GRANADA, 16 (EUROPA PRESS)
El científico de la Estación Experimental del Zaidín (EEZ-CSIC) Manuel Espinosa ha firmado un nuevo número de la colección ‘¿Qué sabemos de?’ con un libro en que describe las estrategias y mecanismos de las bacterias para relacionarse y cooperar, y ofrece numerosos ejemplos de su comportamiento social.
“Las bacterias tienen vida social porque forman comunidades complejas y se transmiten información”, ha explicado Manuel Espinosa, según ha informado la EEZ-CSIC, con sede en Granada capital.
En ‘La vida social de las bacterias’ (CSIC-Catarata), Espinosa detalla que “estos seres unicelulares no suben imágenes a una cuenta de Instagram ni acuden a bares con sus colegas, pero tienen vida social porque son capaces de formar comunidades complejas y transmitirse información entre sí, incluso con otros organismos, mediante señales químicas”.
“Además, esas interrelaciones de las bacterias influyen notablemente en nuestra salud, en nuestra vida diaria y en el funcionamiento de los ecosistemas”, ha añadido, indicando que en el libro explica las estrategias y mecanismos de las bacterias para colonizar hábitats muy diversos y ofrece numerosos ejemplos de su comportamiento social.
Una de las claves para que las bacterias sean tan persistentes y consigan sobrevivir en ambientes imposibles para otros organismos es justo su capacidad de crear comunidades multicelulares, a menudo asociadas a superficies, y embebidas en una capa de material más o menos mucoso que producen ellas mismas y que las protege.
Es decir, las bacterias generan biopelículas o biofilms, un término que se acuñó en 1975. “Las biopelículas empezaron siendo algo anecdótico para la comunidad científica, pero en las dos últimas décadas se han convertido en una de las principales áreas de investigación en microbiología”, destaca el autor.
Los biofilms pueden formarse sobre materiales inertes como el vidrio, y también sobre tejidos vivos, como las raíces de las plantas o nuestra boca, que tratamos de proteger cuando nos cepillamos los dientes. Según Espinosa, el proceso es similar en la mayoría de las especies bacterianas.
Algunas bacterias entran en contacto con una superficie y se quedan adheridas a la superficie, sobre todo si esta se encuentra en un hábitat con nutrientes suficientes y condiciones ambientales favorables, y, a partir de ahí, comienzan a dividirse y agruparse. Incluso se pueden desplazar sobre la superficie “reclutando más bacterias”.
Estos grupos forman lo que se conoce como biofilm maduro, donde las células quedan embebidas en una matriz de polímeros producidos por ellas mismas y que conforma la estructura tridimensional de la biopelícula protectora. Cuando las condiciones ambientales se vuelven desfavorables o los nutrientes escasean, el biofilm comienza a dispersarse.
El investigador del CSIC aclara que los biofilms no siempre están compuestos por poblaciones de la misma especie de bacterias. Por ejemplo, en el caso de la placa dental hay especies ‘pioneras’ que se establecen inicialmente y sobre ellas se van reclutando las demás.
Ha costado décadas de estudio desentrañar en detalle este proceso, pero “hoy conocemos con bastante precisión los elementos moleculares que participan en la colonización de superficies por diferentes bacterias y vamos entendiendo mejor cómo se regula el proceso de formación de un biofilm”, apunta Espinosa.
El divulgador explica que hay muchos indicios de que las bacterias son capaces de detectar la presencia de una superficie favorable para empezar a construir su ‘casa’ y poner en marcha el programa para colonizarlo. “Esto, junto con otras muchas evidencias hace pensar que la vida multicelular sobre superficies no es algo excepcional, sino intrínseco al ciclo de vida de las bacterias”, destaca.
- Te recomendamos -