ATECA (ZARAGOZA), 30 (EUROPA PRESS)
La celebración de San Blas tiene en Ateca una de las tradiciones más singulares de la provincia de Zaragoza. Así, la Máscara recorrerá de nuevo las calles de esta localidad este domingo y el lunes día 3, jornada conmemorativa de San Blas.
Se trata de un ritual único que apenas ha cambiado en los últimos 125 años y del que podrán disfrutar tanto los vecinos del municipio como todos aquellos visitantes que quieran acercarse.
La Máscara de Ateca recorre las calles ataviada con un colorido traje de franjas verticales rojas y amarillas, un gorro, cascabeles, un sable y una cobertera –el pequeño escudo circular con el que ejerce su función protectora–.
El programa de actos comienza este viernes, a las 12.00 horas, con la visita de la máscara a la guardería infantil y al colegio público de Ateca. El sábado, el pabellón municipal será, a las 17.00 horas, sede del parque infantil y a partir de la madrugada dará paso a actuación musical y discomóvil.
El domingo día 2 tiene lugar la primera salida de la Máscara: a las 12.00 horas partirá desde el Ayuntamiento para recorrer las calles más céntricas de la localidad, tentando a los más jóvenes a cogerle algún cascabel, aunque La Máscara, como es habitual, tratará de impedirlo.
El programa de actos seguirá por la tarde con chocolatada con churros y sesión musical. A partir de las 21.00 horas, en la plaza de España, será el encendido de la tradicional hoguera por uno de los prebostes de San Blas, Joaquín Villalba Semper, y posteriormente, la Máscara vuelva a salir por la plaza de España e inmediaciones.
DÍA DE SAN BLAS
El lunes 3, día de san Blas, tras la misa a las 11.00 horas, se sucederá la procesión hasta la ermita y la posterior subida al cerro, momento culmen de las celebraciones. Tras recitar unos versos ante el santo, la Máscara ascenderá al cerro de San Blas, a los pies de la ermita, mientras los jóvenes del pueblo le esperarán en la cima armados con manzanas y se las lanzarán para intentar evitar que llegue a lo más alto –hasta 1979, en vez de manzanas y otras frutas a la Máscara le tiraban piedras–.
Una vez arriba, se formará un corro y se volverá a cantar la canción ‘El puente de Alcolea’. Al terminar, los niños y niñas volverán a intentar quitarle los cascabeles a la Máscara, que regresará a la ermita, recitará otra copla al santo y acompañará a la procesión de regreso a la iglesia cerrando así esta singular tradición que se repite cada año.
LOS ORÍGENES DEL PERSONAJE
Los inicios de esta tradición son inciertos, ya que no se conservan datos escritos al respecto. Según se recoge en el libro ‘Cascabeles entre bandas rojigualdas’, escrito por el historiador Francisco Martínez García y editado por la Institución Fernando el Católico de la Diputación de Zaragoza, existe la posibilidad de que la Máscara fuera un botarga, un personaje que era habitual en las fiestas populares en las que se usaban disfraces estrafalarios.
Sus raíces serían muy lejanas, y ya en el siglo XV habría sido incorporado por la Iglesia a la procesión del Corpus Christi como elemento lúdico y festivo. Posteriormente, el botarga tendría la misión de bailar junto a los danzantes y de perseguir a los vecinos para golpearles con el sable y la cobertera, pudiendo realizar también las funciones de ‘director’ en el dance o de bufón una vez entrado el siglo XVII.
A ese botarga de los siglos XVII y XVIII que vestía de rojo y gualda, que portaba sable y cobertera y que iba tras los niños y protegía a los mayores se le lanzarían restos de fruta y desperdicios, al igual que se hacía con el antiguo Cipotegato de Tarazona.
Esta fiesta popular se vio influida por las tensiones que se vivieron en el siglo XIX entre realistas y liberales y entre carlistas e isabelinos, llegó a ser prohibida durante tres años en la Segunda República, y ha tenido que suavizarse atendiendo a nuevas costumbres que se han impuesto a las propias.
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