MADRID, 02 (SERVIMEDIA)
El cambio climático provocado por los seres humanos y las condiciones de El Niño se combinaron para generar 3,5 veces más días de olas de calor marinas en los veranos de 2023 y 2024 (es decir, un 240% más) en comparación con cualquier otro año registrado.
Esa es la conclusión principal de un estudio elaborado por 12 científicos pertenecientes a instituciones de Australia, Canadá, Dinamarca, Noruega, Nueva Zelanda y Reino Unido, y publicado en la revista ‘Nature Climate Change’.
Los dos últimos años fueron los más calurosos de los que se tiene constancia y hubo olas de calor marinas sin precedentes que contribuyeron a miles de millones de dólares en daños económicos repartidos por todo el mundo.
Casi un 10% del océano global alcanzó temperaturas récord en 2023 y 2024, con devastadoras consecuencias para los arrecifes de coral, la pesca y las comunidades costeras.
Si bien El Niño exacerbó las olas de calor marinas en esos dos años, investigaciones anteriores mostraron que el cambio climático inducido por los seres humanos ya causó un aumento del 50% en las olas de calor marinas entre 2011 y 2021.
Según los investigadores, la quema de combustibles fósiles y la tala de bosques haría que las olas de calor marinas sean entre 20 y 50 veces más frecuentes y 10 veces más intensas a finales de este siglo.
Ariadna Mechó, bióloga e investigadora en el Departamento de Ciencias de la Tierra del Barcelona Supercomputing Center (BSC-CNS), indica que “este aumento de las temperaturas, con olas de calor más altas y frecuentes, afecta mucho a las especies que viven en el mar, donde normalmente y hasta hace bastante poco las temperaturas eran más o menos estables”.
“Por ejemplo, en algunas especies se empiezan a mover aguas más frías para encontrarse más a gusto. Un ejemplo de este desplazamiento o de disminución de las poblaciones sería, por ejemplo, el de la sardina en el Mediterráneo o el bacalao en el Báltico”, apostilla.
IMPACTOS EN CANARIAS
En Europa, las olas de calor marinas contribuyeron a temperaturas terrestres récord en las islas británicas, perjudicaron a las poblaciones de peces y casi causaron la extinción del mejillón abanico en el Mediterráneo.
Las poblaciones de aves marinas de Escocia se vieron afectadas al disminuir sus fuentes de alimento, mientras que la acuicultura sufrió pérdidas por la proliferación de algas nocivas.
Además, el aumento de la temperatura de los océanos provocó la tormenta Daniel, que causó inundaciones mortales en Grecia, Bulgaria y Turquía.
Frente a las costas del norte de España, las olas de calor marino afectaron al marisco, mientras que en Canarias se capturaron algunas especies de aguas más cálidas.
“En el medio mediterráneo también, debido al aumento de estas temperaturas, se ha visto que se han reducido, por ejemplo, las praderas de posidonia oceánica, las poblaciones de gorgonias, de corales o de nacras y en algunos sitios incluso estas especies han desaparecido totalmente. Todo esto en general tendrá un impacto directo a nivel económico, ya que afectará no solo a las pesquerías, pero también a la acuicultura y el turismo”, señala Mechó.
OTROS EJEMPLOS
Una ola de calor marina alimentó el ciclón Gabrielle en Nueva Zelanda en 2023, que mató a 11 personas y causó daños por más de 8.000 millones de dólares. Las olas de calor marinas hicieron que las anchoas peruanas se alejaran de sus aguas habituales, lo que provocó el cierre de la pesca comercial en 2023 y 2024 con pérdidas estimadas en 1.400 millones de dólares.
Casi 6.000 personas murieron en Libia en 2023 cuando las fuertes lluvias de la tormenta Daniel provocaron el colapso de la presa de Derna, la inundación más mortal registrada en África.
En los últimos dos años, las olas de calor marinas han obligado al cierre de la pesca y la acuicultura, han aumentado los varamientos de ballenas y delfines, y han provocado el cuarto episodio mundial de blanqueamiento de los corales.
Los impactos no se detuvieron en los océanos; las olas de calor marinas causaron fenómenos meteorológicos extremos como olas de calor atmosféricas mortales e inundaciones en tierra.
ACCIÓN RÁPIDA
No obstante, la buena previsión y la acción rápida redujeron los impactos de algunas olas de calor marinas. En Australia, una cuarta parte de la población de pez mano rojo en peligro de extinción fue llevada a acuarios antes de que llegara la ola de calor marina y se liberó de nuevo cuando las aguas se enfriaron.
En Estados Unidos, algunos corales y caracoles fueron trasladados a aguas más profundas y frías. En Perú, el Gobierno pagó beneficios a los pescadores que no pudieron salir al mar cuando se vieron obligados a cerrar la pesquería de anchoa.
Mechó propone dos medidas “principales” para reducir el impacto de las olas de calor marinas: Una disminución, gestión y la regulación eficaz de las emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, y, por otro lado, mientras que se consigue esto, hacer medidas de protección y de conservación adecuadas para las especies y los ecosistemas vulnerables”.
“Este estudio es otra dolorosa confirmación de lo que los pequeños Estados insulares en desarrollo llevan años advirtiendo: nuestros océanos están en crisis y, con ellos, nuestra propia existencia”, según Victorya Seid, presidenta de la Alianza de Pequeños Estados Insulares (Aosis).
Seid añade: “Las olas de calor marinas, alimentadas por la quema incesante de combustibles fósiles, están devastando nuestros arrecifes, agotando nuestras pesquerías y rompiendo el delicado equilibrio que ha sostenido a nuestros pueblos durante generaciones”,
“Para nosotros, no se trata sólo de un problema medioambiental: es una cuestión de supervivencia, de identidad, de hogar. Nos negamos a aceptar un futuro en el que nuestros hijos hereden océanos vacíos y tradiciones rotas”, apunta Seid, que insta a “los mayores contaminadores del mundo” a asumir “su responsabilidad”. “Cuando el océano ya no pueda sostenernos, tampoco podrá sostenerlos a ellos”, concluye.
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