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Aragón muestra pasión en su Semana Santa con el sonido del tambor y el bombo resonando en las calles y deliciosos aromas en la mesa

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ZARAGOZA, 22 (EUROPA PRESS)

Aragón vive con intensidad y un pasión una Semana Santa que aúna tradición y fervor popular, que suena al estruendo atronador del bombo y el tambor en las calles del Bajo Aragón turolense y, en la mesa, huele y sabe a torrijas, huevos o borrajas.

La antigüedad, su peculiaridad o el valor histórico de esta celebración ha motivado que esté declarada Fiesta de Interés Turístico en 23 localidades aragonesas. El reconocimiento es internacional en el caso de la Ruta del Tambor y el Bombo, que se desarrolla en nueve localidades de la provincia de Teruel, y de la Semana Santa de Zaragoza.

La Ruta del Tambor y el Bombo hace retumbar el Bajo Aragón, con cientos de estos instrumentos sonando al unísono en uno de los momentos más conmovedores y emocionantes: la ‘Rompida de la hora’.

El estruendo rompe al unísono el silencio que envuelve un paisaje sombrío y duro. Miles de tambores y bombos cobran vida en manos de varias generaciones unidas por una pasión y la tierra tiembla por la muerte de Jesucristo.

Un sonido seco y estremecedor que retumba en los corazones de los que miran y de los que tocan, ya sea por tradición o por devoción, y que inunda las calles de Albalate del Arzobispo, Alcorisa, Andorra, Híjar, La Puebla de Híjar, Samper de Calanda y Urrea de Gaén en la medianoche entre el Jueves y el Viernes Santo, y que se replica en Calanda al mediodía siguiente.

Precisamente a esta última cita acudía siempre que podía su vecino más ilustre, el cineasta Luis Buñuel, que tañía su tambor como uno más. Quienes visiten Calanda podrán aprovechar para entrar en el Centro Buñuel y conocer un poco más a este genio del surrealismo y su obra, de cuyo nacimiento se cumplen ahora 125 años.

En Híjar, se puede visitar el Museo de la Ruta del Tambor y del Bombo, ubicado en la sede de la Comarca del Bajo Martín, que recoge el sentimiento que impregna a estos nueve pueblos, que suenan todos a una pero cada uno con su propio encanto y se tiñen del azul, morado y negro de las túnicas y terceroles.

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Sin salir del Bajo Aragón, en la ciudad de Alcañiz no predominan los bombos ni se “rompe la hora”, pero un profundo silencio acompañado de tambores sobrecoge en el Jueves Santo.

LA PROCESIÓN MÁS ANTIGUA, EN ZARAGOZA

No obstante, la mayor concentración de tambores y bombos de toda España no se da en ninguno de estos municipios, sino en la capital aragonesa, que reúne a más de 12.000 cofrades y alrededor de 4.000 instrumentos en 50 procesiones desde el Domingo de Ramos hasta el de Pascua.

Tras la procesión de las Palmas, llaman la atención la procesión de los Nazarenos de Jesús de la Humildad y de María Santísima del Dulce Nombre, que salen del barrio de La Magdalena bajo los pétalos que les lanzan los vecinos; el Encuentro, en la medianoche del Miércoles Santo; o un Jueves Santo en el que pasos y capirotes acaparan prácticamente todo el centro de la ciudad, que se cierra de madrugada con la llegada a la iglesia de San Cayetano, centro neurálgico de la Semana Santa zaragozana, de una de las imágenes más notables, la de la Virgen de la Piedad, que se reúne frente al templo con su Cristo.

Además, la procesión del Santo Entierro de Zaragoza, en la que participan todas las cofradías y hermandades de la ciudad, es la más antigua de España, con más de 700 años de historia. En esta cita inigualable, saetas y jotas se mezclan con el sonido de bombos, tambores, matracas y carraclas.

Las otras dos capitales de Aragón también viven esta cita con emoción. Es el caso de Huesca, que posee el paso más antiguo de España –el Cristo del Perdón– y su Santo Entierro reúne a todas las cofradías de la ciudad acompañando a 19 grupos escultóricos.

En Teruel, sobre el precioso escenario de fondo que conforman los monumentos de la capital del mudéjar, maravillan la procesión del Santo Entierro, la ‘Rompida de la Hora’ y el Baile de la Virgen. En estas fechas, toda la ciudad se entrega al rito, a la estética, a la tradición y a cualquier manifestación relacionada con las conmemoraciones de la Pasión, con siete cofradías, numerosos actos y multitud de fieles y espectadores.

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OTROS LOCALIDADES

Pero la Semana Santa no termina en las tres capitales y también son espectaculares los pasos que recorren con gran solemnidad las calles de las localidades zaragozanas de Tarazona, Torrijo de la Cañada, Ateca, Tauste, Calatayud o Caspe.

En la localidad turiasonense destacan la escenificación del Vía Crucis y la Función del Descendimiento; en Torrijo de la Cañada ponen en escena el Descendimiento de Cristo de la Cruz con personajes representando a Nicodemos, José de Arimatea y San Juan, que entregan el cuerpo a su madre, la Virgen María; y en Ateca 350 vecinos representan 40 pasos con escenas del Antiguo y Nuevo Testamento, entre ellas un esqueleto original del siglo XVII que representa a la Muerte.

La Semana Santa de Tauste data del siglo XVI e incluye procesiones como la de los Siete Dolores de la Virgen María, la Burreta o el Encuentro; en Calatayud, el Santo Entierro, aúna pasos y escenas del Antiguo y el Nuevo Testamento; mientras que, en Caspe, las cornetas, los tambores y los bombos acompañan unas procesiones como la del Santo Entierro, con una carroza que porta uno de los fragmentos más grandes del ‘Lignum crucis’.

En los municipios turolenses, destacan la pasión de Sarrión o de Valderrobres, donde las túnicas colorean las calles de esta localidad, incluida en la lista de los Pueblos Más Bonitos del país.

En la provincia altoaragonesa, resulta estremecedora la representación del auto sacramental de la Enclavación, que tiene lugar a las doce de la noche del Jueves Santo en Ayerbe, con una ‘rompida’ de la hora y las voces del Orfeón Reino de los Mallos para quebrar el riguroso silencio que acompaña la representación.

Intensa devoción la que predomina también en la Semana Santa de Barbastro, con procesiones que se remontan a los siglos XIII y XIV y que viven una recuperación en la actualidad con la incorporación de mujeres y jóvenes; y en Jaca, donde vecinos y visitantes asisten con gran respeto al paso de la Guardia Romana.

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CUARESMA Y SEMANA SANTA EN LA MESA

Por otro lado, no todo es devoción y la Semana Santa aragonesa se disfruta también en la mesa, desde que el Domingo de Ramos se bendicen las ramas de olivo y las palmas que los niños portan repletas de caramelos y dulces, hasta diferentes las diferentes celebraciones del Lunes de Pascua, todas ellas en torno a una comida, ya sea salada o dulce.

Para Jueves Santo, Cabolafuente (Zaragoza) ha recuperado la tradicional limonada acompañada de dulces típicos de estas fechas como las hojuelas, las flores o los buñuelos, mientras Bureta (Zaragoza) y Bolea (Huesca) mantienen la costumbre de celebrar el Jueves Santo con la ‘Cena del Huevo’.

Los huevos, esta vez fritos, son también los protagonistas en la localidad zaragozana de Lagata en el Sábado Santo, y prologan el periodo festivo en la ciudad de Teruel hasta el martes siguiente, con el Sermón de las Tortillas, un día para disfrutar en familia y con amigos en la naturaleza. Todo ello con postres como la rosca de Pascua –o ‘culeca’, según la zona–, una torta de azúcar, con anisetes y huevo cocido dentro.

Los ‘lamineros’, apelativo aragonés para los golosos, no se podrán resistir a los crespillos, un peculiar postre asociado a la Cuaresma y la Semana Santa que aprovecha la hoja de la borraja para hacer un dulce con huevos, harina, azúcar, leche, aceite de oliva, anís, levadura y gaseosa. En Barbastro, la Fiesta del Crespillo reúne cada año a cientos de curiosos.

Y, los que se queden con hambre, pueden completar el menú con unas monas de Pascua, en las que los posteleros vuelcan grandes dosis de imaginación, o unas deliciosas torrijas, típicas de Semana Santa ya que, al consumirse menos carne, sobraba más pan al final del día, que se reaprovecha en este humilde pero apetitoso dulce.


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