
Los hechos se produjeron en un instituto de Burgos en un cambio de clase
VALLADOLID, 21 (EUROPA PRESS)
El Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León (TSJCyL) ha condenado a pagar más de 42.000 euros de forma solidaria a los padres de un menor, así como a su aseguradora, que lanzó un típex a una compañera de instituto a la que causó graves lesiones en un ojo.
En concreto, el Alto tribunal condena a los progenitores del menor –que contaba con 15 años en el momento de los hechos y ahora es mayor de edad– y a su aseguradora a pagar 42.127,74 euros a la joven, según la sentencia a la que ha tenido acceso Europa Press en fuentes del TSJCyL.
Inicialmente, los demandantes reclamaban casi 188.000 euros a los progenitores, al entender que no le habían educado correctamente, y la compañía de seguros, así como a la Junta de Castilla y León, como titular del centro por falta de supervisión en horario lectivo.
Los hechos se produjeron en octubre de 2018, en un cambio de clase en un instituto de Burgos, cuando el menor a cuyos padres se condena lanzó a una compañera –con la que mantenía buena relación– un típex, con forma de bolígrafo y una punta metálica redondeada, del que se desprendió el tapón y la punta y el “grueso” del mismo impactó contra el ojo de la joven, lo que causó graves lesiones.
El Tribunal considera que la actuación del menor era “negligente” porque agitar un típex como el descrito en las cercanías de otra persona debe permitir prever la posibilidad de que se desprenda la tapa y pueda llegar a impactar en otra persona.
“El uso inapropiado de un típex para fines diversos para el que es concebido, esto es, fuera de la naturaleza correctora que le es propia en el ámbito académico, lleva a pensar que nos encontramos ante una negligencia causante del consecuente daño”, añade el fallo.
El Alto tribunal considera que los padres del menor responden por los daños causados por éste, mientras que exime a la Junta de Castilla y León de responsabilidad porque, a pesar de que había un profesor en el aula, se trataba de un cambio de clase, el docente estaba recogiendo sus cosas y no vio el siniestro, pero además los alumnos estaban “jugando”, no había signos de mala relación ni agresión, más aún en un momento en que se relajan las formalidades que se suelen mantener en el aula.
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