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ZARAGOZA, 15 (EUROPA PRESS)
Diseñador de trajes de novia y eventos, empresario y, desde 2023, también alcalde de la pequeña localidad zaragozana de Montón, de apenas 90 habitantes. Pero, ante todo, José Ángel Lecumberri se define como una un hombre enamorado: de sus mujeres –sus clientas–, de la mujer en general y de su pueblo. “Amo mi familia, mi trabajo, mis raíces y mi pueblo”, asegura en declaraciones a Europa Press.
El nombre de Lecumberri ha saltado recientemente a la palestra después de que se conociera que el vestido de Ana Blasco, la esposa del presidente aragonés, Jorge Azcón, en la última gala de los Goya, salió del atelier que regenta en el céntrico paseo de las Damas de Zaragoza. También diseñó los vestidos que lució Blasco en la boda del alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, en el besamanos del Día de la Hispanidad, en la audiencia con el Papa Francisco en el Vaticano o en los Premios Telva.
El diseñador es amigo de la familia Azcón, con la que comparte partido político (PP) y agradece al presidente que “ha apoyado siempre la moda aragonesa”. “Encima, les encanta lo que yo hago”, se congratula, si bien recuerda que ha vestido “a todo lo mejor de Zaragoza”, incluido “muchas mujeres del Ayuntamiento o de la Diputación”, además de a ingenieras, abogadas o arquitectas mañas, aunque no da nombres porque sus clientas demandan “privacidad”.
Sin embargo, su trayectoria en el mundo de la moda viene de largo, después de 40 años trabajando, en los que ha pasado por Milán o París, donde ha observado de cerca a las principales firmas, con una tienda propia en la que vendía el producto de grandes marcas como Givenchy, hasta que hace 15 años emprende un cambio en su vida: “No quería hablar del libro de los demás. Quería hablar de mi libro”, subraya.
Antes, se formó con el modisto zaragozano Pedro Esteban, a quien dice que le debe la mayor parte de lo que sabe, que fue discípulo de Cristóbal Balenciaga y que incluso tiene patrones suyos. Precisamente, el diseñador vasco, al que define como “el maestro entre los maestros”, es su principal referente, aunque también cita a Óscar de la Renta, Yves Saint Laurent o “un buen Chanel”.
VESTIR A LAS MUJERES, NO “TAPARLAS”
El objetivo en su trabajo es “vestirlas” y no “taparlas” ni “disfrazarlas”, que las mujeres sean “ellas en su mejor momento”. Las protagonistas, insiste, son ellas y no él. “Yo no tengo ni que aparecer”, remacha.
A pesar de que sus clientas suelen pedir privacidad, ellas se encargan de poner en marcha el “boca a boca” y encargos no le faltan. Es más, confiesa que, sobre todo con los trajes de novia, se encuentran “desbordados”, hasta tal punto en el que ya no pueden crecer más, porque si lo hicieran sería a costa del servicio que ofrecen. De hecho, confeccionan del orden de “cuatro, cinco, seis vestidos para cada fin de semana” en un atelier en el que sólo trabajan tres modistas y él.
Lecumberri ha notado también cómo cambian las tendencias y los propios deseos y necesidades de las mujeres. Por ejemplo, “ahora quieren ir cómodas”, como demuestra que, desde la pandemia, cada vez usan menos los zapatos de tacón. “Se pusieron la mascarilla y se bajaron del tacón porque estuvieron tres meses encerradas y descubrieron que estaban cómodas”, explica.
Ahora, continúa, predominan los tacones de pocos centímetros porque ellas “no necesitan subir tanto”, excepto “las de Sálvame”. “Si eres elegante, eres elegante, no necesitas un tacón”, recalca.
CADA VEZ VESTIMOS PEOR
No obstante, el diseñador zaragozano lamenta que “vamos mal vestidos, ya no podemos ir peor”. “Vas por la calle y la gente va fea, todo vale”, critica. Frente a esta moda actual, que rechaza, defiende ponerse “lo que pega cada día”. “Si vas a la iglesia, te tapas, por ejemplo”, explica.
Una crítica de la que se libra, en parte, Zaragoza, a la que reivindica como una “de las ciudades mejor vestidas de España”, por diferentes razones: Mantiene la esencia de una capital “de provincias”, en la que “la gente se arregla para ir a la calle”, la gente “viaja mucho” y conoce las diferentes tendencias y está a medio camino entre la austeridad estilosa de Pamplona o San Sebastián con la alegría del sur. Además, en la capital aragonesa “ha habido grandes talleres”, aunque admite que los zaragozanos también “se están relajando” en lo relacionado con la moda.
NECESIDAD DE VOLVER AL PUEBLO
En su parte política, cuenta que viene motivada, por un lado, porque es “amigo directo” de la familia Azcón y del senador ‘popular’ Eloy Suárez y, por otro, por la necesidad de volver a su pueblo, Montón, algo que le había prometido a su padre antes de fallecer.
Su intención era ayudar a sus vecinos, pero pensaba que lo conseguiría saliendo elegido concejal y la realidad fue que ganó las elecciones con mayoría absoluta y hoy es el alcalde de Montón.
En este punto, reconoce que la alcaldía le quita “mucho tiempo”, pero le compensa porque le permite estar en contacto con la gente del municipio y luchar contra el abandono porque la España vaciada “va a desaparecer si no hacemos algo”. “Que al menos mi pueblo se mantenga”, ese es su objetivo.
Con 90 habitantes, Montón necesita conseguir nuevos empadronados, mantener servicios, patrimonio y organizar eventos para que la gente regrese los fines de semana. Él mismo no se pierde ni uno: todos los viernes por la tarde sube al pueblo, donde se queda hasta el lunes por la mañana, que la pasa en el Ayuntamiento, cuando baja a Zaragoza para hacerse cargo de su negocio.
LA GENTE ESTÁ VOLVIENDO A MONTÓN
De momento, hay personas que “están volviendo”, se están arreglando casas y, al frente del Ayuntamiento, Lecumberri ha promovido la reforma de su plaza Nueva, que también tiene un diseño de lujo, firmado por el arquitecto Sergio Sebastián, autor de las luces navideñas de la Gran Vía de Madrid, originario de Montón y primo suyo.
“Tengo suerte de que todo lo que me rodea también me ayuda”, destaca, citando también a su compañera concejala, que es “maravillosa”, y el lado humano de la política municipal.
José Ángel Lecumberri se crió en Calatayud, pero durante toda su vida frecuentó Montón, del que se alejó en una época en la que no era fácil vivir su homosexualidad en un pueblo pequeño de España. “Pueblo pequeño, infierno grande”, recuerda, citando el dicho popular.
Hasta que, hace nueve años, de repente, regresa a su pueblo y lo hace casado, acompañado de su marido, militar, y está empadronado en Montón. “Trabajo en Zaragoza, pero resido en el pueblo”, señala. Mientras tanto, tiene por delante toda la temporada de bodas y eventos, aunque lamenta que en la capital aragonesa faltan actos en los que lucir esta alta costura, más allá de las clásicas bodas, bautizos y comuniones.
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