MADRID, 4 (EUROPA PRESS)
Clara Sánchez, de 41 años, vive en Sot de Chera, en la serranía de Valencia, con su marido y sus tres hijas, de 13, 12 y 3 años. Vivían en su casa desde hacía cinco años, en la planta de arriba, aunque hace dos se instalaron en la de abajo, que construyeron su marido y su suegro. Además, tenían una granja de animales “como hobbie”, como precisa a Europa Press. “Pero ahora no hay nada y por suerte lo podemos contar”, asegura al recordar la dana que sufrió la provincia a finales del pasado mes de octubre, que dejó más de 200 fallecidos.
Así, rememora cómo aquel día “estaba lloviendo desde las cinco de la mañana” pero era “una lluvia normal”, puntualiza. Sobre las seis menos veinte de la tarde, llegó su marido a casa con la mayor de las hijas y a las seis de la tarde escuchó a su marido desde fuera, gritando para que todos salieran de la vivienda.
“Yo no sabía que estaba corriendo peligro, empecé a escuchar piedras que daban contra la fachada y es que, literalmente, la montaña me estaba cayendo encima, un alud de piedras y barro estaba sepultando la casa”, señala. Por ello, salieron corriendo con lo primero que tenían a mano.
“A la pequeña le cogí el chupete y un peluche y las mayores salieron en pijama, porque esa tarde no íbamos a salir ya de casa. Un amigo nos estaba esperando en la puerta con el coche y llevamos a las niñas a casa de mi suegra”, indica, para añadir que ella volvió a su hogar.
La situación que se encontró fue dantesca, con el agua que empezaba a meterse en la vivienda y “paredes a punto de explotar”. “Eso yo no lo sabía pero mi suegro trabaja en construcción y se dio cuenta del peligro”, afirma. Entonces, salió a la calle, donde se quedó “sola y lo peor era el ruido”. Fue a casa de unos vecinos, donde pudo protegerse “con mucho frío y empapada, con todo a oscuras, sin luz y todo lleno de agua”.
En cuanto a su vivienda, “era imposible entrar porque tenía la montaña dentro de la casa” y lo peor fue que su suegro casi se queda allí atrapado. Pudo salir con ayuda de otros vecinos. “Todos estábamos nerviosos”, afirma.
Tras horas de incertidumbre, unos amigos fueron a por ella y pudo regresar con sus hijas. “Yo no era consciente de lo que había pasado. Mi suegro, mi marido y más gente intentaron salvar las casas hasta que no pudieron hacer más y se pusieron a ayudar a la gente”, señala.
Sobre su granja, explica que estaba al lado del río, como a 10 metros de altura, y el agua aquella noche subió hasta los 15. “Quién lo iba a pensar. Los animales –ovejas, cabras y gallinas– estaban sueltos pero había una valla. Fue todo tan rápido que no pudimos ni salvar al perro, un mastín que pensé que se podría haber salvado pero que nunca apareció”, lamenta.
“Ya no hay rastro de nada, como si hubieran cogido una azada y lo hubieran barrido todo”, apostilla la mujer que, añade que, cuando regresó al día siguiente a su casa comprendió “la gravedad” de la situación. “Fue una noche de terror pero por suerte estuvimos en alto”, precisa.
En su caso, indica que lo perdieron “todo” y estuvo “casi un mes” llevando ropa de otras personas. De su casa sólo se han salvado las lámparas y las ventanas, también pudo recuperar su ropa. Tras lo ocurrido, Cruz Roja está ayudando a la familia a tramitar la tarjeta monedero.
“He perdido la noción del tiempo: un mes parecían dos semanas”, prosigue Clara que afirma que no está “por la labor de volver a poner en marcha la granja con todo lo que hay que hacer”. “Pero ya ha pasado”, concluye.
El testimonio de Clara forma parte de una serie de perfiles recogidos por Europa Press con motivo de la celebración del Día de la Mujer Trabajadora, el 8 de Marzo, que este año se centra en diversas mujeres que han sufrido la dana que afectó principalmente a Valencia el pasado 29 octubre.
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