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Las mujeres tienen una esperanza de vida media 5,4 años mayor que la de los hombres, pero con una peor salud

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SEVILLA, 8 (EUROPA PRESS)

El Informe ‘Salud y Género en Andalucía 2025’, publicado por la Consejería de Salud y Consumo, a través de la Dirección General de Salud Pública y Ordenación Farmacéutica, concluye que la asistencia sanitaria con enfoque de género mejora la calidad de vida.

El objetivo de este informe, realizado por la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP), es ofrecer un análisis de situación actualizado sobre la salud de la población adulta andaluza, sus determinantes y su atención sanitaria para identificar las principales desigualdades de género en este ámbito.

Según los datos que arroja el informe, que actualiza una edición anterior de 2018, en Andalucía, las mujeres viven por término medio 5,4 años más que los hombres, aunque con diferencias interprovinciales: la brecha de género es máxima en Córdoba (6,1 años) y mínima en Granada y Málaga (4,8 años).

A los 65 años, la esperanza de vida de las mujeres andaluzas supera en 3,6 años a la de los hombres. Sin embargo, una mayor esperanza de vida no siempre se acompaña de mejor salud. El fenómeno denominado como ‘paradoja de género en salud’ o ‘ventaja de la mortalidad’ consiste en que las mujeres viven muchos de sus años adicionales con peor salud.

Además de los posibles determinantes ligados a la biología diferencial entre ambos sexos, se sabe que las normas, estereotipos y roles de género conforman modos de enfermar y de morir diferentes en hombres y en mujeres, así como patrones diferenciales en la atención sanitaria. Los comportamientos de mayor riesgo para la salud relacionados con la llamada ‘masculinidad tradicional’ se han postulado como uno de los determinantes de la mayor mortalidad prematura en hombres.

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SITUACIÓN DEMOGRÁFICA Y HÁBITOS DE VIDA

Las mujeres están más representadas en todas las provincias andaluzas, excepto en Almería. A mayor ruralidad, se registra una mayor proporción de hombres, mientras que las mujeres se concentran en municipios de mayor tamaño. En general, persiste la tendencia demográfica hacia el envejecimiento poblacional, siendo mayor entre las mujeres. Los hogares unipersonales, encabezados principalmente por mujeres mayores, requieren una atención específica, conforme se incrementa su número debido al envejecimiento poblacional.

El escenario doméstico y de los cuidados sigue estando protagonizado por las mujeres. La corresponsabilidad continúa como tarea pendiente en la búsqueda de la igualdad de oportunidades, si bien, un perfil masculino que destaca en los cuidados de personas con discapacidad y de personas adultas con necesidades de cuidados es el de hombres de avanzada edad, jubilados, que cuidan a sus esposas.

En cuando a hábitos saludables, más mujeres que hombres comen fruta diariamente, y ambos sexos presentan más este hábito en edades tempranas que en las más avanzadas. Las mujeres realizan ejercicio con menos frecuencia que los hombres y su práctica se reduce en general con la edad. Una excepción, en el caso de caminar, son los hombres mayores de 65 años los que aumentan su actividad.

En las mujeres, la capacidad de dedicar tiempo a actividades como caminar se reduce progresivamente con la edad, lo que puede relacionarse con el desempeño de sus roles de género. Respecto al consumo de tabaco, se registran algunas tendencias positivas en los últimos cinco años: ha descendido el consumo diario tanto en hombres como en mujeres y ha aumentado la edad media del consumo también en ambos sexos.

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Un mayor porcentaje de hombres ha dejado de fumar, el consumo moderado y extremo es menor entre las mujeres, y la brecha de género más amplia en consumo diario de tabaco se da entre los 21 y 24 años, donde el porcentaje de hombres que fuman diariamente casi dobla al de las mujeres.

El consumo de cigarrillos electrónicos en los últimos años se mantiene casi inalterable en ambos sexos. El consumo de alcohol ha aumentado considerablemente en los últimos años y es más prevalente en los hombres que en las mujeres. Los hombres presentan un mayor consumo de otras drogas (diferentes a tabaco y alcohol), excepto los tranquilizantes, hipnóticos y somníferos, que son más consumidos por las mujeres.

Además, de forma específica, en el informe se ha abordado el análisis de situación sobre temáticas seleccionadas por su especial relevancia en el contexto sanitario actual de Andalucía: salud mental, salud sexual y salud reproductiva, migración, discapacidad y violencia de género. Finalmente, también se han estudiado las opiniones y percepciones de 34 profesionales de la salud sobre desigualdades de género en la atención sanitaria en Andalucía.

RECOMENDACIONES

El Informe ‘Salud y Género en Andalucía 2025’ ofrece unas recomendaciones para las temáticas analizadas, como la necesidad de incorporar de manera transversal el enfoque de género en el diseño, implementación y evaluación de todas las políticas de salud; el abordaje explícito de los estereotipos de género, y de las diferencias de género en los riesgos y modos de enfermar; y el estudio de las masculinidades y la salud, y en concreto, para avanzar en el compromiso de los hombres en el autocuidado y adopción de hábitos saludables, la paternidad y los cuidados no remunerados o la salud sexual y reproductiva y la prevención de la violencia.

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En cuanto a la atención sanitaria, el informe recomienda continuar apostando por la sensibilización y formación de los profesionales para que integren un enfoque de género en su práctica profesional; incorporar la perspectiva de género en la investigación en salud y eliminar sesgos; incluir el enfoque interseccional en los sistemas de información en salud, potenciando un nivel mínimo de desagregación por sexo también en relación con otros factores fundamentales en el análisis de la perspectiva de género, como la edad, variables sociodemográficas y socioeconómicas, los procesos migratorios, la discapacidad y dependencia o la violencia de género.

Según el informe, las actuaciones de promoción de la salud y de prevención de la enfermedad deberían diseñarse teniendo en cuenta las normas, estereotipos y roles de género que corresponden a formas de masculinidades que ponen en riesgo la salud de los jóvenes y de los hombres. Igualmente, desde un modelo de activos en salud, deberían promocionarse aquellos factores que resultan un activo para la salud de las mujeres y que también pueden beneficiar a la salud de los hombres.


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