Acto de entrega de la Medalla de Aragón a los ponentes vivos de la Constitución de 1978, con motivo del 40 aniversario
Quisiera que mis primeras palabras fueran de sincero agradecimiento a la Comunidad Autónoma de Aragón y, de forma especial, a la Diputación General de Aragón y a la ciudad de Zaragoza, por acogernos hoy en este acto conmemorativo del cuadragésimo aniversario de la Constitución española.
Siempre es una satisfacción visitar Zaragoza. Pero lo es, más aún, venir para celebrar lo que nos une, que son nuestra Constitución y nuestra democracia; y hacerlo de la mejor manera posible, reconociendo a tres ciudadanos excepcionales que representan un testimonio ejemplar: Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, José Pedro Pérez-Llorca Rodrigo y Miquel Roca Junyent.
A quienes felicito con afecto sincero y enorme agradecimiento, por haber sido distinguidos con la medalla de Aragón.
Quisiera felicitar también a los constituyentes aragoneses:
ZARAGOZA: Mariano Alierta (UCD); Juan Antonio Bolea (UCD); Angel Cristóbal Montes (PSOE); Emilio Gastón (PSA); Hipólito Gómez de las Roces (CAIC, Candidatura Aragonesa Independiente de Centro) Benito Rodrigo (PSOE); Antonio Piazuelo (PSOE) Luis del Val (UCD)
HUESCA: León José Buil (UCD); Jaime Gaspar (PSOE); Joaquín Ignacio Tejera (UCD)
TERUEL: José Angel Biel (UCD); José Ramón Lasuén (UCD); Carlos Zayas (PSOE)
12 senadores constituyentes.
ZARAGOZA: Mateo García Mateos (CAUD Candidatura Aragonesa de Unidad Democrática); Lorenzo Martín-Retortillo (CAUD); Ramón.
Sainz de Varanda (CAUD); Isaías Zarazaga (CAIC)
HUESCA: Alberto Ballarín (UCD); José Antonio Escudero (UCD); César Escribano (UCD); Fernando Baeza (PSOE)
TERUEL: José Luis Figuerola (UCD); Alberto Fuertes (UCD); Manuel Magallón (UCD); Antonio Carasol (PSOE).
EL LEGADO DE UNA GENERACION
Regresando con los ponentes constitucionales hoy premiados, decir que su legado y figura, junto con la del resto de los ponentes constitucionales, son la mejor expresión de un generoso propósito que fue acogido, con abrumador respaldo, por la inmensa mayoría de los españoles:
contraponer el consenso al disenso; la voluntad de convivencia al conflicto, y la concordia frente a la discordia;
y, sobre todo, lograr, en nombre de toda una nación, la victoria de la democracia y de la convivencia en paz.
El testimonio de estas personas, además, nos muestra dos aprendizajes, en mi opinión, imprescindibles y de rigurosa actualidad.
Hablo, de un lado, dela continuidad y la trascendencia que tiene la obra de una generación con la de la siguiente; y, por tanto, de la responsabilidad de quienes hacemos el presente para con el futuro.
Pero también de cómo en España los éxitos llegan cuando avanzamos juntos y, sobre todo, cuando construimos el futuro sobre la base de aquello que es compartido.
Como saben, en este año 2018 se celebran los 40 años de nuestra Carta Magna, una Constitución de todos y para todos.
Es una conmemoración que trasciende a territorios e instituciones para llegar a cada ciudadano de nuestra Nación y que nos invita a felicitarnos por la fortaleza y la vigencia de unos valores que están más vivos que nunca.
Me refiero a la responsabilidad, la solidaridad y el respeto a la pluralidad.
Al triunfo del diálogo, del trabajo conjunto, y de la colaboración constructiva y leal.
Al éxito del consenso, a la altura de miras, a la excelencia y el tesón.
Hoy estamos aquí para recordar esos valores que nos han permitido desarrollar una democracia moderna, avanzada y ejemplar a lo largo de estos 40 años.
Decía Joaquín Costa que: “La garantía del derecho no está en la ley, como la ley no tenga asiento y raíz en la conciencia de los que han de guardarla y cumplirla”.
Precisamente, hoy reconocemos en los ponentes constitucionales ese sentido de la responsabilidad, ese respeto a los principios y valores compartidos, y esa ejemplaridad que deben imbuir la actuación de nuestras instituciones y que son los que nos han proporcionado estabilidad, bienestar y progreso.
Queridos amigos,
Aquellos de más edad recordarán, y los amantes de la historia sabrán, que no fue fácil llegar a aquel diciembre de 1978.
Porque los españoles, hace cuatro décadas, estábamos inmersos en uno de los episodios más trascendentales de nuestro pasado reciente.
Uno que no tenía un final escrito, sino que fue configurándose día a día, con el esfuerzo, la ilusión y la perseverancia de muchos.
Hubo debate y discrepancias, pero la voluntad de aprender de los errores y los aciertos del pasado nos supo guiar hacia un marco común de convivencia.
Un marco político que nos reconocía como ciudadanos, libres e iguales, y nos permitía desarrollar nuestro proyecto vital en un Estado social y democrático de Derecho, bajo el imperio de la ley y amparados por un sistema de derechos y libertades.
En este proceso jugó un papel fundamental el empeño, el liderazgo y el compromiso de políticos, representantes de una sociedad civil, del mundo de la cultura y la ciencia, y de millones de españoles que dieron lo mejor de sí mismos en un momento que era crítico para nuestra historia.
Una suma de esfuerzos y voluntades de la que siempre nos sentiremos orgullosos, como españoles y como demócratas.
Juntos hemos logrado mucho, aunque todos sabemos que todavía tenemos trabajo por hacer.
Así nos lo recordaba Emilio Gastón, quien fuera diputado constituyente y posteriormente, primer Justicia de Aragón tras la aprobación de la Constitución y el Estatuto de Autonomía:
“La transición no concluye, pues acabada la transición a la democracia, comienza la transición en la democracia, y los cambios en democracia se van haciendo por los ciudadanos de manera constante.
Debemos seguir mejorando la vida política, como espacio más civilizado del ser humano, para procurar el entendimiento entre las gentes.”
Y efectivamente, así es. La Constitución no fue un puerto de llegada.
La Constitución marcó el comienzo de una España que quería situarse al nivel económico, social y político de los países más avanzados.
Esa España que ahora forma parte del mayor proyecto de paz, democracia y prosperidad del mundo, que es la Unión Europea.
Los valores del modelo constitucional han sentado las bases de la modernización política y administrativa de España, reconociendo su diversidad territorial y cultural, y permitiendo la libre manifestación de la identidad histórica y lingüística de nuestras Comunidades Autónomas.
Al amparo de la Constitución se ha desarrollado un modelo territorial que ha conferido las cotas más grandes de autonomía a las distintas regiones de España y que nos ha convertido en uno de los países más descentralizados del mundo.
Gracias a la Constitución disfrutamos de un ordenamiento jurídico garantista y de un sistema político que nos da la posibilidad de participar en las elecciones para que gobierne la opción de nuestra preferencia, sin exclusión de ninguna tendencia o corriente.
Nos propusimos nuevos retos y los conseguimos. Y eso no fue la obra de una persona, de un Gobierno; mucho menos del destino.
Fue obra del talento, de la iniciativa y del trabajo de personas comprometidas con su país, comprometidas con el futuro y con la aspiración de hacer lo mejor para todos, como son Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, José Pedro Pérez-Llorca Rodrigo y Miquel Roca Junyent.
Pero también Gregorio Peces-Barba, Jordi Solé Tura, Manuel Fraga, o vuestro paisano turiasonense, Gabriel Cisneros, que hicieron de nuestra patria un país mejor, más solidario, más abierto al mundo y más libre.
Por eso, si me permiten, me gustaría terminar precisamente con unas palabras que Gabriel Cisneros nos dejó y que tienen, para mí, un enorme significado: “la libertad es sencillamente la democracia”.
“La democracia”, decía Gabriel, “es la libertad organizada; y libertad y democracia se asientan firmemente en la Constitución de 1978”.
Nuestra Constitución es un vínculo. El vínculo de consenso que nos hemos dado todos los españoles.
Y, como rememoraron 25 años después de su promulgación todos los ponentes constitucionales en Gredos, su éxito reside en que supo interpretar “los anhelos de paz y libertad que alentaban en lo más profundo del pueblo español”.
Nuestra nación ha superado grandes retos. Hoy, los españoles tenemos nuevas metas.
Y en este camino, el legado de grandes hombres y mujeres, como el de los que hoy reconocemos, siempre contarán con el reconocimiento de España y, si me permiten, mi agradecimiento personal más sincero.
Muchas gracias.
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