MADRID, 10 (EUROPA PRESS)
El jefe de la Unidad Avanzada de Neurorrehabilitación del Hospital Los Madroños, el neurólogo Iván Iniesta López, ha asegurado que no todas las epilepsias van acompañadas de convulsiones, y que estas pueden originarse o no en las de tipo focal (cuando proceden de una localización concreta del cerebro) o de tipo generalizado (cuando su origen es difuso).
“La convulsión no es sino un síntoma, pudiendo resultar de una crisis de inicio focal o presentarse desde el principio con convulsiones, en lo que tradicionalmente hemos denominado crisis convulsiva o de ‘gran mal’, y ahora conocemos como crisis bilateral tónico-clónica. Los síntomas provocados por una crisis guardan relación habitualmente con la zona del cerebro desde donde se originan”, ha explicado el doctor Iniesta, investigador de EpiNet, con motivo del Día Internacional de la Epilepsia, que se celebra este lunes.
El especialista ha explicado que, cuando la descarga neuronal excesiva proviene del lóbulo temporal, el síntoma consiste en una “súbita sensación de extrañeza, en un estado transitorio de ensoñación o familiaridad tipo ‘déjà vu’ que típicamente se repite de forma estereotipada (siempre igual), pudiendo acompañarse de una alteración de la conciencia pasajera”; mientras que, si tiene lugar en la corteza frontal, el síntoma “será motor” y, si nace en la corteza occipital, el síntoma inicial será visual, aunque existe la posibilidad de que evolucione a una alteración o pérdida de conciencia, con o sin convulsiones.
En torno a medio millón de personas padecen de epilepsia en España, según datos de la Sociedad Española de Neurología, de los que un tercio no acaba respondiendo bien a la medicación que se le administra.
“Aunque la mayoría de las epilepsias suelen comportarse de forma benigna y controlarse con el fármaco adecuado, cerca de un tercio de pacientes no responden bien a las distintas terapias farmacológicas, lo cual conocemos como epilepsia fármaco-resistente. Algunos pacientes, previamente seleccionados, dentro de este grupo de epilepsias refractarias, pueden ser subsidiarios y beneficiarse de una cirugía tras realizarse un estudio exhaustivo en un centro avanzado y de referencia para el manejo de epilepsias complejas”, ha añadido.
Tras ello, ha subrayado que la epilepsia puede impactar en actividades cotidianas como tomar un baño, siendo recomendable que eviten bañarse solos ante el riesgo de caídas o ahogamientos, o conducir, estando prohibido que lo hagan en caso de haber presentado una crisis epiléptica en el último año.
Aunque este tipo de crisis suelen ceder espontáneamente y no necesitan un tratamiento farmacológico urgente más allá de adoptar las medidas PAS (Proteger, Avisar, Socorrer), colocando al paciente de costado y no poniendo nada en su boca mientras llega una ambulancia, sí es necesario instaurar un tratamiento inmediato si dura más de cinco minutos; antes de ello se trasladará a un paciente a un centro con guardias permanentes de neurología y unidad de cuidados intensivos.
Si bien la epilepsia puede aparecer a cualquier edad, tiene una mayor incidencia en niños y en personas mayores de 65 años, momento en el que se observa un “pico de epilepsias en curso benigno” que a menudo no requieren tratamiento farmacológico, y suelen desaparecer durante la adolescencia o en la temprana edad adulta “sin dejar rastro”.
“(En edades avanzadas), un riesgo más elevado de ictus o demencia explican la mayor incidencia en esta franja etaria de epilepsia relacionada con la enfermedad de Alzheimer o de causa vascular”, ha agregado el doctor Iniesta.
ESTIGMA SOCIAL DE LA EPILEPSIA
Por otro lado, el neurólogo ha hablado sobre el estigma social que “históricamente” ha arrastrado la epilepsia, y que los pacientes que la sufren aún no se han “desprendido” de ello, razón por la que considera necesario concienciar a la ciudadanía sobre las medidas preventivas “adecuadas” y sobre la propia enfermedad.
“La epilepsia no solo son las crisis epilépticas, sino también los efectos secundarios provocados por aquellos medicamentos destinados a tratarla, la ansiedad y depresión frecuentemente asociadas, sin olvidarnos tampoco del riesgo de muerte súbita relacionado con la epilepsia, sobre todo cuando las crisis son nocturnas, no están bien controladas o la medicación se toma de manera errática o se producen cambios frecuentes en el tratamiento”, ha señalado.
El doctor Iniesta también ha considerado necesario referirse a la epilepsia “en plural”, pues existe una gran heterogeneidad en cuanto a sus síntomas y causas, que pueden abarcar “desde una predisposición genética hasta una grave lesión cerebral adquirida”, algo igualmente importante a la hora de realizar un diagnóstico, que debe contar con la historia clínica del paciente y complementada mediante una historia colateral facilitada por testigos presenciales de las crisis epilépticas.
Para un diagnóstico de epilepsia es necesario haber experimentado dos crisis espontáneas –no provocadas por factores externos como sustancias tóxicas o alteraciones metabólicas– o hallarse ante una sola crisis espontánea y establecer, mediante las mencionadas pruebas auxiliares, un riesgo alto para desarrollar nuevas crisis.
“Por último, en el diagnóstico diferencial de epilepsia debemos considerar otros trastornos que pueden confundirnos como son las crisis disociativas de origen psicógeno y el síncope”, ha concluido.
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