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El número total de licencias en Aragón ha caído más de un 15% en los últimos 15 años, pasando de unas 54.000 a menos de 46.000
ZARAGOZA, 25 (EUROPA PRESS)
La población de cazadores de la Península Ibérica, la mayor de Europa occidental, está fuertemente envejecida, con un 41% por encima de los 60 años, mientras que los jóvenes de entre 21 a 30 años apenas representan el 5%. Este es uno de los principales resultados de un estudio liderado por el investigador José Daniel Anadón, del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE) de Zaragoza, centro perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), tras analizar las licencias de caza de gran parte del territorio peninsular — España y Portugal–.
El investigador y su equipo constatan un “declive muy acusado, continuado y seguramente irreversible” de la población cazadora en la Península Ibérica debido a una falta de relevo generacional desde hace, al menos, cinco décadas. Este hecho, junto a otros procesos ligados al abandono rural como la disminución de la ganadería extensiva o de la recolección de madera para leña, está teniendo “probablemente” un profundo efecto sobre los ecosistemas y las poblaciones de fauna silvestre, consecuencias ecológicas que se analizarán en una segunda fase del estudio, por lo que, dada la magnitud de estos procesos, “el estudio del actual escenario de abandono de la actividad resulta imprescindible para la planificación de una gestión ambiental adecuada”.
Sobre estos resultados, que han sido publicados en la prestigiosa revista británica ‘People and Nature’, Anadón resalta que, en los últimos 15 años, el número de cazadores ha disminuido un 26% y, en los últimos 50, un 45%. “Esta tendencia está vinculada directamente a que la incorporación de los jóvenes ha ido bajando de manera constante y se ha reducido un 89% en los últimos 50 años”, ha subrayado.
Así, mientras que en 2020 se contaron aproximadamente 6.000 cazadores con hasta 20 años, en 1990 eran 42.000 y en 1970, 86.000 para las regiones estudiadas. “Este declive es mucho mayor del esperado por el simple envejecimiento de la población estudiada y muestra una caída histórica del interés por la caza”, ha apuntado.
En Aragón, pese a presentar una mayor práctica de la caza en términos relativos, las tendencias de los cazadores siguen una tónica muy similar a la descrita para el conjunto de la Península Ibérica. Así, los cazadores empadronados en la comunidad representan el 2,8% de la población total, una cifra que supera la participación registrada para el conjunto de la península. Sin embargo, el envejecimiento de los cazadores en la comunidad aragonesa coincide con el total peninsular, un 40%.
Asimismo, el número total de licencias en Aragón ha caído más de un 15% en los últimos 15 años, pasando de un total de unos 54.000 a menos de 46.000. Al igual que en el resto de regiones estudiadas, este descenso se debe a una pérdida continua del reclutamiento durante los últimos 50 años, con una caída de nuevos cazadores en Aragón del 80% durante ese periodo. Si hace 50 años, en la década de los 70, se estima que entraron 4.500 nuevos cazadores en Aragón, en la última década ha entrado sólo en torno a 900 nuevos cazadores.
En el caso de que esta tendencia de las últimas cinco décadas se mantenga en el futuro, se puede esperar que para el año 2050 el número total de personas que practican la caza en Aragón caiga un 57% respecto al actual.
UN CAMBIO EN LOS ECOSISTEMAS
Estos resultados son coherentes con el contexto histórico y sociocultural en el que se encuentra esta actividad, ya que, en el último siglo, la caza ha experimentado profundos cambios en los países desarrollados, pasando de ser una actividad de subsistencia en las sociedades rurales a una recreativa, y habiendo disminuido el número de participantes también en otros países.
Este declive tan acusado de la actividad cazadora abre la puerta a un cambio en nuestros ecosistemas tal y como los conocemos, debida a la recuperación de la presencia y abundancia de especies de ungulados silvestres como la cabra montés o el corzo y predadores de medio o pequeño tamaño como el lobo o el zorro.
Todas estas especies han sido durante siglos extremadamente raras o incluso ausentes en gran parte del territorio en ambientes rurales, donde han sido perseguidas durante siglos como alimañas como en el caso de los predadores. No obstante, la disminución de la caza, así como otros procesos de abandono, pueden estar marcando un punto de inflexión de sus poblaciones y en la estructura y funcionamiento nuestros ecosistemas.
El estudio se ha basado en el análisis de la información sobre el municipio de residencia y fecha de nacimiento incluida en las licencias de caza emitidas en seis comunidades autónomas (Andalucía, Aragón, Navarra, Castilla La Mancha, Madrid y Murcia) y Portugal, para el periodo 2005-2020, lo que representa casi el 60% del territorio y de la población de la Península Ibérica.
A partir de esta información también es posible realizar estimas creíbles sobre la población cazadora de las últimas cinco décadas. Así, por ejemplo, el número de cazadores que en 2010 tenía entre 60 y 70 años representa el número de cazadores que tenían entre 20 y 30 años –y que, por lo tanto, se iniciaron en la caza– en la década de los años 60. Asimismo, los investigadores han hecho una proyección futura de la población cazadora.
Si continúa la tendencia media observada durante las últimas cinco décadas en la zona estudiada, se podría esperar que en 2050 los cazadores disminuyan en un 70%, es decir, que permanezca un 15% de los que había hace 50 años (en 1970) y que la proporción de cazadores mayores de 60 años aumente del 40% al 61% (es decir, un 53%).
EL TAMAÑO DEL MUNICIPIO TAMBIÉN INFLUYE
El trabajo refleja que la participación en la caza, medida como la proporción de personas que cazan respecto del total de la población, aumenta conforme disminuye el tamaño del municipio. Así, los de menor tamaño, con menos de 100 habitantes, tienen una participación media de 8%, cifra que baja hasta el 4% en municipios de entre 1.001 y 10.000 habitantes y que solo es del 1% en ciudades por encima de 100.000 habitantes.
Pese a estas diferencias en la participación, la mayor parte (el 69%) de los cazadores de las regiones estudiadas residen en grandes ciudades, mientras que en los municipios de menor tamaño (menos de 1.000 habitantes) solo lo hacen el 5% del conjunto de los cazadores.
En esta línea, el estudio también ha observado que la incorporación de nuevos cazadores varía mucho con el tamaño del municipio y el reclutamiento de cazadores jóvenes es 20 veces mayor en los pueblos más pequeños que en las grandes ciudades.
Este resultado muestra que la transmisión de la caza, que muchas veces es dentro de la familia o en el entorno social próximo, se produce en el ambiente rural, pero se transmite con gran dificultad en entonos más urbanos. En conclusión, aunque la mayor parte de los cazadores de España residen en ciudades, es en los pueblos más pequeños donde la transmisión cultural de la caza es más alta, si bien el número de cazadores en términos totales es muy pequeño.
El germen de este estudio, de dos años de duración, fue el trabajo de fin de grado de Ignacio García en Ciencia Ambientales de la Escuela Politécnica Superior de Huesca. Además de José Daniel Anadón (IPE), en él también han participado otros siete investigadores: Mario Gaspar (IPE), Juan Herrero (Universidad de Zaragoza), José Antonio Sánchez Zapata (Universidad Miguel Hernández de Elche), Eneko Arrondo (Universidad de Granada) y Pelayo Acevedo y Roberto Pascual (Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos en Ciudad Real-IREC).
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