PALMA, 20 (EUROPA PRESS)
La escritora afgana refugiada en España Nadia Ghulam ha impartido este jueves una conferencia ante centenares de jóvenes de Mallorca, a quienes ha relatado su experiencia personal y ha recordado que “las principales víctimas de las guerras son las mujeres y los niños”.
Lo ha hecho este jueves en la sede de la Conselleria de Educación en el marco del Programa de Centros Educativos para la Ciudadanía Global y Transformadora, a la que ha asistido la presidenta del Govern, Marga Prohens.
También han estado presentes los consellers de Educación, Antoni Vera, y de Familias y Asuntos Sociales, Catalina Cirer, así como más de un centenar de alumnos y profesores de los IES Sureda i Blanes y Son Pacs y del colegio Sant Josep Obrer.
En su intervención, que se ha alargado durante aproximadamente una hora, Ghulam (Kabul, 1985) ha abordado la situación de la mujer en Afganistán y ha explicado su experiencia personal viviendo bajo la guerra y la opresión del régimen talibán.
Cuando tenía ocho años, ha comenado, la casa en la que vivía junto a su familia fue bombardeada y ella sufrió severas quemaduras que la tuvieron dos años convaleciente y yendo de hospital en hospital.
Cuando se recuperó, los talibanes llegaron por primera vez al poder y, ha recordado, prohibieron a las mujeres trabajar, estudiar o salir a la calle en libertad. Su padre sufría un estrés postraumático que no le permitía ni siquiera reconocer a su propia familia, y poco después murió su hermano mayor.
“Necesitaba llevar un trozo de pan a mi casa, y decidí vestirme de hombre con la ropa de mi hermano e irme a trabajar. Un día lo hice, y ese día duró diez años en los que viví como un hombre porque como mujer no podía”, ha recordado.
Esos recuerdos los plasmó en uno de sus libros más conocidos, ‘El secret del meu turbant’, que es una de las lecturas recomendadas en las escuelas en las que estudian los jóvenes que la han escuchado este jueves.
También les ha mostrado algunas fotografías que ejemplifican la opresión de las mujeres en Afganistán –como la contraposición entre chicas ataviadas con minifalda en Kabul y, después, vestidas con burka–, entre ellas varias en las que aparece ella vestida de hombre y tapando su pelo con un turbante tradicional.
“Tenía 17 años y trabajaba en la construcción haciendo pozos, mientras las mujeres iban en burka”, ha subrayado Ghulam, quien –a preguntas de los jóvenes– ha recordado algunas de las dificultades a las que se enfrentó en aquella época, como lidiar con la menstruación mientras fingía ser un hombre.
NACER Y MORIR EN GUERRA
La escritora y defensora de los derechos humanos y de las mujeres ha deseado que, a partir de su experiencia personal, haya podido trasladar a los alumnos y autoridades la realidad que viven las millones de mujeres afganas que “viven silenciadas”.
“Las principales víctimas de las guerras son las mujeres y los niños”, ha dicho Ghulam, quien ha lamentado que muchas de ellas nacen en guerra, como ella misma, y nunca llegan a conocer la paz.
“La guerra no es algo que destruya una casa o un barrio, sino la mentalidad de las personas. Todas aquellas personas que antes de la guerra hacen las cosas de una manera, con la guerra cambian de tal manera que ni ellos mismos se reconocen”, ha indicado.
Ella, ha continuado, pudo salir de Afganistán y viajar a Cataluña –donde aprendió el catalán en el que se ha dirigido al público– para recibir tratamiento médico gracias a una ONG. En el Hospital Clínic de Barcelona le sometieron a una veintena de operaciones quirúrgicas para tratarle las quemaduras que le provocó la explosión.
“Y esa no fue mi gran suerte, sino que una familia catalana me acogiera, mis padres catalanes. Estamos acostumbrados a acoger a niños pequeños, pero ¿quién acoge a una mujer de 21 años en su casa y le llama ‘nuestra hija’?”, ha explicado la autora, quien desde entonces vive en España bajo el estatus de refugiada.
Aunque ha dicho que los primeros tiempos en Cataluña fueron complejos y llenos de preguntas sin respuesta, como los motivos de la guerra que la obligó a salir de su país, ha rememorado el día, en 2007, que la llevaron a una manifestación por la paz en Barcelona.
“Había miles de personas que gritaban ‘no a la guerra’, y ahí me puse de rodillas y lloré desconsoladamente. Entendí que no soy la única niña en Afganistán que pedía paz, que hay tantas personas que la piden. ¿Y si las hay, por qué no llega? Porque no es suficiente, tenemos que trabajar por la paz”, ha sentenciado.
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