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VALÈNCIA, 3 (EUROPA PRESS)
El Palau de les Arts de València apuntala su especial vinculación con Richard Wagner –a quien desde el propio teatro consideran su “compositor fetiche”– con ‘Der fliegende Holländer’ (‘El holandés errante’), la primera obra maestra del compositor que se ha presentado este domingo con una excelente acogida.
El coliseo ofrece un bello juego de tamaños, luces y sombras en esta producción firmada por Willy Decker –del Teatro Regio di Torino y original de la Opéra National de Paris– que, además, presenta el aliciente de ser la despedida en función lírica de James Gaffigan como director musical de la institución cultural valenciana.
A pesar de la intensa presencia del universo wagneriano en Les Arts, ‘Der fliegende Holländer’ –considerada la primera gran obra del genio– estaba inédita en el repertorio del teatro. El estreno de este título en el Reina Sofía se ha acompañado de dos novedades más en el teatro: el barítono estadounidense Nicholas Brownlee (El holandés), quien ha recibido la ovación del público congregado en la Sala Principal, y la soprano sueca Elisabet Strid (Senta), también muy aplaudida.
Junto a estas dos jóvenes estrellas del repertorio alemán, actúan Franz-Josef Selig (Daland), uno de los grandes bajos wagnerianos del momento; el tenor granadino Moisés Marín, antiguo alumno del Centre de Perfeccionament de Les Arts, en el papel de Steuermann (Timonel); el tenor francés Stanislas de Barbeyrac, como Erik, y Eva Kroon, que encarna a Mary.
Arropando a los protagonistas y demostrando una vez más su brillantez, el Cor de la Generalitat –esta vez escoltado por el Coro de la Comunidad de Madrid– y la Orquestra de la Comunitat Valenciana se han ganado de nuevo la admiración del auditorio.
Willy Decker es el artífice de este montaje con escenografía y vestuario de Wolfgang Gussmann e iluminación Hans Tölstede. El director de escena de la reposición es Stefan Heinrichs.
La propuesta se caracteriza por los decorados monumentales –una enorme puerta y un gran ventanal acaparan el espacio– a la vez que minimalistas y por un destacadísimo diseño de luces, que convierte las sombras en elementos de la puesta en escena y subraya el tono dramático de este canto a la lealtad y el sacrificio.
Pese a la aparente austeridad, se consigue diferenciar perfectamente un primer plano escénico centrado en el hogar y la familia, donde interactúan los diversos personajes, y una evocadora ‘trastienda’ gracias a la cual el espectador puede imaginar un mar fiero y una naturaleza agitada en plena tormenta.
ROMPER LA MALDICIÓN
Richard Wagner se inspiró en la obra de Heinrich Heine ‘Memorias del señor de Schnabelewopski’ para escribir el libreto de ‘El holandés errante’, la historia de un capitán holandés condenado a navegar eternamente en su barco fantasma, hasta que el amor fiel de una mujer rompa la maldición. La redención llegará de la mano de Senta, la hija del marino noruego Daland, que sacrificará su vida para salvarlo.
En palabras de Gaffigan, ‘El holandés errante’ –que también se ha programado los próximos días 5, 8, 11 y 14 de marzo– es “una imagen fija en el desarrollo de las óperas de Wagner” ya que no es todavía el autor en el que llegará a convertirse en el ciclo del ‘Anillo de Nibelungo’ o ‘Tristan und Isolde'”.
Así, en esta obra, estrenada en 1843, el músico alemán “celebra la tradición de la ópera italiana” de manera que las texturas que se escuchan en la orquesta son “muy diferentes” a las texturas que se escuchan después.
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