Apuntalan la teoría de la curva en ‘J’ en tablas de mortalidad para demostrar efectos beneficiosos del consumo moderado
TOLEDO, 19 (EUROPA PRESS)
El Palacio de Congresos de Toledo ha acogido la primera sesión del Congreso ‘Lifestyle, Diet, Wine and Health’, un foro con presencia de ponentes de los cinco continentes en el que, en su primera sesión, expertos en Medicina, Farmacología y Epidemiología han coincidido, poniendo de relieve distintos estudios, en que el consumo de vino en cantidades moderadas puede ser un aliado de cara a alejar la enfermedad cardiovascular.
Con la curva en forma de ‘J’ en relación al consumo de alcohol y las enfermedades cardiovasculares como epicentro de sus teorías, han venido a demostrar que un consumo controlado puede verse asociado a una disminución del riesgo a la enfermedad, mientras que aumentar ese consumo dispara las posibilidades.
Durante la primera sesión, bajo el epígrafe ‘Salud Cardiovascular’ –la que abría fuego tras la conferencia inaugural–, ha sido el profesor emérito en la Sección de Medicina Preventiva y Epidemiología de Boston, Curtis Ellison, el primero en tomar la palabra, citando estudios de 1974 a cargo de investigadores del Framingham Heart Study que pusieron de manifiesto que los consumidores de alcohol tenían mucho menor riesgo de enfermedad cardiovascular que los no bebedores.
Ha defendido igualmente que aún hoy en día hay publicaciones de advertencia sobre el alcohol “basadas en gran medida en interpretaciones erróneas de datos y estudios extremadamente seleccionados o incluso con intenciones fraudulentas”.
De este modo, ha aseverado que el consumo regular de cantidades ligeras a moderadas de una bebida alcohólica, evitar el consumo excesivo de alcohol, un consumo de la bebida alcohólica con los alimentos, y tomar alcohol sin fumar, haciendo ejercicio y controlando la hipertensión, puede acabar siendo beneficioso.
“Los datos científicos dicen que el consumo moderado desempeña un papel en la prevención de la enfermedad coronaria y la mortalidad”, ha afirmado el profesor, que considera que los peligros para la salud derivados del consumo de alcohol “no se basan en datos científicos sólidos y exageran los riesgos asociados”.
Como contexto, ha dicho que desde la antigüedad el vino ha sido considerado una de las bebidas “más saludables” y se recetaba “por médicos de todo el mundo” como parte de las terapias médicas.
Por tanto, ha defendido los “potenciales efectos positivos” para la salud de un consumo moderado, a lo que ha sumado como punto crítico la “creencia de algunos políticos sobre que el público se confunde en el mensaje sobre el alcohol, diciendo que un poco es bueno, y mucho es malo”.
Ha expuesto una serie de “errores” a la hora de justificar la incidencia del alcohol en muertes por enfermedad coronaria, citando la disfunción de mezclar en los estudios a personas más jóvenes con sujetos de más edad. “No beban mucho, pero no beban demasiado poco”, ha terminado su alocución.
RATAS Y VINO BLANCO
De su lado, Mladen Boban, del departamento de Farmacología Básica y Clínica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Split, ha expuesto en su ponencia su trabajo, en el que han examinado efectos de etanol y vino blanco en ratas a las que se sometía a un infarto de miocardio inducido para examinar los efectos de ambos productos en la inflamación y procesos de cicatrización.
Después de implementar su protocolo, “los animales de control que sólo bebían agua morían en tasas más altas”. El estudio versaba sobre tres grupos de animales –que bebían vino blanco, etanol o agua– durante cuatro semanas antes de ser anestesiados y de sufrir un infarto inducido.
Cuatro días después de los infartos de miocardio, sólo 6 de 17 animales que bebieron etanol fallecieron; mientras que en el caso de los animales que bebieron agua, la tasa se elevó a 12 de 23.
“Los animales, como las personas, cambian en la cantidad de consumo, y algunos consumían más etanol que otros, incluso el doble”, ha apuntado el profesor, que concluye que los que fallecieron dentro de los que bebían alcohol pertenecían al grupo que más bebía. Con estos datos, se obtiene “una curva en forma de ‘J’ ideal”.
Ya a preguntas de los asistentes, ha enfatizado que las evidencias demuestran de manera clara que las teorías que vinculan cualquier consumo a un aumento del riesgo es algo que “da lugar a malas interpretaciones y es una idea manipuladora”.
POLIFEMO, EL PRIMER “CEGADO” POR EL ALCOHOL
El tercer ponente de la mesa ha sido Giovanni de Gaetano, del Departamento de Epidemiología y Prevención IRCCS de Pozzilli (Italia), que ha arrancado su disertación citando al cíclope Polifemo quien, en la Ilíada, tras beber de forma excesiva “fue cegado”, y ese fue “el primer informe conocido de que el consumo excesivo de bebida es peligroso”. “La curva en ‘J’ fue descrita por Homero hace 3.000 años”, ha bromeado.
Ha criticado en este punto las similitudes entre los críticos del tabaquismo y el consumo de alcohol, toda vez que la incidencia en la mortalidad de cada uno de estos hábitos tienen poco que ver.
El profesor ha expuesto datos que avalan que la curva en ‘J’ está presente en todos los campos de estudio independientemente de la cantidad de alcohol consumido, y tanto en países como Francia o Italia, donde la curva se prolonga por un consumo más moderado; hasta países escandinavos, con un consumo más agudo, se contempla el ‘impass’ de la ‘J’ demostrando el efecto beneficioso.
“Es cierto que en la población general el efecto es significativo, pero hemos de tener en cuenta las variables que pueden reducir los efectos beneficiosos del alcohol”, ha desgranado. “El alcohol no es una droga. Quien bebe con moderación y regularidad puede seguir haciéndolo, con gusto, placer y cultura”.
TAMBIÉN REDUCE RIESGO DE ICTUS
Cerraba la mesa redonda Francesco Violi, del Departamento de Ciencias Clínicas Internas, Anestesiológicas y Cardiovasculares de la Universidad Sapienza de Roma, quien ha hilado la relación entre la enfermedad cardiovascular, el vino y la trombosis.
Entiende que, si bien el alcohol puede tener efectos negativos en el intestino a efectos de microbiota –lo cual puede derivar en afecciones cardiovasculares–, también hay efectos positivos, como la posibilidad de reducción de ictus o infarto de miocardio.
Ha centrado su alocución en el efecto positivo del resveratol, sustancia antioxidante presente en el vino que, por ejemplo, “es capaz de inhibir la activación endotelial” y contribuir a la producción de óxido nítrico, con un efecto en determinadas enzimas que colaboran a esta producción.
El vino, según su tesis, y como nutriente rico en polifenoles, se ha demostrado que ejerce efectos antioxidantes y antitrombóticos al interferir con la activación de las plaquetas. “Los efectos positivos del vino en la trombosis vienen del contenido en polifenoles”, ha concluido el italiano.
Con los resultados de distintos estudios en la mano, la reivindicación del profesor pasa ahora por avanzar en los datos clínicos y poder “demostrar las posibilidades biológicas” que se abren al respecto del consumo de alcohol.
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