. Pero si después entiendes, lo disfrutas el doble, porque estás captando el palo, la rítmica, la melodía.
P.- En cuanto al continuo debate tradición-innovación ¿El flamenco está reñido con la vanguardia?
R.- Para mi los instrumentos son todos iguales. Todos hacen música. No entienden de raza. Entienden de melodía y de ritmo. Lo que tienen que hacer es amistad. Como decía Camarón, “la pureza nunca se puede perder cuando uno lo lleva dentro”. La pureza en el flamenco y en la música es la lealtad y el respeto al género. Si la fusión no se hace con conocimiento, lo único que te puedes buscar es una multa.
P.- ¿Cómo ha evolucionado Israel Fernández desde su inicio hasta ‘Por amor al cante’?
R.- Uno evoluciona cada minuto y eso implica mucha más responsabilidad. Pero intento mantener vivo ese niño que llevo dentro y la inquietud por la música, el amor al flamenco.
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