MADRID, 17 (SERVIMEDIA)
El Instituto Cervantes acogió este martes en su sede de Madrid un homenaje al filósofo y académico sevillano Emilio Lledó en el marco del cual éste depositó un legado en la Caja de las Letras de la institución cervantina compuesto por un libro de su época escolar con el que reconoce la figura de su maestro durante la Segunda República, varios dibujos en bandejas y papeles con los que encuentra “tranquilidad” en “momentos de soledad”, un ejemplar de ‘El silencio de la escritura’, escrito por él mismo, y otros dos cuadernos con algunas de sus reflexiones.
En el acto participaron el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero; el presidente del Círculo de Bellas Artes, Juan Miguel Hernández de León; y el director del I Festival de las Ideas, Javier Moscoso, según informó el Instituto Cervantes.
El legado de Emilio Lledó, uno de los pensadores más importantes del mundo hispano, se depositó en la caja de seguridad número 988 de la Caja de las Letras del Cervantes.
Entre los objetos depositados, destaca un cuaderno escrito a mano con bolígrafo, “incluso con alguna falta de ortografía”, como indicó él mismo, escrito en 1937 cuando no había cumplido los diez años. Este cuaderno lo entregó como homenaje a su maestro de entonces, Francisco López Sancho, que fue profesor durante “aquellos años duros de la guerra”. “Aún no lo he olvidado, porque nos enseño esperanza e ilusión y refleja lo que significaba un maestro en la escuela pública”, rememoró.
Emilio Lledó recordó la importancia de ‘El Quijote’ en esas clases, cuando Francisco López Sancho hacía leer a sus alumnos algunas páginas del libro de Cervantes y posteriormente tenían lugar las “sugerencias de lectura”.
Esto le sirvió para afirmar que “entendíamos lo que don Francisco quería de nosotros: libertad, personalidad, que no fuera una escuela que nos metiera grumos mentales y fuéramos montados en el burro de Sancho y nos llevase por el monte”.
El legado también incluye “cajas enteras de dibujines” que el homenajeado reconoció que, “aunque son malísimos, fueron pintados a ratos de soledad para encontrar la tranquilidad”; un ejemplar de ‘El silencio de la escritura’, publicado en Austral; y dos cuadernos con algunas de sus reflexiones entre los que se incluyen texto encabezados con títulos como ‘La temporalidad del texto’.
Emilio Lledó atestiguó que “no soy maestro de nada ni he pretendido nunca serlo”, por lo que “ahora que con la edad me queda poca esperanza de vida, no me avergüenzo para nada de mi pasado; puedo haberme equivocado, pero estoy contento de haber seguido la ruta de don Quijote y haber tropezado alguna vez con molinos”.
Agradeció el homenaje recibido, recordando que García Montero tardó tres años en convencerle de aceptarlo y rechazó la consideración de “maestro” dejando claro que “no soy maestro de nada, pero he sido coherente y feliz enseñando, he sido profesor durante muchos años y esa comunicación de la lectura, cultura y amor a los libros sigue siendo esencial en mi vida”.
Por su parte, García Montero subrayó que recibir el legado del “maestro Lledó” representa “un honor y alegría” para el Cervantes, ya que éste es “uno de los grandes ejemplos de la sociedad cívica española”.
Apuntó que “hoy está en su casa por un doble motivo: porque es amigo de este Instituto Cervantes desde hace muchos años, pero también porque estudió su bachillerato hace muchos años en el Instituto Miguel de Cervantes”.
También puso de manifiesto “su herencia de la mejor voluntad pedagógica de la República para tender puentes” y añadió que “son muchos los reconocimientos recibidos, pero quizás el que más le importe es la conciencia de ser uno de los maestros más reconocidos del civismo democrático”.
Por último, certificó que Emilio Lledó “ha tendido puentes entre el mundo clásico y las inquietudes contemporáneas y en su pensamiento hemos visto presente a Platón, Aristóteles, Kant o Nietzsche”.
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